Uno rápido, sobre la mesa de la cocina.

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Aitor se ha quedado dormido a mi lado, pero después ha tenido que ir a atender a Ion cuando se ha despertado de su siesta. Cuando entro en la casa Ion está viendo una película de dibujos animados en la tablet, en inglés y Aitor trabaja con su portátil. Yo beso a Aitor en los labios y él, me mira extrañado. Mi lengua dentro de su boca le ha debido hacer ver mis intenciones.

Aitor-. Estamos solos con los niños.

Yo-. Ion acaba de empezar a ver Cars. Estará concentrado en la peli. Maite aún dormirá un poco más…. ¿ Uno rápido, o me masturbo sola en la habitación?. Estoy cachonda.

Aitor-. ¿ Has tenido algún sueño erótico mientras dormías?.

Yo-. No lo recuerdo bien, pero sí.

Aitor-. ¿ Estaba yo en ese sueño?.

Yo-. No lo sé, seguramente, pero había mucha gente y lo que sí sé es que ese sueño estaba muy bien…  mira.

Me bajo las mallas hacia él, mostrándole mi sexo mientras lo acaricio con la otra mano. Es cierto que estoy cachonda además de mojada. Después de acariciarme, acaricio sus labios con los mismos dedos y Aitor los lame despacio. Yo vuelvo a insinuarme.

Yo-. ¿ Vienes?. Me apetece rápido, fuerte, encima de la mesa de la cocina y con final feliz.

Voy camino de la cocina desprendiéndome de las mallas y cuando apenas he llegado a apoyar una mano en la mesa, empiezo a acariciarme abajo. Aitor se retrasa los dos segundos que ha tardado en cerrar su portátil y venir detrás de mí. Él ni siquiera se quita los pantalones de estar en casa. En cuanto llega por detrás, me penetra. Yo apoyo mi cuerpo sobre la mesa sacando bien el culo para sentir mejor su potencia. Me concentro en sentirlo entrar, en los detalles. Aprieto con todas mis fuerzas para abarcar su erección y la siento nítida. Escucho los sonidos que provoca. Son eróticos, son pornográficos. Quizá esta pequeña farsa de que Ion pueda descubrirnos me excita más de lo normal, pero lo estoy. Su mano estirando fuerte de mi pelo también ayuda y también es verdad que sí que recuerdo algo de ese sueño, aunque poco. Yo estaba en mitad de una especie de fiesta sexual. En el centro de esa fiesta, para ser más explícita. Estaba tumbada boca arriba en una mesa parecida a esta y alrededor había mujeres y hombres tocándome, acariciándome, lamiendo mi piel por todas partes. Una de esas mujeres empezaba a comerme el coño de una forma muy exagerada, con bruscos movimientos y gemidos muy fuertes. En un momento dado a su lado se ponía un hombre desnudo con una polla enorme. Esa mujer alternaba sus atenciones entre mí y ese hombre con su boca. Poco más tarde esa polla entraba en mí y esa mujer volvía a dedicarse únicamente a lamer mi clitorix a la vez. El resto de la gente alrededor de la mesa seguía acariciándome y dos hombres empezaban a besarme, los dos a la vez. Nuestras tres lenguas se peleaban por bailar unidas. Y cuando ellos se separaban un segundo de mi boca para seguir besándose ellos solos yo veía que el hombre que me estaba follando se quitaba y otro ocupaba su lugar. Yo en el sueño empezaba a correrme, pero no paraba. Un orgasmo detrás de otro. Un hombre follándome detrás de otro y mujeres que se alternaban en lamer mi clitorix y mis tetas. Aitor ahora empieza a gemir. Yo le pido que me avise…  lo hace. Esta vez a tiempo para que yo termine de traer su orgasmo con mi boca. Para que pueda sentirlo venir de esa forma. Cada día me gusta más sentirlo así y cada día me reconforta más sentir su semen sobre mí, o dentro de mí. Esta vez todo ha quedado dentro. Yo, mientras me esmero dejar libre de esa esencia su polla me masturbo hasta correrme. Me encanta correrme así, mientras aún le tengo en la boca y fuerzo para meterle entero dentro. Él también lo agradece sujetando mi cabeza por detrás y follándome la boca mientras dura mi orgasmo.

Esa tarde de domingo fue fantástica. Siesta en la terraza con sueño erótico incluido, el polvazo en la cocina y después una ducha, que tampoco estuvo libre de mis propias caricias y atenciones. Algunas veces como esta tarde me gusta jugar con el teléfono de la ducha en la función de chorro a presión apuntando a mi sexo. Esos orgasmos que me provoco así, suelen ser muy liberadores de tensión, muy relajantes. Después jugamos un rato con los niños y nos preparamos para ir a la cena en Aizerota.

Yo al poco de llegar hice mi visita habitual a solas al acantilado, para hablar con Ana, para pensar qué haría ella ante las situaciones en las que puedo encontrarme en cada momento. Concentrarme así en ese preciso lugar, donde dejamos sus cenizas volar al mar, me permite pensar en problemas determinados desde un punto de vista más tranquilo. Tres besos al mar cierran esa conversación. En la casa como todos los años la celebración de ese día es íntima y amable. En esa ocasión, cuando los niños se durmieron después de que Aitor les contara un cuento inventado en el que salían Ana y la cenicienta con Rayo Mcqueen, también hablamos un buen rato de la fundación. Al marcharnos de la que fue la casa de Ana López de Aiala, mi abrazo con su hija, con Aitana lo sentí extraño por delicado, por sentirla a ella más tierna o más cariñosa conmigo de lo habitual, aunque eso parezca imposible. Yo la miré detenidamente después de abrazarnos y en sus ojos vi el mismo color que aprecié en ellos solo una vez antes, el día que nacieron las pequeñas Ana y Nahia. El intenso azul de los ojos de Aitana era más oscuro y tenía un tono poderoso violeta. Busqué en las bombillas de la sala y en las paredes alguna luz que pudiera estar provocando ese cambio de tono, pero no vi nada extraño. La sonrisa de Aitana era todo un bálsamo a cualquier sufrimiento humano. La esencia de la bondad proyectada desde un rostro de mujer. Toda la motivación que pudiera necesitar cualquiera, para seguir adelante. Sigo, con fuerza, adelante.

El viento susurrará tu nombre. Virginia Zugasti IV. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora