JAMES ASTOR
Después de leer la carta de Cornelius Vanderbilt, no podría estar más feliz. El joven, que nos ha ayudado a conseguir barcos a buen precio con alguno de sus contactos, había aceptado la oferta de Billy de principios de año y, a cambio de una ayuda económica, una empresa de Billy entró en el negocio del señor Vanderbilt sin que nadie se percatara de ello.
En principio, no quieren llamar mucho la atención, no obstante, las intenciones que tiene Billy con Vanderbilt son, además de entrar en el negocio del transporte en barcos de vapor, hacerlo en el de los ferrocarriles cuando este medio de transporte se normalice y, mientras tanto, que continúe con el servicio actual.
El señor Vanderbilt, al igual que Billy, es un hombre de principios y odia el monopolio y la falta de competencia que existe en la ciudad de Nueva York referente al tráfico de personas y mercancías en estas embarcaciones y por eso aceptó, sin pensarlo siquiera.
Por ese lado, la inversión de Billy ha sido más que provechosa, ya que en este mismo año ha conseguido como beneficios casi la totalidad de lo invertido. Por lo que intuyo que a Vanderbilt le ha ido muy bien, puesto que Billy solo recibe el treinta por ciento y el resto es para Cornelius.
El contrato firmado en Nueva York, seis meses antes de que Billy regresase a Europa, tiene validez de cincuenta años y luego, el señor Vanderbilt se compromete en comprar la parte de Billy y pagarla en un máximo de diez años a William Guest o a sus herederos.
Es un negocio en los que ambos ganan, ya que Cornelius no hubiese podido empezar su negocio sin la ayuda de Billy.
—¿Ha visto a su hijo? —le pregunto a la señora Guest, porque desde que regresamos de Oxford, hace tres días, está desanimado, triste y se ha negado a hablar sobre ello.
—Me han dicho que lo han visto salir muy temprano y por la ropa que vestía, posiblemente, a hacer ejercicio —me responde Charlotte.
Ni siquiera le contesto, tan solo me despido con una reverencia y me propongo buscar a Billy para contarle las buenas noticias sobre la carta de Vanderbilt y hablarle de la solicitud de la empresa Allaire Iron Works.
En cuanto entro a la cocina, veo a Emily hablando con su hija. La cocina de los señores siempre ha sido ruidosa, aunque solo estén ellas dos en la habitación, por lo que ninguna se percata de mi presencia.
—Pero a mí me gusta el hijo de los señores Spencer y me ha dicho que lo espere para casarme con él —le dice la mocosa a su madre.
—No es la primera vez que discutimos sobre los matrimonios entre personas tan desiguales —le responde la madre con paciencia.
—Nosotros somos iguales —se queja la niña.
—No obstante, sus padres son muy ricos y cuando ellos no estén, todo eso lo heredará él, haciendo que tú estés en desventaja por no aportar tanto al matrimonio y oponiéndose a tu felicidad.
—Pues le pediré que regale todos sus bienes y así seremos los dos igual de pobres —le responde Kate, haciendo que suelte unas carcajadas.
—Es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas —me recrimina Emily al darse cuenta de que estoy con ella en la cocina.
—No quise interrumpir algo de tanta importancia —le contesto, haciéndole una reverencia.
—¿Puedo ir ya con el señor Guest? Me dijo que en quince minutos salíamos y seguro que me está esperando —le pide la niña a su madre.
—Ve y no te olvides de llevar tu capa. A pesar de que está brillando el sol, seguro que luego hace mucho más frío —le pide la madre.
La niña sale corriendo después de hacernos una reverencia. Está muy bien educada para lo pequeña que es y me doy cuenta de que la madre invierte mucho tiempo en hablarle y explicarle las cosas, algo muy poco corriente en la Inglaterra actual.
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Lady in waiting - Terminada
Historical FictionA Emily le ha tocado nacer en la Inglaterra de principios del siglo XIX, con una niña pequeña a la que cuidar y alimentar y un futuro incierto. El miedo y la preocupación harán que no se permita soñar con una vida mejor, ya que solo unos pocos afort...