🧙Lady Sophie y su prima Jane pertenecen al clan de brujos Grey, que cuenta con poderosas influencias en la corte. Juntas, recorren media Inglaterra para participar en el aquelarre que se celebra en el embrujado castillo de Chillingham. Se trata de...
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Segunda quincena del mes de mayo de 1520. Promontorio del río Loire. Château d'Amboise.
Después de la primera visión en meses, estas arrasaron a Sophie igual que el agua de un río al romperse el dique de contención. A veces observaba a su padre mientras se lamentaba por haber insistido en que fuera la amante de Enrique. Y en otras veía cómo se dirigía al resto.
—¡Por la varita de Merlín! ¿Por qué habéis presionado tanto a Sophie? —el marqués de Dorset regañaba a sus tíos—. ¡Solo habéis conseguido que ella y Jane huyan de la familia!
En otras ocasiones contemplaba a su madrastra cuando, cruel, humillaba a sus medio hermanos, aunque se consolaba al pensar que la horrenda mujer solo los veía unos pocos minutos a la semana. Y disfrutaba al máximo las relativas a su abuela Cecily porque, al contar con el mismo poder, las compartían.
Esta dama sabía utilizar a la perfección las energías cambiantes del universo, de las plantas, de los animales y de los humanos. Y era la persona que le había transmitido estos conocimientos ancestrales.
Todas las noches efectuaba un hechizo de protección para Jane y para ella y el amor que les demostraba ablandaba su duro corazón cuando pronunciaba con sentimiento:
—Recordad, queridas nietas, que os amo más que a mi vida.
Al escucharla se emocionaba. Y contemplaba con nostalgia los destellos de su varita al intencionar el encantamiento. Aspiraba, incluso, el aroma de la salvia que utilizaba para ampliar la potencia.
Se planteaba perdonarlos, pero no por ello anhelaba volver. Se había integrado en la corte francesa y en las últimas fechas Margarita de Valois —que era escritora— le pedía que le tradujera al inglés algunos de sus cuentos. Y Ana Bolena la guiaba dentro de los entresijos de la corte gala y la ponía al tanto de los detalles que a Sophie se le escapaban. Cubría el hueco que dejaba Jane, quien dedicaba agotadoras horas a sus peleas con Bastian.
—¡¿Cómo osáis poneros un vestido de monja?! —El hermano de Guy se mostró anonadado cuando se reunieron para el almuerzo.
—Si consigue que no reparéis en mí, libertino, me lo pondré siempre. —Por la posición de las manos de Jane notaba que se contenía para no arañarlo—. ¡Aunque se convierta en harapos!
—Entonces sí llamaréis más mi atención. —Los ojos del muchacho chispeaban de alegría—. Estaré pendiente de los agujeros por si se os ven las suaves piernas. O quizá, vuestros grandes pechos. Sois pequeña y por eso siempre destacan, aunque llevéis corsé.
—¡Por el tocado de la emperatriz Matilde! Dejadme en paz, deslenguado. —Pero siguieron con el rifirrafe.
Como a Sophie la hartaban estas peleas —y Guy todavía efectuaba unos recados para el rey— los dejó y se fue con Ana Bolena. Ellos estaban tan enfrascados en la discusión que no se enteraron.