WILLIAM GUEST
Tres días fuera de Benston y Anne ha hecho todo lo que le pedí que no hiciera. No solo aceptó la herencia de Thomas, sino que le pidió al notario que transmitiera las propiedades a su nombre lo antes posible y, por lo que hace unos minutos me contó James, el notario redactó un testamento que ya firmó, para que en caso de fallecimiento de ella todo pasase a manos de su marido, es decir, a mí. No sé por qué no entiende que no quiero nada de ese malnacido.
Los tres días que he pasado con mi primo han sido horribles. No solo me atormentaba que Anne tuviese un mal pronóstico, mi primo, que aún está triste por la pérdida de su padre, no pudo consolarme en absoluto y la única opción que me daba era beber hasta caer rendido.
Yo, por mi parte, nunca he sido un gran bebedor, por lo que decidí correr, nadar, montar a caballo e incluso subirme a los árboles para despejarme un poco. Tengo que admitir que eso de escalar por un tronco es más gratificante de lo que pensaba, aunque jamás lo admitiría delante de Emily.
No puedo entender a mi primo. Su padre siempre lo trató mal, sin embargo, lo echa de menos. Sé que ahora está solo y que los únicos familiares que le quedan son mis padres y yo, no obstante, podría intentar buscar a una esposa, puesto que es diez años mayor que yo, o llevarse mejor con su secretario, un hombre educado, trabajador y con buen sentido del humor.
Sin embargo, últimamente, mi primo no es el mismo y se ha molestado con su secretario, casi no nos visita y no se deja ver salvo en alguna de sus propiedades.
—No le digas nada, Billy. Sigue estando muy débil —me pide James, cuando terminamos nuestra conversación.
—Lo sé, he hablado con el médico antes de venir a la finca. Me ha dicho que no ha habido mejoras. ¿Quién se ha quedado con ella por las noches? —me preocupo.
—Yo y Emily la acompaña casi todo el día. Solo sale de la habitación cuando viene el médico o los padres de Anne.
—No quiero perderla, James. Me casé con ella y ni siquiera la he podido proteger.
—Nadie puede hacer nada contra un arma de fuego, hijo —me responde, triste.
—¿Cómo están mis padres?
—Un poco mejor. Con los días todo se ha normalizado, aunque Anne ha estado casi inconsciente desde que vino el notario por segunda vez. A veces creo que sabía que se iba a poner así y que por eso decidió acelerarlo todo.
—No necesitamos nada de ese indeseable —le hago saber.
—Lo sé, pero ella quería que fuese de esta manera y tenemos que aceptar sus deseos. No te olvides que ella lo quería a pesar de que no se quiso hacer cargo de su hijo —me recuerda mi amigo.
—Tenía que haberle advertido, pero nunca pensé que fuese capaz de hacer algo así —le digo, refiriéndome a Thomas.
—Nadie pudo predecirlo, Billy. No le des más vueltas.
—Voy a ver a Anne —le respondo, molesto conmigo mismo.
Tal y como James me advirtió, me encuentro a mi amada al lado de mi esposa. Es un cuadro un poco macabro porque, mientras a mi esposa la estoy perdiendo, a mi amada jamás la tendré.
En lo últimos días, no me he permitido pensar en Emily, aunque tengo que confesar que fue en la primera persona que me preocupé cuando supe que Thomas tenía un arma y seguía suelto. Sin embargo, ahora que la tengo a pocos metros de mí, mi corazón comienza a latir desenfrenado a pesar de la tristeza que siento por todo lo sucedido en la última semana.
—Sigue durmiendo. El médico ha venido tres veces al día desde que usted se fue para limpiarle la herida. Le diré a alguien que le haga saber que está de vuelta —me dice Emily, después de saludarnos.
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Lady in waiting - Terminada
Historische RomaneA Emily le ha tocado nacer en la Inglaterra de principios del siglo XIX, con una niña pequeña a la que cuidar y alimentar y un futuro incierto. El miedo y la preocupación harán que no se permita soñar con una vida mejor, ya que solo unos pocos afort...