Mi apartamento. Un hogar.

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Es una pareja muy joven, pero yo me fijo en los detalles. Nos sentamos en la sala los tres a charlar después de que hayan visto el piso con detenimiento. No paran de expresar que el piso les encanta, pero que no van a poder hacerse cargo del desembolso. Yo les he dicho que de momento no se preocupen de eso, que solo quiero conocerles. Tardan un buen rato en relajarse delante de mí, pero en ningún momento dejan de tener detalles cariñosos entre ellos. Se han besado varias veces, muestras fugaces y apresuradas de su amor, y no se sueltan las manos en ningún momento. Entre ellos hablan muy bajo y siempre con una sonrisa cómplice. Me cuentan resumidas sus historias. Ambos tienen familias numerosas que viven en pisos pequeños. Sus relaciones con la respectiva familia no son malas, pero ellos son hijos de padres muy autoritarios que no aprueban su relación del todo y necesitan un hogar para demostrar que su historia tiene futuro. Están decididos y muestran gran determinación. Quieren ser padres pronto, pero con un sentido de la responsabilidad marcado, se han puesto como meta buscar cierta estabilidad económica antes. Sandra me dice que ha hablado esta tarde con un amigo de carrera que trabaja en banca y que duda que puedan conseguir una hipoteca para un apartamento en ese barrio sin tener al menos un veinte por ciento del dinero ahorrado. Miquel expone sus expectativas. El apartamento, por metros cuadrados y localización valdría en el mercado unos doscientos cincuenta mil euros sin reformar. Este está reformado. La operación para ellos es inasumible. Además ninguno de los dos podría proponer un aval bancario que tuviera aceptación.

Yo-. Y ¿hasta qué punto estáis dispuestos a apostar por vuestra historia?.

Miquel-. ¿Cómo ?. Es evidente. Hasta el punto de que tendremos que empezar a buscar de momento, un apartamento en alquiler fuera del barrio. Fuera de Barcelona.

Sandra-. Queremos ir a vivir juntos ya, pero sin ahorros ni una familia con algo de dinero que te respalde, aquí es imposible.

Yo-. Por eso lo pregunto. Sois buena gente, de eso no tengo duda y tenéis el aval de Carme. Yo os podría facilitar mucho las cosas, pero quiero saber hasta dónde confiáis en vuestra historia.

Sandra-. Todo. Yo confío todo en nosotros.

Miquel-. Llevamos juntos ya muchos años y somos muy jóvenes. Sabemos que lo nuestro va a funcionar. Sólo necesitamos un hogar para crear una familia.

Me queda claro. No ha habido un ápice de duda, de reserva cuando han contestado. Ni se han mirado para responder, casi hasta se han ofendido de la duda y justo después se han mirado con una bonita sonrisa. Es todo lo que yo necesitaba.

Yo-. Os voy a hacer una propuesta. Quiero que este apartamento sea un hogar. Quiero que donde yo he sido tan feliz, viva gente que pueda serlo también. Gente que promueva un barrio como el que conocí yo cuando vivía aquí. Que cree vecindario. Una familia normal, que colabore en que no se pierda la esencia de esta comunidad. Quiero que seáis vosotros y os lo voy a poner muy fácil. No deberéis pasar por un banco a implorar un crédito, yo os financiaré con las mismas condiciones del mejor crédito que pudierais negociar. Todo legal y ante notario. Por el precio tampoco vais a tener problema, los números que tengo pensados os van a hacer felices. Pero quiero que os prometáis a vosotros mismos que vais a luchar por vuestra historia, por crear esa familia dentro de este barrio y que vais a pelear por ser felices uno al lado del otro. Y vais a tener que pelear, contad con ello. Nunca es fácil, pero con confianza es posible.

Creo que Sandra y Miquel me están mirando sin entender bien nada de nada, pero están ilusionados. Cuando hablamos de los números, es cuando empiezan a darse cuenta del favor que les estoy haciendo. Más tarde me piden una explicación. Yo les invito a cenar en el bar de Jaume. Allí también les conocen a ellos, pero apenas de vista, del barrio. Para la cena empezamos con unos pinchos morunos en una de las mesas del fondo solos los cuatro. Poco después Jaume ha juntado otra de las mesas a la nuestra y se han sentado junto a nosotros él y su hija Rosalía, que trabaja en el museo Picasso de conservadora. A los postres se suma su mujer María. Y antes de marchar somos diez en el grupo. Esto es lo que amaba yo de este barrio. No tenías que ser un gran amigo de alguien para terminar sentado en su mesa en mitad de una bonita tertulia. Casi a las doce de la noche salimos del bar Gotzon y yo con Sandra y Miquel. Tienen que pensar y comprobar bien el trato que les he propuesto. Esta semana les mandaré un contrato por correo electrónico para que lo estudien y la semana siguiente tendré que venir a firmarlo con ellos ante un notario o mandar a alguien con los poderes oportunos.

El viento susurrará tu nombre. Virginia Zugasti IV. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora