Darse cuenta

137 15 10
                                    



Pablo estaba con el café en el consultorio, y cuando Carina, la secretaria le dejó la lista de pacientitos, el tomó con apuro busco el apellido Scaloni, pero no lo encontró. Se fue hacia atrás en su silla.

¿cuánto hacia que no sentía esas cosquillas en la panza, o que no se podía sacar a alguien de la cabeza?, la imagen del dt concentrado en el menú y haciendo esa mueca con la boca volvía una y otra vez a su mente y siempre ocasionaba la misma sonrisa en su rostro. Generalmente solía olvidar el nombre de sus parejas nocturnas con mucha rapidez, quizás era un mecanismo de defensa. Y trataba desplegarlo con Lionel, no se quería enganchar, porque sabía que de alguna manera iba a terminar herido, pero le estaba costando, aquel fornido, gentil y triste hombre simplemente lo tenía agarrado de las narices.

Cosa que Lionel ni se imaginaba, él estaba concentrado en su trabajo para hacer de cuenta que cada día dolía menos. El fin de semana Leonor le había dejado a Tadeo y verla, siempre era como si le clavaran un cuchillo y lo revolvieran dentro de su corazón.

Estuvo los dos días atento a su hijo, disfrutando las hamacas de su nuevo hogar, y mientras lo veía ir venir pensaba que se perdía años de crecimiento en un día, cada vez que lo veía, el niño estaba más alto y había aprendido mil cosas nuevas. Charlaba con el de cosas como dinosaurios y autitos. Disfrutaba muchísimo a sus 45 años convertirse en un nene y jugar en el piso con él, aunque después sus rodillas le pasarán factura, Tadeo era su única fuente de felicidad, a lo que se aferraba para levantarse todos los días.

No les había contado a sus amigos pero los días en que estaba solo solía sentarse en la cama y sentirse vacío, las ganas de levantarse cada vez eran más escazas. Todo eso que no podía contar, no podía expresar por vergüenza, o por no mostrar debilidad, al fin de cuentas acumulaban peso en su espalda.

Sonreír siempre fue el mejor maquillaje para la tristeza, todo el mundo puede fingir una sonrisa, y Lionel lo hacía a la perfección.

Ayala se acercó a él en el medio de un entrenamiento:

- Che,¿ hoy estás con Tadeo?- los dos miraban a los jugadores entrenar driblings para el próximo partido:

- no, mañana viene- meneo la cabeza: - chicos, tienen que proteger la pelota, vamos despiértense- les grito y después volvió a su amigo:- ¿porque?- Ayala tenía las manos en los bolsillos y se hamacaba de atrás para adelante:

- es que pensábamos con Samuel que por ahí podrías sumarte al fulbito de los martes- Scaloni lo miro:

- no jodas Fabián, termino muerto después del laburo- el ratón meneo la cabeza con pesar:

- te va a hacer bien Lionel, te despejas te divertís- le palmeo la espalda: - dale, veni hoy a la noche y después decidís si seguís o no, ¿queres? - Lionel lo miro de reojo y poco convencido y le chisto en la cara:

- no sé, voy a ver, cualquier cosa te aviso- con eso al Ratón le alcanzaba, al menos lo iba a pensar.

Pero Lionel no pensaba, o no se daba el tiempo de pensar en salir, o en divertirse.

Pablo saco su teléfono y no había mensajes nuevos ni siquiera el que esperaba, ya estaba acercándose la hora de volver a casa, afuera el atardecer teñía todo de un rosado pálido. Se asomó y le pregunto a su secretaria si había algún otro paciente, pero el consultorio estaba vacío. Se quitó el ambo blanco, lo miro, lo acomodo, en el bolsillo tenía un prendedor de elefantito que sostenía su credencial: "Doc. P. C. Aimar. Matrícula...." sonrió y lo guardo en su bolso. Tenía que tenerlo limpio para el día siguiente.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora