La luz del sol me fue despertando, acariciándome con sus rayos, ¿así se sentirán las plantas?, siento que podría bailar al ritmo del viento, meciéndome livianamente. Ignoro mis pensamientos un poco psicodélicos y me voy levantando lentamente. Estoy sola, Natsu no está a mi lado, solamente una ligera frazada tapándome, busco a Zero y lo veo atrás de mí, viéndome con curiosidad.
-Hola pequeño, ¿te dejamos dormir? - mis mejillas se vuelven rojas de pensar en todas las veces que lo hicimos. En todos los ruidos, los sonidos, los sabores y cuando él se venía dentro de mi... está bien ya, dejemos de pensar en eso o me caliento de nuevo.
Me paro y veo mi cuerpo, lleno de moretones, suspiro. Algo tendré que hacer, aunque no me importa que se vean, pero será incómodo para mí. Espero que el este igual que yo, recuerdo mis uñas enterradas en su espalda y los rasguños con sangre que deje. Las mordidas que le di. No puedo seguir pensando en esto. Saldrá un bendito bosque solamente de mis pensamientos. Las florecitas hacen su aparición y me rio.
Sigo avergonzándome, no tengo remedio.
Sigo buscando a Natsu y no lo veo por ninguna parte, supongo que fue a revisar afuera.
Decido darme un baño rápido en el claro y salgo, busco entre mi ropa algo cómodo y encuentro algunos premios para Zero, se los doy sin pensar y él se va felizmente.
Suspiro, un nuevo día que enfrentar, ¿que nos podremos encontrar hoy?
Busco algo que comer dentro del claro, tal vez encuentre algo de fruta, aunque no tengo mucha hambre, sigo buscando y encuentro algunas fresas. Las lavo y me las voy comiendo, asegurándome de dejarle unas cuantas a Natsu.
Sigo viendo el lugar y me parece que es el paraíso. No tengo ninguna duda. Me aburro y me pongo a practicar mi magia, cierro mis ojos y coloco mis manos sobre el pasto, sintiendo como las hebras de mi poder me acarician y yo las tomo con amor, pienso en una flor morada que en algún momento vi en mi vida y solamente las creo. Cuando abro los ojos en cada rincón del paraíso como lo he apodado, están esas flores moradas. El viento me acaricia y cierro los ojos, maravillada por la sensación de la magia recorriendo mi cuerpo, volviéndome una con el lugar, me voy imaginando como sería el hogar perfecto, en donde viviríamos Natsu, Zero y yo juntos para siempre.
Sonrió y mi imaginación vuela, se crean lugares donde podamos dormir los tres, donde Natsu y yo podamos estar a solas sin molestar a Zero, miles de flores, olores, absolutamente todo salió de mí.
- ¿Practicando? - su susurro me hizo estremecer y yo solo sonreí. Natsu me acariciaba mientras me abrazaba por la cintura.
-Solo un poco, necesitaba conectar más con este lugar- sus caricias me hicieron viajar a la noche anterior y el solo sonrió.
-Vaya que estás pensando en mi- abrí mis ojos con temor y miré sus piernas, unas enredaderas lo tenían agarrado de las piernas mientras lo acariciaba lentamente.
-Shuuu, no pedí esto- lentamente fueron bajando y se enredaron en mis pies, haciéndome cosquillas.
-Vaya que la naturaleza me ama, ven, vamos a comer, encontré algo de comida- lo tomé de la mano y caminamos hacia el claro. Lo vi sonreír, sus marcas oscuras seguían sobresaliendo de su cuerpo, supongo porque estaba ocupando su poder protegiendo las entradas.
Terminamos de comer y nos recostamos.
- ¿Has soñado algo con los dioses? - pregunte mientras me recargaba en su abdomen.
-Nada, me extraña, siento que algo falta, siento que estamos suspendidos en el aire y en cualquier momento nos dejaran caer, no me gusta esperar a sus decisiones. Pero no podemos hacer más que esperar. Tal vez no sea tan mala idea ir a recorrer el terreno, tal vez podemos encontrar más lugares para purificar, aunque eso indica peligro para ti, antes de que despertaras, salí a ver si encontraba algo raro, nada. Esta solo, pero algo me dice que no, y esto me lo confirma Zero, aunque esté tranquilo, está atento a las entradas de la cueva. - y era verdad, Zero no bajaba la guardia ni dormido.
