Un paseo.

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Mejor antes que después, empiezo en ese mismo momento mi recuperación, o las acciones encaminadas a ella. Hablo un segundo con Aitor y le pregunto a Leire a ver si le apetece dar un paseo por la costa. Ella accede y decidimos caminar en dirección a Sopelana. Llevamos calzado deportivo y ropa cómoda, pero es un paseo. A un ritmo tranquilo. Llevo demasiado tiempo sin atender mi dieta y mi descanso y esta misma mañana me he mareado hasta el punto de caerme, así que no quiero forzar. Tampoco es que esté alegre, pero me sentará bien hablar de otra cosa que no sea mi gran problema actual. Hablamos mientras caminamos de ella, de Leire. De su vida y sus inquietudes. Me sorprende mucho lo poco que sé de su vida, pero ella pronto se abre a la conversación y me cuenta bastantes detalles importantes. Leire y Jonatan entraron más tarde que Gotzon y Paula a la seguridad de mi casa y lo hicieron en mitad del ataque del abogado Puente.

Leire-. Me gusta mi trabajo, no creas que no. Pero durante los primeros meses con vosotros estuve muy cerca de abandonar. Veía problemas por todas partes; amenazas, seguimientos, emboscadas… Hasta nos pusieron una bomba en uno de los coches. Estaba muy nerviosa las veinticuatro horas del día. Yo solo pensaba en dejarlo y dedicarme a mi otra afición.

Yo-. El arte. Recuerdo que en tu expediente decía que tenías estudios superiores, ¿ no?.

Leire-. Sí, en bellas artes. Es mi pasión, me gustan todas las formas de expresión artística. Aquellos meses hasta llamé a un amigo que tengo de la carrera que es un gran pintor, para pedirle ayuda, consejo.

Yo-. Y ¿ te ayudó?.

Leire-. No lo sé, la verdad. Él es muy caótico. Tuve mucha confianza y amistad con él cuando éramos estudiantes. Él siguió sus estudios, aparte de trabajar en sus cuadros. Terminó este invierno su tesis sobre el pintor realista Antonio López. Hasta ha entablado amistad con él. Supongo que entre artistas, el caos se valora como una virtud.

Yo-. Pero tú no. Tú necesitas más orden. Control, más bien.

Leire-. No sé si llamarlo control, pero sí, necesito saber como son las cosas.

Yo-. Yo también, es mi obsesión. Saber el funcionamiento de todo, pero a veces la magia de la vida está escondida en las cosas que no se rigen por unas leyes definidas.

Leire-. Si tú dices… 

Yo-. ¿Cómo se llama?.

Leire-. Cómo se llama, ¿quién?.

Yo-. Tu amigo pintor. Creo ver en ti admiración por él.

Leire-. Admiración…. Se llama Ibón. Ibón Landaburu. Como artista firma con el nombre de Buru. Bueno, todos le conocen por Buru.

Yo-. Pues no sé si es admiración, pero algo sientes.

Leire-. ¿ Tan trasparente soy?.

Yo -. No quería decir eso. Me has contado que en un momento de duda personal acudiste a él precisamente. El resto de la conversación has dudado en saber si aportó o no en tu problema y también sobre si lo admiras. Me parece claro que ese pintor, ese artista, a ti te provoca algo, aunque ni sé lo que es, ni me incumbe.

Leire-. Así es. No sé si me ayudó, pero sí que admiro muchas cosas de él. Su forma de ser y de pintar. Su manera de vivir la amistad y la forma que tiene de divertirse siempre. Su actitud, su humor, su educación y la capacidad de interpretar a las personas. Otras cosas no son tan admirables de él.

Yo-. No quiero meterme. Estoy viendo que te duele.

Leire-. Tranquila, solo estamos charlando. Y no, ya no duele.

Sí que duele, aunque ella lo niegue. Eso se nota siempre, aunque yo no quiero incidir. Leire decide quedarse callada y seguimos caminando más de un kilómetro en silencio. Hace un día precioso y el paseo me está sentando muy bien. Me ha animado mucho y ha distraído mis pensamientos de Maika. Durante ese tiempo que no hablamos yo pienso en  ese pintor. Por ridículo que parezca le conozco, bueno no a él personalmente, pero sí una de sus obras. Fue hace un par de años. Teníamos un proyecto bastante especial para una planta de automoción. Era una especie de obra para optimizar sus líneas de producción y teníamos tiempo de prepararlo bien. Lo llevaba la delegación de Alemania aunque el proyecto, la factoría donde se iba a realizar la mejora, estaba en Turquía. En una reunión con el cliente salió un dato que me llamó la atención. Uno de sus mejores proveedores de instalaciones robotizadas era Vasco. Yo conocía el nombre de esa empresa, Eusengener, porque están a menos de diez kilómetros de mi casa y decidí tratar de contactar con ellos para intentar ver si podía mejorar la calidad de mi proyecto a partir de su experiencia. Concerté una cita con la directora general de esa empresa, que resultó ser muy cercana y amable, además de joven. Me citó en su sede y cuando fui me gustó mucho la forma en la que habían diseñado el edificio principal de sus instalaciones. Entrabas por un hall enorme a través de tres puertas dobles. Era un espacio muy amplio y luminoso que hacía las veces de distribuidor a todas las demás instalaciones. Sobre el set de recepción había un cuadro gigante en el que aparecían las tres personas que fundaron esa empresa en lo que parecía ser un primitivo taller. Yo pensé que era un mural impreso digitalmente, pero cuando expresé el impacto que me causó me sacaron de mi error. Era un óleo, obra del hijo del anterior director general, Xabier Landaburu. Me cuesta mucho esfuerzo recordarlo, pero me concentro aunque finalmente no recuerdo el nombre del cuadro. Sé que lo recordaré, aunque igual no sea hoy, ese nombre me vendrá, porque llevaba una historia consigo. La directora general, la señorita Aguirre me dijo que es amiga personal del pintor y que ese cuadro en particular le supuso un reto personal, no por las dimensiones, pero sí por el significado. Ahora recuerdo que después de ese día busqué algo más de información en Internet, pero había muy poco de la obra de ese pintor y nada absolutamente de ese cuadro en particular. Leire rompe el silencio de pronto.

Leire-. La intensidad…

Yo-. Perdona, ¿qué has dicho?.

Leire-. La intensidad. Eso es lo que no admiro de él. Sé que puede ser una virtud admirable. Pero él la lleva hasta un límite enfermizo.

Yo-. Nada en exceso, es bueno.

Leire-. Ese es su defecto. Al menos lo fue para mí.

Yo-. ¿ Lo que te distanció de él? .

Leire-. No, seguimos siendo muy amigos.

Yo-. Entiendo.

Leire-. Lo que me hizo huir de él. Como pareja. Aunque en realidad no sé si fuimos pareja. Todo lo vive con una intensidad enfermiza. Da igual que sea afición o trabajo. Amistad o… amor. Esa época, cada vez que yo no estaba en tu casa trabajando o viajando contigo, iba a su estudio. Podía ser el mejor amigo del mundo. La mejor pareja. El mejor amante…  pero en un momento dado, salía de la cama y empezaba un nuevo lienzo. Ahí terminaban el resto de las cosas. A partir de ese instante, solo era pintor. A veces ese impulso le dura días seguidos. A veces hasta tenía que darle de comer literalmente porque a él se le olvidaba. Sólo pintaba sin descanso hasta que la inspiración se iba o algo cambiaba en él. Entonces se dedica a otra cosa, pero con la misma intensidad.

Yo-. Es muy curioso, porque he oído hablar de él. Conocí por trabajo a una amiga suya. También vi una de sus obras en una empresa de Urduliz, que fue propiedad de su padre.

Leire-. Goikoburu.

Yo-. Eso es, ese era el título del cuadro. Ahora que lo has dicho tú, lo he recordado. Pero en realidad no era literalmente Goikoburu, el título era por todo lo que llevamos sobre nosotros.

Leire-. Esas palabras tuvo que decírtelas Lela.

Yo-. No, la directora actual, la señora Aguirre.

Leire-. Lela. Leire Aguirre. Ellos son muy amigos. Mucho. Ellos dos y un tercero. Son inseparables.

Creo que se ha abierto una herida en Leire que no tiene cerrada. La forma en la que se ha dirigido a esa mujer, a Leire Aguirre ha sonado a que detrás hay una historia. Me ha sonado a celos. Pero ni quiero profundizar más en historias pasadas ni creo que me siente bien otro dramón para olvidar el mío. Cambio de tema y ella lo agradece.

Yo-. Y ahora, ¿ te sientes mejor en tu trabajo?.

Leire-. Sí, mucho mejor. Desde que diste con Puente y lo detuvieron, toda esa ansiedad y esas dudas pasaron a otro plano. Me gusta mi trabajo y ahora lo disfruto más. Solo deseo que no nos vuelvan a poner en una situación tan peligrosa y que si eso ocurre, que estemos preparados.

Yo-. Con Paula, ¿ todo bien?.

Leire-. Sí, mejor que bien. Es buena y sabe llevar un equipo. Me fio de ella y me parece muy profesional. Además, ella confía mucho en mí…

Llegamos a Sopelana y empezamos a hablar de cosas mucho más mundanas. Tomamos un refresco y volvemos paseando despacio a la casa. Las tres horas de paseo me ayudan a cansarme físicamente, cosa que agradeceré esta noche y quizá pueda dormir bien por primera vez desde hace mucho tiempo.

El viento susurrará tu nombre. Virginia Zugasti IV. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora