3 ROJITA

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Alexa salió corriendo con todas las fuerzas que sus piernitas le permitieron. Corrió por tres cuadras y dio vuelta en la esquina en la florería del señor Lee, se detuvo un momento casi con los pulmones de fuera a tomar un poco de aire, y retomó su carrera.

Saltó la reja del jardin y subió por las escaleras hacia su casa, arriba del taller. Entró por la cocina, casi derriba ando la puerta, entró a su cuarto, aventó las cosas y se tumbó en la cama.

--No puede ser, lo arruiné, lo arruiné, lo arruiné. Soy patética.

Ahogó sus lamentos en su almohada. Hubiese deseado que la cama se abriera y la tragara, enviándola a una dimensión desconocida donde pudiese disfrutar de su inexistencia.

--No volveré a ir ese parque nunca más.

Alexanderina Sutherland vivío toda su infancia en Escocia junto a sus padres, hasta que estos murieron cuando apenas tenía doce años. Entonces su hermano Gabrielle se hizo cargo de ella.

Gabriel tenía veintitrés años y ya era un trotamundos dedicado al arte. Cuando llegó de regreso a casa para el funeral de sus padres, pensó que lo mejor era sacar a su hermanita de ese ambiente triste y llevarla consigo. Entonces vendió todas las propiedades heredadas y emprendieron el viaje.

Pero la pequeña Alexanderina era de carácter tímido y retraído, le costaba hacer amigos. Su único refugio para la soledad fue el arte que aprendió de Gabrielle. Pasaba horas y horas pintando y dibujando cuanto veía: animales, la calle de enfrente, los vecinos que paseaban con sus mascotas por la acera, el paisaje de el parque. El arte era lo que más la hacía feliz. Hasta que lo vio a él, ese chico de cabellos rubios, anteojos y andares despreocupados.

Día con día usaba de pretexto ir a pintar al parque para poder verlo. Se paraba desde lejos con su bastidor o se sentaba en el pasto con sus bocetos y lo veía pasar. De pronto, un día empezó a dibujarlo, eso era lo más cerca que se atrevía a estar del él.

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--Tu acosadora es veloz --dice Gun terminado su sopa.

--¿Al menos era linda? --preguntó con desinterés.

--Creo que si, no se.

Esa tarde tuvieron que arreglar asuntos pendientes y después fueron un poco de Zaque.

--¿Entonces ya es formal lo de esos dos? --preguntó Gun.

--Al parecer.


--Mierda, ¿quien lo diría? ¿No estás celoso? Pensé que ustedes dos tenían algo.

--No digas estupideces, es un muy anciana para mí.

--Si se da cuenta que hablas así de ella te arrancará la bolas.

Cuando terminaron de beber fue cada quien a su casa. Goo Kim pasó como de costumbre por el mismo parque de siempre. Y por curiosidad volteó a ver a donde se supone que estaba la chica, pero no había nadie. Con indiferencia y sin pensar más en ello siguió su camino.

No se imaginaba que a pocos minutos de ahí, había una chica asomada en su ventana que no dejaba de pensar él.

Pasaron los días y las semanas; y Alexa no volvió, no podía. Se sentía avergonzada. Y si de casualidad tenía que pasar por ahí, lo hacía rápido por temor de que estuviera él y la viera.

--Alexanderina --Gabrielle la interrumpió mientras veía el café con apatía-- ¿Que tienes? Te veo triste últimamente. ¿Te pasa algo?

--No --respondió desganada sin dejar de ver su café.

--¿Entregaste tus pedidos?

--Aja.

--Ya no vas al parque a pintar, ¿Pasó algo?

--N-no, no. Es que ya me aburrí de pintar ahí y no se a donde más ir.

--Si eso es lo que tienes no te preocupes, un bloqueo creativo es de lo más normal --Gabrielle sonrie de forma cariñosa para darle ánimo-- Oye ¿me harías un favor? Hice un pedido de flores al señor Lee y me habló hace rato para que pase por él ¿Podrías ir tu?

Alex caminó hacia la florería de la esquina a paso lento y desganado. Cuando llegó, el señor Lee ya la esperaba.

--Aqui está tu pedido jovencita.

--Gracias, señor.

Dio media vuelta y salió de la florería. Pero al salir por la puerta, un auto de lujo llamó su atención-- Es él --Alex pudo sentir su corazón saltar cuando lo vio después de tantas semanas.

La curiosidad fue demasiada, se asomó a ver a donde dirigía el auto y, para su sorpresa, se estacionó a dos calles de ahí, justo frente al parque.

--¿Que estoy haciendo? --sus pies se movieron solos.

Fue exactamente al mismo lugar a donde dijo que no volvería. Pero no lo vio. Busco al rededor pero no estaba por ningún lado-- talvez ya se fue.

Presionó las flores a su pecho y dejó salir un pesado suspiro. Era mejor ir a casa.

Cabizbaja y avergonzada, dió la vuelta. Pero antes de poder dar un paso, chocó contra un imponente muro de un metro noventa y uno, cayendo de sentón.

--Oye niña, fijate por donde caminas.
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--Oye niña, fijate por donde caminas

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--L-lo... L-lo... P-perdón. --Alex no podía articular bien las palabras.

--Que torpe eres --se inclinó y la ayudó a recoger las flores del suelo-- Para ti, rojita --bromea al darle el ramo maltratado.

--Gra... gracias --intenta sonreírle pero para cuando levanta la mirada él ya no está.

Gira la cabeza y solo logra verlo de espaldas. El corazón de Álex salta de alegría. Nunca se imaginó verlo tan cerca y menos que le hablara.

--Creo que volveré mañana.

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