-Seamos precavidos, no sabemos que nos espera ni tenemos idea de que es lo que nos tiene los dioses, solo espero sea algo que podamos manejar- suspiro. Estaba cansada, tal vez me excedí en la práctica de mi magia.
-Tu cuerpo está cansado, no te deje descansar en ningún momento más que hace unas dos horas duerme, mientras velo tu sueño, Zero y yo estaremos en cuanto despiertes- Solté un bostezo y me ordene a quedarme despierta durante mas rato, pero los maravillosos dedos de Natsu masajeando mi cuero cabelludo me hicieron dormir tranquilamente.
Recuperé mi conciencia tiempo después y solo vi a Natsu y Zero en la entrada de la cueva o más bien en el pequeño pasadizo para entrar a nuestro paraíso.
- ¿Qué es lo que ves Zero?, ¿Qué sientes?, Hay algo extraño afuera, ¿verdad muchacho? – me pare enseguida y la tierra vibro bajo mis manos. Algo estaba pasando.
- ¿Natsu? - mi cuerpo comenzó a brillar y un dolor se comenzó a esparcir en mi piel, como si quemara. ¿Qué me estaba pasando?, gemí y Natsu estaba a mi lado en un segundo.
- ¿Natsu, que está pasando? - comencé a rascarme todo lo que pude y empeoro el malestar, como pude me acerque al claro y el agua me abrazo. Natsu se sumergió conmigo y sus manchas negras comenzaron a arder en su cuerpo. Salió de inmediato del agua.
-Mierda, ¿Qué está pasando? – gruño y me tomo de las manos. Nuestro toque ardió, pero no nos soltamos. Mi cuerpo se sentía extraño. Pesado.
- ¿Qué carajos pasos? - grito al aire y mi mano resbalo, sin miedo a sumergirme trate de agarrarme de la orilla, pero una sensación de vacío creció en mi estómago y patalee. El agua me jalo para el fondo del claro. Mientras que Natsu trataba de entrar, pero era como si el claro, se hubiera congelado, pero no solo yo estaba en el fondo y nasa trataba de romper esa tensión en el agua, pero era imposible, comencé a desesperarme y el oxígeno se me fue acabando, rogaba a los dioses que esto no fuera el fin, no puede ser nuestro fin.
Después de tanto tiempo volvíamos a estar juntos, a vivir como podíamos, juntos y protegernos de todo.
-No puedes seguir así, necesita crecer para estar listo para ti, es por eso que él debe practicar, no tú. - una voz melodiosa y distante envolvió mi cabeza.
-No puedo respirar- dije en mi mente y comencé a ver destellos.
-Puedes hacerlo, recuerda quien eres- me agitaba con desesperación y solo me sentía como la tonta Lucy antes del fin.
-No puedo- grite y las manchas oscuras se hicieron presentes en mi visión.
-Les falta crecer, Natsu no está listo, y el solo aprenderá si te ve en peligro, no lo tomes como algo personal, solamente no ha dado su cien por ciento. - abrí los ojos y jade.
- ¿Quién carajos eres? – grité en mi mente y solo vi como una bruma iba tomando forma humana, su cabello rubio y largo, su piel pálida y su sonrisa inocentemente perversa.
-Soy la Diosa de la Vida, Mavis, y estamos aquí para obligarlos a crecer su poder- tosí y me enfrié.
¿Estamos?
-El Dios Zeref esta con Natsu, explicando lo que ocurrirá si no te salva y aquí estoy yo, a punto de explicarte lo que pasa si no salvas a Natsu- mi visión se oscureció y mi cuerpo ardió.
¿Qué carajo acaba de decir?
¿Salvar a Natsu?
¿Natsu está en peligro?
¿Pero... no dijo que también debe salvarme?
Sentí como si las enredaderas de la mañana se enredaran en mi cuerpo, acariciándolo con ternura, pero a la vez con fuerza abrí los ojos y vi mi cuerpo lleno de marcas oscuras.
Solamente había visto el lado brillante de la naturaleza, nunca el oscuro, y en este momento no dudaría en destruir absolutamente todo, solo para salvarlo a él.
El oxígeno lleno de aire mis pulmones y mi cuerpo ardió en rabia.
- ¿Así que ustedes fueron los culpables de todo? –Grite y su sonrisa me confirmo todo.
Los dioses no sabían de lo que era capaz... y yo tampoco.