7. Dios infernal

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—¡Cristopher!

Salté de la cama y caí al suelo. La cabeza me daba vueltas y un fuerte dolor me recorría todo el cuerpo, como un millón de diminutas abejas encajando sus aguijones en mi piel. Becca se plantó frente a mi celda con una expresión preocupada.

—¿Estás bien? —me preguntó, mientras me ayudaba a ponerme en pie.

Resbalé la mirada por las cuatro paredes de mi celda y después por el colchón de la cama. ¿Cómo había vuelto? ¿Qué demonios había pasado?

—Yo... no lo sé. —Fruncí el entrecejo en un intento por recordar, pero una niebla densa envolvía mi memoria.

—Creo que tuviste una pesadilla —dijo Becca, de su mano colgaba la agujeta de un zapato—. Es para colgar la corona de ramas en la capilla —explicó con tristeza—. Tienes que venir al patio a tomar algo de sol. Casi no hay nubes en el cielo esta mañana.

Me tardé un minuto en responder, seguía intentando poner en orden cronológico lo que había pasado después de encontrarme con Cristopher en el túnel, pero no podía recordar nada más que su atrayente figura, su inmaculada sonrisa.

Seth. Iba en camino a ver a Seth.

Aquello sí lo recordaba.

—Becca, ¿podrías decirme cómo llegar a la oficina de la directora?

Becca enarcó una ceja.

—¿Hace un día precioso afuera, y tú quieres ir a visitar a esa bruja?

—Necesito decirle algo.

—Dudo mucho que esté en su oficina, ¿recuerdas que te dije que se reúnen con Cristopher?

Mucho mejor. La oficina estaría sola.

—Me gustaría ir de todos modos.

—Ya que insistes...Creo que será mejor que te lleve.

Volví a ponerme la ropa interior mientras Becca esperaba en el corredor, y cuando salí de la celda la seguí por el laberinto de roca negra. Presté atención a cada pasillo, a cada esquina que doblamos, al número de vigas en el techo y a cada instrumento que alumbraba el espacio para poder recordar cómo llegar la próxima vez por mi cuenta.

Becca señaló la estancia oscura donde debía estar la puerta de la oficina y después regresó por el corredor, sacudiendo los rizos sin entender por qué prefería hablar con la directora que salir al patio a disfrutar de la mañana soleada.

Entré a la oficina y cerré la puerta con cuidado, deseando que la directora hubiera dejado la vela encendida.

Caminé con las manos extendidas como un ciego entre la penumbra hasta que tropecé con el escritorio. Mi imaginación, sin tener nada más que hacer que jugar en mi contra, comenzó a recortar figuras  escalofriantes en la oscuridad. Aquello me hizo recordar lo que Becca me dijo acerca de los dones para ver a los muertos. Sacudí el pensamiento de inmediato porque sólo ocasionó que mi respiración se descontrolara.

Cuando encontré el aro de la trampilla una sonrisa involuntaria se me formó en el rostro, disolviendo las sombras grises que parecían observarme con curiosidad debajo de los velos negros.

Me lamenté por regresar con las manos vacías a la mazmorra. Pensar en que Seth tenía que recurrir a métodos desesperados para permanecer con vida —a juzgar por la cantidad de ratas muertas a su alrededor— me revolvió el estómago, pero aquella molestia desapareció como por arte de magia cuando comencé mi descenso por el ducto.

Verdaderamente me moría de ganas por volver a verlo y no encontraba ninguna razón que lo justificara más allá de la que mi corazón caprichoso había gritado con sus latidos acelerados la primera vez que lo vi. Tampoco podía justificar por qué demonios unas mariposas, que parecían ajenas, revoloteaban en mi interior al pensar en Cristopher. ¿Qué había pasado en esas horas perdidas de mi memoria? ¿Qué me había hecho?

Carne y Sangre #PGP2024  #PTR 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora