Un apartamento y una guitarra.

14 4 0
                                    

Poco más tarde Gotzon y yo salimos del bar después de despedirnos de Jaume y de su familia. Caminamos sólo cien metros y entramos a un portal. Gotzon no dice nada, pero se sorprende cuando saco las llaves de mi bolso y abro con ellas. En el tercer piso, sin ascensor, entramos. Es mi casa. Fue mi casa. Compré este piso muy poco tiempo después de que mi padre me dejara. Él me había instruido bien en cómo pensaba que debería actuar yo. “No es eficiente ni económicamente sostenible que mantengas tu sola, la casa.” La casa se refería a nuestro hogar en el Tibidabo. Donde él y mi madre me habían criado desde los cinco años cuando vinimos aquí. Vendí la casa y compré este pequeño apartamento. Estaba sin reformar y era parte de una herencia que los herederos estaban ansiosos por dilapidar. Empecé a reformarla completamente sola. Tiré tabiques y piqué las baldosas del baño y la cocina. Restauré el suelo de madera sustituyendo aquellas piezas que estaban demasiado mal. Después empecé a tabicar con una nueva distribución. Dos habitaciones grandes, una cocina pequeña y una sala también pequeña, donde está el balcón, que tiene sol todo el día. Entonces Míriam vino un día a acompañarme para que me cambiara de ropa. Creo que íbamos a salir de fiesta por el barrio Gótico. Se enamoró del piso. Dos semanas más tarde vivía conmigo. Aprendimos a hacer rozas, a meter tubo, a cablear la instalación eléctrica y a montar la calefacción y la instalación de agua. A rasear yeso. A pintar. Tardamos casi dos años en terminarlo desde que empecé a trabajar en él, pero el resultado es muy digno. Hace ya veinte años de la reforma y aún está muy bonito. Cuando entramos, si es cierto que huele a cerrado y hay un ambiente cargado, pero cuando abro las cortinas y las ventanas resucita y vuelve a ser acogedor. Gotzon se queda asomado en el balcón y yo voy a lo que era mi dormitorio. Reviso los armarios. Están, casi vacíos. Míriam me fue enviando casi todo lo que tenía importancia poco a poco a Bilbao cuando volví de USA. Después ella fue una de las veces a visitarme a mi casa, cuando yo ya vivía con Aitor. En ese viaje pasaron muchas cosas malas y alguna buena. Míriam conoció a Raúl y empezaron una relación. Míriam se quedó a vivir allí y se va a casar con Raúl. Y yo voy a ser su madrina. No me lo puedo creer. Ha pasado una vida desde las fiestas que montábamos ella y yo en este piso. De los dramas cuando dejaba a alguno de sus novios. De las risas cuando nos pasábamos noches enteras chismorreando sobre nuestras amigas o sobre los tíos que nos ponían. De las lágrimas cuando mis dragones venían a hacerme compañía. Míriam. Si no hubiera estado conmigo en esa etapa, nada sería igual hoy. Cojo de una de las mesitas un cuaderno y voy a la sala. Míriam no me envió este cuaderno a Bilbao porque nunca ha sabido que existe ni donde estaba escondido.

Gotzon-. Aquí vivías tú, ¿ Verdad?.

Yo-. Aquí viví, aquí me saqué dos carreras, aquí me preparé para hacer un Iron Man en menos de diez horas y media…  aquí pasaron muchas cosas, pero de todo eso hace ya una vida. No queda nada ya aquí, que me ate a esta ciudad. Yo pensaba, yo quería que Míriam se quedara con el piso. Vivíamos las dos juntas aquí hasta que me fui. Pero la vida es así. No quiero que siga vacío. Vamos a ir aquí al lado a ponerlo a la venta.

Gotzon-. ¿ A una inmobiliaria?.

Yo-. Parecido. Ya lo verás.

Al salir, dos calles por encima en un cruce de calles hay un quiosco de prensa. Hoy en día apenas tiene la cuarta parte de periódicos, coleccionables y revistas que cuando yo vivía aquí. Pero el triple de golosinas y paquetes de aperitivos. Dentro hay una señora anciana y muy gorda.

Yo-. Carme, ¿ se mueve algo?.

Carme-. Por dios, lo que ven mis ojos. Deja que te vea bien, porque no me lo creo. Vicky, pequeña, ¿ pero que haces aquí?. Que bien te veo. Y menudo mozo te has echado. A este me lo pasaba yo y no se quejaba.

Yo-. Jajaja no creo, Carme. Es pipo, pero seguro que tú se lo quitabas eso.

Carme-. Hay mare, qué desgracia. Las niñas cada vez más salías y ellos cada vez más pipos. ¿Es que no sabrán ya ni darles canelita?.

Yo-. Es el interné. Que los vuelve atontaus.

Carme-. Ya te digo, nena. Ya ni papeles lee ni dios. Como pa enterarse.

Yo-. Carme, amor. Ando buscando.

Carme-. ¿ Pides o pones?.

Yo-. Pongo la kely.

Carme-. Ya me imaginaba. Llevas en tomar pol culo una guerra. ¿Qué buscas?.

Yo-  Dos atontaus. Que lleven un par de primaveras.

Carme-. ¿ Del pueblo?.

Yo-. Con que sean buena gente…  es pa hacerles un favor.

Carme-. Haberlos… 

Yo- Busco a dos que merezcan la pena, hija.

Carme-. ¿En cuanto?.

Yo-. Pa ti, lo que gustes. Pa ellos lo que puedan.

Carme-. La pequeña del Tato de la villa vieja, anda desquitada. Al tajo va a un banco o yo que sé, abajo en la urbe. El Nene que la trae floja andaba a los amarres en la playa. Buena gente.

Yo -. ¿ Formales?.

Carme-. Ella siempre. Me rondaba por la caseta de cría. Él tuvo un par de años de flojera. Pero ni malean ninguno de los dos ni se tuercen.

Le dejo una tarjeta con mi teléfono para que me llamen y nos vamos a la plaza de la revolución. Nos sentamos en una terraza apartada de unas escaleras. Son casi las doce y media ya. Gotzon me pregunta que ha pasado en el quiosco, porque no se ha enterado de nada. Yo le explico que Carme es una institución, capaz de poner en contacto a cualquiera que quiera vender lo que sea con alguien que quiere comprar eso. Generalmente se lleva una comisión que va en función de la voluntad y del importe de la transacción, pero siempre algo justo. La hija de un hombre que vive en la villa de Gracia se ha enfadado con sus padres o su familia y se ha ido de casa o quiere irse. Trabaja de administrativa en una oficina, que no tiene que ser un banco ni mucho menos. Su novio es portuario o trabaja en el puerto. Son dos críos que seguramente no tendrán más de veintidós años, sin dinero, pero con estudios y trabajo, que quieren empezar a hacer una familia en mitad de una ciudad que está siendo expoliada por la especulación y el turismo descontrolado. Gente que ha nacido y crecido en el barrio y que no es capaz de afrontar la vida en su ciudad. Ni se drogan ni tienen problemas con las autoridades. Justo lo que busco.

Nosotros cambiamos de sitio, pero muy poco. Nos sentamos en una terraza, en una plaza cercana. Mientras nos sacan dos cortados alguien empieza a afinar una guitarra española en las escaleras. No tiene más que la guitarra y un amplificador Richwood. No necesito verlo. Conozco su protocolo y sus costumbres. No tarda mucho tiempo en estar preparado. Yo le pido silencio a Gotzon. Pero desde aquí soy capaz de sentir el fondo y la personalidad de esa guitarra. No es por la forma de afinarla ni por la escala natural en que lo hace. Hay alma en esa madera. No en vano es una Torres.

Yo-. Calla. Espera unos segundos. Afina tus oídos porque vas a escuchar algo único. Si el desayuno de esta mañana te ha parecido algo exclusivo, ahora vas a tener oportunidad de escuchar a un genio tocar la guitarra. Probablemente el mejor guitarrista del mundo y tocando toda una joya. La guitarra que suena es la stradivarius de las guitarras. Es una Antonio Torres. El inventor de la guitarra flamenca y de la acústica moderna. Atento.

Cinco notas, un acorde. Ya ha terminado de afinar y está preparado. Empieza a tocar el adagio de el concierto de Aranjuez. Clava exactamente las notas del concierto que se editó y se hizo famoso, de Paco de Lucía. Esto es importante, porque las clava. Podrías poner una grabación de ese concierto al más agudo crítico musical y no sería capaz de diferenciarlo de este directo. Errores o imprecisiones, incluidas. La acústica del medio es bastante mala, pero la profundidad de la música nos llega nítida. La sonoridad dulce de la madera llena por completo la plaza.

Gotzon -. Suena bien. Es bueno.

Yo-.Calla. Un segundo, por favor.

Justo al final de esa parte, en mitad de un fraseo, dos errores. Dos notas de la escala alteradas. Algo que a quien conoce la canción le rechinaría, pero que en el resultado global son perfectamente armónicas. En siguiente compás, tres notas del mismo acorde y por fin, ahí está. Sin cambiar el tempo. La escala varía en cuatro compases y la melodía es otra. La canción ha pasado de ser obra del maestro Rodrigo a ser la niña bonita del otro maestro, de Paco de Lucía. Entre dos aguas. Todos los turistas que había en doscientos metros a la redonda, ahora están enganchados a su show. Esa introducción hecha a partir de dos canciones famosas son todo el reclamo y nunca fallan. Las usa para llamar la atención y para calentar las cuerdas.

Yo -. Es increíble. Aún toca mejor que entonces. Es más personal, más íntimo y a la vez más fresco y natural.

Gotzon-. Podríamos acercarnos más. Apenas se aprecian bien los matices.

Yo-. No. No quiero que me vea. Es una larga historia. Pero ese hombre, ese artista, todo lo que tiene de buen músico no lo acompañaba en su calidad de persona.

Gotzon-. Vaya. Hay dolor en tus palabras.

Yo-. No, más bien rabia. Hubo, ya no lo siento tan fuerte, tan personal. Hace tiempo, muchos apostamos todo por él. Creíamos en él. Pero él tenía otros planes y nos dejó tirados a todos. Su padre era profesor de música en el Liceo. Cuando descubrió que su hijo era un virtuoso, un superdotado lo exprimió. Le encerraba tocando la guitarra hasta que le sangraban los dedos. Después él empezó a odiar la industria. Y a su padre. Se creó muchos traumas. Pensaba que todo el que quería que su música triunfara, era por propio interés. Eso le costó perder a todos sus amigos.

Gotzon-. Y a ti.

Yo-. Y a Míriam…  eran novios. La hizo mucho daño. Yo le detesté. Le repudié. Pero solo como persona. Escucha esto que viene ahora.

Jordi está terminando la canción de Paco. Otra vez dos errores en el acorde. La quinta y la tercera esta vez. Un sostenido ligado. Un bemol por una nota de la escala natural. Siguiente compás y cuatro de la escala descendente. Tercer compás y ahí está. La canción es otra nueva. Y me reitero, completamente nueva. Esta canción yo, no la he escuchado nunca. La tercera canción que toca Jordi siempre es la primera de las suyas, de las compuestas por él que tocará a continuación en carrusel, ligadas una a la siguiente de forma magistral. Generalmente la canción que más le gusta tocar a él de su repertorio es siempre esta primera. Seguramente esta canción que está tocando sea especial para él. Es muy sencilla en la primera impresión, pero cuando prestas atención está llena de matices, de variaciones, escalas que se reordenan y acordes que crecen poco a poco. La sensibilidad con la que ha hecho arreglos la hace muy atractiva, muy fácil de escuchar, pero magnética. Se empieza a acelerar, a coger magnitud y potencia. Cada vez más agudos, un tempo increccendo y mayor densidad en la partitura. Joder. Está llevando su canción a otro terreno, a otro país, a otro mundo y yo ya he estado en ese mundo. Lo reconozco, porque sí, porque me duele y porque ese mundo fue mi hogar. Ha ido haciendo una transición de la canción inicial llena de matices, llena de complejidades y de asimétricas a esta estructura perfecta y clásica. A fuego, según Míriam. Cum Lauden, era el nombre que le puse yo. Míriam compuso esta canción su último año de Guitarra en el Liceo, donde conoció a Jordi. Era su proyecto final, para el profesor de Guitarra española. Ella acababa de descubrir una canción de Extremoduro que la gustaba. Según ella, empezó a componer esta a partir de los sentimientos que le despertaba la de Roberto Iniesta y por eso la título como la de él. Yo la titulé Cum Lauden porque acerté la nota con la que la puntuaría más tarde su profesor. El día en el que Míriam tocó esta canción en el auditorio, a su padre le dio un Ictus mientras Míriam tocaba su obra maestra en el escenario. Estuvo años sin volver a arañar las cuerdas de una guitarra. Ahora Jordi se ha apropiado de ella y la ha conjuntado con una canción propia. Puede que esto quiera decir mucho para él. Para mí quiere decir que sigue siendo un cobarde que no sabe apreciar lo que tiene enfrente hasta que lo pierde. Y con esta canción perdió a Míriam, a mí y a todos los que le apoyábamos. Creo que he escuchado bastante ya. Nos levantamos y salimos de la plaza esquivando pasar cerca del músico. Mucha gente le está grabando con sus móviles, atienden su arte felices, extasiados. Nosotros volvemos al paseo de Gracia.

El viento susurrará tu nombre. Virginia Zugasti IV. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora