Miradas

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Pablo estaba allí, sentado acariciando el cabello húmedo de Lionel que dormía en la cama con la cabeza apoyada en su mano izquierda, con su camisa negra mojada, desprolija y con un par de botones desprendidos, una sonrisa en el rostro del cordobés denotaba su felicidad. Si alguien le hubiera dicho cuatro horas atrás que su noche terminaría de esa manera, se hubiera reído a carcajada limpia. Trató suavemente de quitar la mano debajo de la cabeza del dt, pero este gruñó y la tomó apretujándola aún más: "no me dejes Leonor" dijo balbuceante el pujatense y el corazón antes feliz del de rulos ahora se había hecho trizas, no era a él a quien se aferraba, era al sueño de su ex mujer.

Pensó que no debía estar allí, nunca debió acceder a sentarse a su lado, salió como pudo del somier se fue al pasillo y sintió curiosidad de ver cómo era el hogar de Lionel, comenzó entonces a recorrerlo, había transitado la mitad del pasillo hasta la habitación del dt una hora antes, así que más o menos esa parte la conocía, bien frente a la habitación principal estaba la de Tadeo, se asomó a la puerta y busco la llave de luz y al encontrarla y prenderla se encontró con un tierno payaso pintado en la pared: " pero la puta madre" trato de no gritar, pero no pudo controlar el temblor y el escalofrío que le recorrió el cuerpo, apagó la luz y cerró la puerta, solo así sabía que no sentiría que esa criatura del demonio lo seguía.

Continuó su tour, descubrió que muy alejado a su departamento, aquel lugar gritaba padre por todos lados, era realmente un hogar, no solo por las hamacas del patio, que era bastante amplio la verdad. Un par de peluches en el sillón de dos cuerpos, un autito eléctrico al lado del ventanal, la cocina limpia y ordenada, un vasito de River y otro de la selección hicieron que el pediatra sonriera tiernamente. Cuando se dio vuelta y vio todo en panorama y perspectiva, sintió que todo allí era acogedor, era como un abrazo, quedó mirando por un momento todo aquello con una sensación de un sueño que jamás podría cumplir, pero que le parecía hermoso a la vista. Se dispuso a irse y tomó las llaves, pero sintió pasos arrastrados por el pasillo, y luego un golpe, corrió y encontró a Lionel en el piso del baño, con la ceja sangrando:

- Juro que el inodoro se movió- le decía aun en un tono ebrio, Pablo se dispuso a moverlo y sentarlo apoyándolo en la bañera mientras Lionel lo observaba embobado, Pablo tomo la toalla de mano y se la dio al dt:

- Ponete esto, voy a buscar el botiquín a la camioneta, no te muevas. ¿entendiste? – lo miró fijamente a los ojos:

- Fua, flaco. Que mirada más potente y linda tenés- se miraron un momento en silencio, Pablo sintió que todo el cuerpo le estallaba, pero Lionel largo una carcajada tremenda que le hizo recordar que el pujatense tenía un pedo para quince:

- sí, dale Lionel, no jodas y haceme caso, no te muevas de acá que yo ya vengo- salió corriendo del baño. Mientras Lionel en su ebriedad, había quedado tildado mirando la puerta pensando en lo que había dicho, su risa fue para disimular su incomodidad, y para que Pablo pensara que era joda, más allá de que el cordobés tenía actitudes ambiguas, el tampoco entendía muy bien lo que estaba sintiendo, ni que le estaba pasando, pero realmente era verdad que la mirada del hombre de rulos desordenados, era intensa, potente y linda.

Pablo llegó a la camioneta y se frenó un momento, se apoyó en el vehículo. Ya no sabía qué hacer con su cuerpo o con su mente, estar cerca de Lionel era ya una hermosa tortura, poder verlo y hablar con él era maravilloso, amaba su compañía, le gustaba, pero al mismo tiempo no poder besarlo, acariciarlo estar con él en todas sus formas y en todas las formas, lo estaban volviendo loco.

Lionel seguía mirando la puerta como atontado cuando vio a Pablo con el botiquín en la mano, solo ahí movió la vista y sonrió como si hubiera aparecido alguien que hacía tiempo que estaba esperando. El cordobés se arrodilló del lado derecho del dt, con mucho cuidado tomó la mano que sostenía la toalla sobre la herida, las manos suaves del riocuartence tomaban y movían delicadamente la mano derecha, tosca fuerte y de dedos grandes del santafesino que no dejaba de mirarlo atontado, concentrado en la mirada que el pediatra tenía fija en la herida.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora