El Vacío.

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El vacío.

Pablo se despertó antes del amanecer y abrazándolo había una chica rubia durmiendo, la miro un momento y luego acomodó el cabello que la joven tenia sobre su rostro. Con mucho cuidado trató de salir de la cama, se sentó en el borde suavemente, se pasó las manos por el rostro y se levantó, su cabeza era un monólogo imparable de pensamientos, desde los nervios porque aquella tarde vería a Lionel hasta el preguntarse qué carajo estaba haciendo con su vida, esa rutina ya lo estaba cansando, se sentía en un loop eterno, un día de la marmota en que lo único que cambiaba era el o la acompañante.

Caminó por su departamento, un lugar que gritaba soltero por todas partes, su habitación con baño en suite era de un color gris claro, la cama siempre bien armada y con un acolchado verde oscuro. Al cruzar la puerta se podía ver un living comedor moderno, una mesa pequeña y cuadrada con no mas de cuatro sillas, y sillones de líneas rectas y angulosas de un color jaspeado en tonos azules combinando con el celeste claro de las paredes, un desayunador de granito blanco con banquetas altas y negras, servía de divisor de ambientes, a una cocina con otra mesa esta vez redonda con dos sillas, un balcón con algunas plantas, de esas que no requerían mucho cuidado como suculentas y cactus.

Después de prepararse su café al levantar la vista de su taza se encontró con la muchacha rubia que se había puesto su camisa, Pablo la miro un momento y luego le negó con la cabeza:

- No, no, no, sacatela...- se quedo pensando en el nombre:

- Débora. Qué ¿no te gusta? – le dijo apoyándose de manera provocativa en la mesa de la cocina, Pablo volvió a negar con la cabeza y arrugando la nariz, ella se acercó a él y comenzó a morderle el cuello suavemente, pero a el riocuartence no se le movía un pelo, sentía que la chica lo estaba invadiendo y le estaba molestando bastante su actitud provocadora.

- Débora, anda a sacarte la camisa – la separó de él, ella lo miro enojada y fue presurosa a la habitación, cuando Lorena entro al departamento:

- Sos un bestia, un estúpido, un pajero – se escuchaba despotricar a la joven desde la habitación, Lorena lo miró y solo se comunicaron así porque se entendían a la perfección, cuando Débora salió de la habitación vio a Lorena que le sonrió amablemente: - idiota- se despidió de Pablo y se fue pegando un portazo haciendo caer el cuadro de Jean Miró que había allí junto.

- ¿café o té? – pregunto Pablo encendiendo la pava eléctrica:

- Un té y una explicación estarían genial, yo pongo las facturas- dejo el paquete sobre la mesa y se sentó

- Se puso mi camisa- Lorena se tomó el rostro: - y cuando le dije que se la sacara se hizo la sexy y después vino acá a morderme el cuello- le explicó Pablo de absoluta reprobación y enojo: - le repetí que se sacara la camisa, y bueno... vos viste lo que paso- le dijo sentándose y dándole la taza de té a su amiga:

- Una desubicada- Pablo asintió, se quedo en silencio con la mirada perdida, esa mañana se había despertado sintiéndose totalmente vacío y harto, Lorena solo lo observaba en silencio: - ¿estas bien vos? – le preguntó al cordobés que se movió como si hubiera caído otra vez en la tierra.

- ¿eh? si, si- hizo una pausa y busco algo para cambiar de tema: - hoy voy a atender al hijo del dt – le comentó, la cara de su amiga se volvió pícara y Pablo se puso bordo: - no seas pava, sabes que no va a pasar. Está separado – amplió la información y su vecina abrió los ojos enormes: - basta Lorena- se levanto de la mesa: - no me quiero enganchar porque se que al tipo no le gustan los tipos – se puso a lavar su taza mientras por dentro deseaba con toda su alma estar equivocado, que quería sorprenderse, que ese santafesino un día estuviera frente a él haciendo esa mueca hermosa, o escucharlo reír y esta vez poder verle la sonrisa, sacudió la cabeza reprochándose a si mismo los pensamientos, no, nada de fantasías.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora