Arrancámelo

83 8 0
                                    



¿Cómo se hacía para desandar toda una vida, para barajar y dar de nuevo, para aprender todo otra vez, o por primera vez? ¿seria demasiado tarde para un tipo de cuarenta y cinco años, que recién ahora se animaba a aceptarse? ¿Cómo arrancarse de su conciencia esa idea de que amar a otro hombre era un crimen? ¿cómo cerrar la puerta de una relación que disfrutó y lastimó en partes iguales?

Esa era otra cosa, porque una cosa era asumir que, durante años por pudor, se negó a si mismo y a su sexualidad, y otra cosa muy diferente era aceptarlo y amigarse con ello. Cuantas cosas para una sola mente y un solo cuerpo que además tenía que estar concentrado en el ultimo amistoso de Los Ángeles. Había leído que allí había algunos bares gais, y pensó que podría una noche ver como se movía ese mundo al que siempre perteneció, pero nunca quiso entrar. Era solo probar, ver, saber y aprender, ¿o no?

La decisión la tenia bien guardada, y nadie sabía, quería escabullirse del hotel cuando todos estuvieran dormidos, pero en su cabeza surgía el miedo de que todo saliera a la luz. Por lo que habló con un conserje del hotel para pedirle por favor que lo ayudara, pero que sea lo mas discreto posible, que nada de lo que planearan o sucediera saliera de su boca, el conserje, un muchacho cubano, lo entendió perfectamente, y se ofreció el mismo a serle de guía y acompañante.

A medida que se acercaba el momento, había una ansiedad y nerviosismo que recorría todo el cuerpo de Lionel, y porque no, cierto miedo también, por momentos miraba el reloj, caminaba para la puerta de la habitación del hotel esperando con todo su ser en tención el golpe en la repetido y al mismo tiempo rogaba que el conserje de nombre René se hubiera olvidado del acuerdo que habían hecho aquella mañana. Pocas veces se había sentido tan dubitativo y dividido en dos. Cuando escucho los tres tocs- tocs cortitos en la puerta se quedó helado, pensó y luego caminó lento, como queriendo detener el tiempo en cada paso, cuando abrió encontró a aquel moreno cubano con una sonrisa amplia y blanca.

- ¿está listo don? – le preguntó, Lionel lo miró en silencio cuando René ya estaba poniendo cara de confusión:

- Si, si, listísimo- le dijo tomando su campera de jean negra, aunque una voz socarrona y burlona le decía en su mente "meeeennntiraaa".

Salieron de la habitación y el conserje lo guio por la escalera de servicio hasta la cocina, mientras pasaban se escuchaba solo algún que otro ruido aislado, ya todos estaban durmiendo y todo parecía flotar, como en pausa, en suspenso, Lionel escuchaba y sentía los latidos fuertes y rápidos de su corazón retumbar en sus oídos. Nunca en su vida había hecho una locura semejante, y mientras más avanzaban más adrenalina sentía y más aterrado estaba, podría haberse detenido ahí y pedir disculpas para volver a su habitación, pero ahora sentía una urgencia por saber todo lo que se había perdido aquellos años de auto represión:

- Jamás me hubiera imaginado que usted...- le dijo René caminando junto a él, el dt se alarmo, con terror, como si el cubano hubiera descubierto que había matado a alguien:

- ¿eh? No, no. Me da curiosidad ver como son esos lugares- el conserje sonrió pícaro:

- Señor, con todo respeto, no se ofenda, pero si tiene curiosidad es porque algo le despertó interés y generalmente nos interesa lo que nos gusta- Lionel lo miró de reojo y simplemente guardo silencio, ya estaba metido hasta el caracú y no tenia posibilidad de escape, era tarde para arrepentirse.

Salieron por la puerta de atrás del hotel y el dt notó que René había dejado su auto lo suficientemente cerca como para que no tuvieran que caminar demasiado y exponerse. Abrieron las puertas del auto, un modesto Gold negro, al cual entraron. Por suerte los vidrios del coche estaban polarizados. Lionel no podía hacer que su corazón se calmara, algo muy dentro de él le decía que estaba cometiendo un gran error y que cada paso que daba lo enterraba más.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora