Milagros inesperados

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Lionel y Leonor habían estado buscando este bebé por años, y habían sufrido mucho en su búsqueda, decepciones, impotencia, incluso pérdidas de algunos retoños que no llegaron a ser frutos. Y cada vez que pasaba, se abrazaban cada vez más, cuando uno se caía el otro lo levantaba.


Ella, un día harta de derramar tantas lágrimas le suplicó a su marido dejar de buscar, ya había dado todo por perdido y su cuerpo estaba ya agotado de pelear contra lo imposible.


Convencidos los dos de que no sucedería, empezaron a buscar por otros medios, entre ellos la adopción, pero era tan o más frustrante que buscar tener un hijo de forma natural. Tal era la negación y al mismo tiempo la aceptación de que ambos eran infértiles, que al quitarse eso de la mente hizo que aquella mañana en el consultorio de la doctora García, los dos quedarán sin palabras al oír que esperaban un bebé, que estaban ya en el primer trimestre de embarazo. Igual, ninguno de los dos quiso aferrarse mucho a esta nueva esperanza. Pero los meses pasaban y el niño o niña en camino se aferraba a la vida con todas sus fuerzas.


Para Lionel ver a su mujer con aquella barriga que parecía asomar cada día un poco más, era como si el sueño máximo de su vida se estuviera haciendo realidad, que al final todo el dolor había valido la pena.


Pablo era un pediatra muy reconocido, no solo por su experiencia si no por su amor y paciencia con los infantes. Si, él había estudiado esta carrera por amor, amaba su profesión con toda su alma y esos pacientitos eran como los hijos que no había podido tener aún. Había sufrido un duro golpe amoroso que lo dejó herido quizás de por vida. La mujer que había elegido para formar una familia no tenía los mismos planes que él, y no tuvo mejor idea que comunicárselo dos días antes de la boda, a través de una carta que le dejó sobre la mesa antes de abandonarlo. No quiso luego de eso volver a formar una pareja, de ninguna especie.

Cuando no estaba trabajando se dedicaba a las salidas nocturnas y a las relaciones de una noche, sin compromiso, sin ilusiones. Dormía con quien le diera un mínimo de amor para después dejarlo solo al amanecer. Para él era el plan perfecto, sin compromiso, no hay dolor. O eso pensaba. Ya que todo dolía, la soledad, y el deseo de tener una familia que nunca lo dejarían. Pero al otro día vería esos ojos divertidos y esa inocencia infantil que le hacía olvidar, que las personas lastimaban y mucho.

Cuando muchos se preocupaban de la soledad de Pablo, él parecía no sufrirla, aunque a la noche en su departamento, solía tomar un vino en el balcón deseoso de algún día encontrar alguien a quien abrazar.

Cuando Lionel y Leonor desayunaban en la cama, él tenía como costumbre poner su mano en la panza de su mujer y al parecer el niño al que decidieron llamar Tadeo Le encantaba, y comenzaba a moverse, no podría nadie en la tierra poner en palabras la felicidad que sentían ambos al sentirlo.

El nacimiento de Tadeo fue perfecto y soñado un bebe con una pelusita rubia y todo colorado le dijo hola al mundo un 15 de febrero, y sus padres empezaban una aventura que traería consecuencias inesperadas. Claramente aquel hecho tanto para Lionel como para Leonor era la cúspide de la felicidad y el alcanzar aquella meta de ser una familia, como siempre lo habían soñado.

Quizás lo que ninguno sabía es que tres años después del nacimiento del pequeño, Lionel sería llamado como dt en Argentina. Y allí con todo su amor Leonor lo acompaño, como siempre lo hacía dejando todo atrás, sentía que no tenía raíces, que ella era la que debía renunciar a familia y amigos, vivía en todos lados y en ninguna parte, sumándole al hecho de que su carrera había quedado en segundo plano, porque nunca podía asentarse en ningún lugar.

Por otro lado, en bs as, Pablo crecía en su prestigio como pediatra, pero perdía prestigio en lo sentimental, su amiga Lorena se preocupaba de que nada le durara, y cada vez se volviera más insensible. La acumulación de heridas en su corazón había hecho que el cordobés se armara una armadura de hierro que solo era posible ser atravesada por la sonrisa de un infante. Y muy por dentro, él estaba triste, y en las noches de soledad se permitía a veces llorar.

Lorena hablaba con él y trataba de que este se abriera un poco, pero era imposible, incluso ella estaba a punto de desistir en su intento por acompañarlo, ya que, por no demostrar debilidad, algunas veces podía llegar a ser hiriente.

¿Lionel podría seguir manteniendo la familia por la que tanto había luchado y con la que tanto soñó?, ¿hasta que punto el amor de Leonor podía acompañarlo?, ¿podría Tadeo ser la unión de algo que parecía resquebrajarse como una casa vieja?, ¿sería él quien siguiera tratando de que todo siguiera a flote, se daría cuenta de todo lo que su mujer estaba sufriendo o la felicidad de aquel trabajo deseado le nublaría la vista?, no todos los días te llamaban para dirigir a la selección.

¿Pablo encontraría en algún momento aquel hombro en el cual apoyarse?, ¿sanar sus heridas, y dejar de tener de compañía a la soledad?, ¿podría Lorena hacerlo entrar en razón y hacer que este testarudo puercoespín se deje querer por una vez?

El destino obra de forma misteriosa, y estos dos hombres, aparentemente opuestos, lo descubrirán. Aprenderían que una curita podía curar más de un raspón, y algunas veces, un beso en una herida, si puede calmar el dolor.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora