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Leonardo constituye la mejor encarnación del hombre universal renacentista por la multiplicidad de sus conocimientos y la diversidad de intereses. Fue también un rebelde. Supo mostrar como científico, como ingeniero y como artista su independencia frente a las corrientes intelectuales de la época que le tocó vivir. Y en su obra se anticipó tanto en el tiempo que algunos de los inventos tardaron siglos en ser comprendidos y aplicados.
Leonardo nació en 1452 en una pequeña aldea llamada Anchiano —a pocos kilómetros de Vinci— en los dominios de la ciudad de Florencia. Era hijo natural de un notario llamado Ser Piero da Vinci y de una campesina de la zona, de nombre Caterina. Al nacer su padre lo dejó al cuidado de una nodriza, pero después lo educó su madrastra.
Se formó en las artes, las técnicas y la observación de la naturaleza en el taller de Andrea del Verrocchio, bajo la protección de Lorenzo el Magnífico.
En 1476, cuando era pintor independiente, lo acusaron de forma anónima de sodomía junto con otros personajes vinculados a los Médicis. La homosexualidad era un delito que se castigaba con la hoguera o con la mutilación o con el destierro. Se salvó de estas penas luego de estar varios meses detenido. Y no porque la acusación fuera falsa, pues las tendencias homosexuales de Leonardo son aceptadas por los biógrafos del artista. Estos se basan en testimonios indirectos y en algunos dibujos de claro erotismo masculino, aunque también existen evidencias de su contacto amoroso con mujeres. Se cree que la delación se debía a la campaña de desprestigio contra los Médicis. Y estos fueron quienes lo ayudaron a salir del problema.
A principios de 1482 y tras este episodio, le escribió una carta al duque Ludovico Sforza, El Moro, en la que enumeraba sus méritos y se ofrecía para entrar a su servicio. En ella le mencionaba diez puntos con sus capacidades —entre ellas como ingeniero militar e inventor de instrumentos bélicos— y recién al final se refería a sus dotes artísticos.
La misiva le sirvió para entrar al servicio de Sforza y trasladarse a la corte de Milán. Sabía a la perfección que su saber técnico era lo que más le interesaba al duque. Como ingeniero militar Leonardo proyectó una total renovación del armamento terrestre y del naval. Partía de la reciente aparición de las armas de pólvora y sus experimentos de balística le permitieron aumentar el volumen del fuego y la velocidad de la carga de las bombardas. También creó nuevos proyectiles ojivales, granadas explosivas, cañones y espingardas, este último el antecedente de la escopeta. Baste decir que Sforza no tenía la sensibilidad artística de los Médicis.
En los cuadernos de esa época Leonardo escribió:
«Dar órdenes es cosa de caballeros; obedecer, es cosa de siervos».
Allí lo sorprendió la invasión de Italia por Carlos VIII de Francia en 1494. El objetivo del monarca francés, aliado de Sforza, consistía en apoderarse del reino de Nápoles. Y Leonardo se relacionó enseguida con los franceses.