Matilde aparece en mi novela como la primera líder del aquelarre de brujas y de brujos. Pero ¿te gustaría saber más sobre el personaje histórico real?
Muchas de las limitaciones sexistas y misóginas que las mujeres hemos padecido y que padecemos en la cultura occidental se remontan a la Biblia. Si analizamos la historia de la creación del mundo, desde el principio nos relegaron. La creación de Dios fue el hombre —Adán— y Eva surgió de la costilla de él. Esta fantasía —porque todos conocemos la teoría de la evolución de Darwin y sabemos que no es así— estableció la presunción de que el género masculino debería mandar. Y, si a esto le sumamos el pecado original, la idea imperante se resumía en que las féminas no debían detentar el poder, porque si lo hacían acabaría en desastre.
Estas presunciones primaban en una organización social donde las mujeres daban a luz a los bebés, y, por lo general, se quedaban a cuidar de la casa y de la familia. En la Europa medieval el estamento dominante era la élite militar. Y siempre se esperaba que los líderes lucharan. Por eso existía la idea de que una mujer, aun si era buena, era más débil que un hombre. Y que necesitaba estar bajo la autoridad masculina para ser virtuosa, pues su naturaleza la empujaba hacia el pecado.
Pero si intentaba mandar no solo no podía liderar a un ejército en el campo de batalla, sino que se consideraba antinatural, alarmante y monstruosa la idea de poner patas arriba la creación de Dios y colocar a una mujer al mando. Se trataba de una suposición cultural que estaba tan arraigada y era tan amplia que no necesitaba ser refrendada por el derecho porque todo el mundo sabía que los líderes eran hombres.
Ni siquiera existía un término en el vocabulario para la reina por derecho propio. La palabra anglosajona reina —cwén— significaba «mujer del rey». Y lo mismo sucedía en latín, donde los términos regina e imperatrix —reina y emperatriz— se utilizaban para la mujer adjunta al rex y al imperator. Se trataba de vocablos derivados para representar una forma de autoridad derivada. Porque cuando la autoridad de una reina se ejercía en nombre de un marido o de un hijo no resultaba tan amenazadora para la masculinidad.
Sin embargo, en un sistema de gobierno basado en el linaje sanguíneo —en la transmisión de padres a hijos— a veces los reyes no tenían hijos varones, sino solo hijas. Y en ese supuesto existían dos principios que se oponían. Por un lado los progenitores debían transmitir el poder real a sus descendientes, pero los líderes debían ser hombres. Si el hijo de un rey era una mujer, ¿qué se hacía?
Y esta es la historia de Matilde. Nieta de Guillermo el Conquistador e hija de Enrique I, rey de Inglaterra y duque de Normandía. Lo más importante fue la forma en la que ella estableció por primera vez un precedente. Cierto es que el precedente resulta confuso porque no logró establecer su autoridad, pero sí la de su hijo. Su reivindicación tuvo como consecuencia diecinueve años de guerra civil entre Matilde y su primo Esteban de Blois, que le arrebató la corona al morir el padre, aunque este no pudo desafiarla por completo porque ella era la heredera legítima del rey anterior.
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LA ESPÍA DEL REY. Amor y traición.
Historical Fiction🧙Lady Sophie y su prima Jane pertenecen al clan de brujos Grey, que cuenta con poderosas influencias en la corte. Juntas, recorren media Inglaterra para participar en el aquelarre que se celebra en el embrujado castillo de Chillingham. Se trata de...