VIII

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Mientras la nieve se endurecía cada vez más, un irritado pelirrubio caminaba por los pasillos aún buscando a la protegida de su hermano sin conseguir razón alguna sobre su paradero lo que solo incrementaba su paranoia por la ejemplar Jane.

Deseaba nunca haberle avisado a Aro sobre ambos hermanos para así poder pasar una noche tranquila sin pensar en ellos y la influencia que ahora tenían con los dos líderes a parte de él.

Aunque su deseo por destruirlos era injustificado para la mayoría de los seguidores del clan, solo algunos lograban ver más allá del recelo que Cayo Vulturi hacía notar por cada persona que lo sirviera.

El temor. Pero ¿Acaso era siquiera tomado en cuenta?, en absoluto. Cayo era uno de los líderes, por lo que temer a un simple discípulo sería totalmente impensable... ¿No?

—¡No está! Dejó su puesto hace algunas horas y nadie siquiera se ha tomado el interés en avisarnos —Aro cerró su reloj de bolsillo para observar a su hermano—. Debimos deshacernos de ella cuando tuvimos oportunidad...

—Vienes a mis aposentos e insultas a una miembro de nuestro clan —murmuró volviendo a centrar su atención en el reloj—. Deberías tener cuidado, tu compañera no estaría muy contenta al saber que su amado esta obsesionado por alguien más... Talvez ahora desee hacerla desaparecer, aunque estoy seguro que eso lo desea cada día desde que conoció a Jane.

Cayo se acomodó en el asiento frente al pelinegro y lo observó, esperando algun indicio de molestia en la sonrisa que se empezaba a formar en los labios del hombre.

—Una de tus seguidoras podría estar con el enemigo contando todo lo que sabe y tu sigues manteniéndote igual de escéptico. Te traicionarán, Aro. Y lo hará la persona a la que más aprecio le haz tenido.

—Y dime tu, querido hermano ¿Qué podría hacer ella? —se acercó al pelirrubio—. Una vampiro sin compañero, sin algun lugar a donde ir, teniendo a su hermano a mi merced —su interés decrecía con rapidez.

Y era verdad, antes de transformar a ambos hermanos su clan se encargó de desaparecer a toda persona que sea capaz de bridarles algun apoyo para así crear su lealtad a las únicas personas que le dieron una mano cuando más lo necesitaban.

Su gran poder y su deseo por seguir toda regla que sea impuesta por sus líderes los hicieron avanzar rápido en el puesto de interés de dos de los tres fundadores, cosa que no le agradó en nada.

Cayo conocía al pelinegro, sabía que solo le interesaba lo que le brindara poder o todo aquel que lo tuviera, por lo que tener una gran cantidad de seguidores con dotes excepcionales hacía a Aro sentirse intocable.

Pero todo lo que está arriba algún día tendría que bajar y el pelirrubio deseaba con toda su existencia que la causa de ese declive sean los hermanos, Alec y Jane.

Solo así Aro vendría a pedir su ayuda.

Lyra

—Las jaurías pueden acabar con ellos —Sam señaló varios puntos en el mapa—. Les entregaríamos sus cadáveres, no tendrían más opción que escucharnos.

—Tomarían eso como una ofensa y tendrían excusa para atacarnos —respondió el pelirrubio—. Debemos ver una batalla como una última opción.

—¿Y cuál es tu plan? Mi clan vendrá a por la cabeza de la niña inmortal, no por un simple intercambio de palabras.

Los dos líderes de las manadas la observaban con desconfianza mientras que cuatro vampiros intentaban pensar en una manera para solucionar la nueva información que la vampiro del clan enemigo les brindó.

"Trust me"- |Jane Vulturi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora