Una paja, una chaqueta, música. Y Gotzon.

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Subo a la habitación y lleno la bañera mientras llamo a casa. Hablo con Aitor y un segundo con Ion, que me pregunta cuando voy a volver. No sé qué responderle, pero le digo que en cuanto pueda y creo que él se queda satisfecho. Aitor también se queda tranquilo después de nuestra charla. Al menos me ha visto serena y relajada, porque lo estoy. Triste también, a ratos, pero no hundida.

Me meto en la bañera. Es un proceso automático, instintivo. Pienso en lo que me queda de hacer en Barcelona y se solapan los recuerdos que llevan a Maika de protagonista hasta dominar mi cabeza. Aparecen cronológicamente desde el primer día que la vi, pero de pronto al llegar al primer día que me acosté con Maika recuerdo algo.

Antes de esa noche, por la tarde estaba yo sola en mi casa preparándome para esa cita. Me había cogido la tarde libre. Por aquel entonces eso era algo muy poco frecuente. Tampoco se puede decir que tuviera mucha más vida que la del trabajo. Pero esa tarde no fui a trabajar. Era un día entre semana. Comí algo y me metí en la bañera, como ahora. Recuerdo que aún me tenía que rasurar las piernas porque no me había hecho la depilación definitiva y me metí con la cuchilla. El hecho de haber preparado aquella cita me tenía toda esa semana muy excitada. Me rasuré con mimo, despacio. Ese día fue uno de los pocos que el depilado que me hice fue total, al estilo en que lo llevaban las chicas más jóvenes que iban a mi gimnasio. Comprobar el acabado requería acariciar todo. No sé porqué me viene ahora este recuerdo tan nítido de como apoye los pies a los lados de la bañera y empecé a hacerlo, a acariciarme. Casi hasta siento los mismos estímulos, casi la misma ansiedad. Los nervios por la cita y la misma excitación. La misma humedad. La bañera de este hotel es cómoda y confortable. Apoyo los pies arriba, en los lados. Ya no necesito pasar la cuchilla por mis piernas para que estén suaves. Ni por los labios de mi coño. Está suave. Está caliente. Es grato pasar las yemas por esa piel más sensible, me aporta placer. Dejo caer la cabeza apoyándola en la bañera y sigo recorriendo mi coño con dos dedos de mi mano derecha. Ahora repentinamente, los recuerdos que tengo son de aquella noche, solas Maika y yo. Cuando fui a buscarla y montó en mi coche para ir a mi casa. Ella estaba muy nerviosa. Y mojada, que también eso dijo. Yo mientras conducía acariciaba su rodilla por dentro. Antes en la bañera aquella tarde me corrí dos veces, pero yo también estaba muy mojada en el coche ese día a pesar de esos orgasmos. Mis dos dedos centrales se clavan en el centro de mi ser. Al igual que aquella noche hace tanto tiempo haría Maika en mí y yo en ella, ahora mis dedos empiezan a follarme despacio. El recuerdo de mi primer orgasmo en la boca de una mujer es nítido. Maika acababa de correrse en mi boca. Yo estaba de rodillas con una mano apoyada en el colchón y me estaba masturbando con la otra como ahora. Maika fue por detrás de mí y apartó mi mano para sustituirla por su boca. Recuerdo su lengua destrozándome y no puedo soportarlo. Me corro mientras grito como si me estuviera follando el equipo de rugbi de una universidad americana.

El orgasmo no es plácido. Sí que ha sido muy intenso, pero la sensación que me deja no es de haberme vaciado. Al contrario es como si en los segundos que ha durado en lugar de resetearme me hubiera encendido. Ahora sí que estoy muy cachonda, enormemente cachonda. Y lo peor, no sé qué hacer. Sé que en este estado nada va a calmarme y puede que al final me quede peor que lo que estoy ahora. No he traído ningún juguete sexual, porque hace dos minutos esto era lo único que pensaba yo que no podría suceder. Podría salir, Barcelona está lleno de tiendas de juguetes eróticos y comprarme un vibrador enorme, pero eso me dejaría vacía.

Podría traerme a la habitación a un tío del bar del hotel, o de la calle para follármelo hasta que se quedara sin sangre, pero no quiero eso ni es lo que me pone ahora. También podría traer a una chica aquí. No es nada difícil discernir qué chicas querrían venir a la habitación de una mujer como yo hoy en día, y hacerla comerme el coño hasta que se le desgaste la lengua en mí. O puede que a una pareja para que después de que la chica me coma el coño hasta hacerme correrme, follarme al chico hasta que la polla le sangre. Tampoco. Sé que es lo que quiero y sé que no puedo tenerlo. Lo que quiero, lo que deseo, es tener a mi lado a Maika.

El viento susurrará tu nombre. Virginia Zugasti IV. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora