El sueño siempre vence al miedo.

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Pablo sintió la patita de Nino en la nariz y que luego le restregaba la cabecita en el rostro, abrió los ojos, unos ojos verdes gatunos lo miraban fijamente reclamando comida. El pediatra suspiró, se acomodó en la cama poniéndose de costado, para volver a dormir y vio junto a él a Lionel, lo tenía allí tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, como si ya se hubiera ido. Estiró la mano y tomo la mano que el dt dormido tenía frente al rostro, los ojos marrones y adormilados del más alto se abrieron lento y sonrió, Aimar sintió que de repente amanecía otra vez, pero dentro de la habitación. Ese sol era nuevo, más brillante, cálido y gentil, esos ojos eran profundos, sentía que lo envolvía con la mirada en un campo de algodones.

Lionel quedo rendido ante la mirada clara y dulce que tenía frente, como las primeras luces del día se reflejaban en los ojos de Pablo eran un espectáculo hermoso, la naturaleza misma no tendría nunca un paisaje más maravilloso para admirar. Quería guardarse todo dentro, pedirle al tiempo que se detuviera, matar a quemarropa cada reloj existente. Como extrañaría esa voz, ese calor, esa dulzura, ¿Por qué tenía que quedarse sin luz ahora que la había encontrado? Se preguntó. Cerró los ojos un momento, quizás si volvía a dormirse, el tiempo pararía allí, quizás el poder de su amor podría hacer milagros. Sintió un beso chiquito en la frente, volvió a abrir los ojos para encontrarse los ojos pardos de Pablo mirándolo llenos de una chispa excitante:

- Buen día- le dijo el de rulos con una sonrisa:

- No me digas buenos días, eso significa que hoy a la noche me voy y no te voy a ver por ¿Cuánto? – se preguntó en voz alta: - un mes, un mes y medio, no, me rehusó, dijo cruzando los brazos- Pablo rio, y el dt lo miró, un mes sin esa risa, no podría, tenía la risa casi tan musical, dulce y tierna que la de Tadeo, para él en ese momento las dos personas más importantes en su mundo eran ellos:

- Dale que te tengo una noticia, vamos a desayunar- le dijo Pablo dándole una palmada en el muslo.

- ¿Cuál? – dijo ahora curioso Lionel. Pablo solo hizo la seña de silencio y se levantó yendo a la cocina, siendo seguido por un Nino hambriento y un dt lleno de preguntas, y lo estaba disfrutando. Hizo todo a su tiempo, sonriendo como un niño, observando la cara de confusión de Lionel, quería comerlo a besos, pero se contuvo, mientras servía el café carraspeó:

- ¿vos te acordás esa charla que tuvimos una mañana parecida a esta? - pensó: - vos me dijiste exactamente estas palabras "no necesitas una Daniela o un Lionel para ser padre" ¿te acordas? - Lionel asintió, Pablo suspiró hondamente como tomando coraje para contarle la noticia: - bueno... - hizo una pausa: - empecé los trámites de adopción- Lionel pegó un salto de alegría y en dos segundos lo estaba abrazando y alzando en el aire, no pudo evitar que se le escaparan unas lágrimas de emoción:

- Vamoooos, ese es mi pediatra- le dijo mientras Aimar reía a carcajadas, después se frenó y lo miró fijo: - ¿en serio fue por lo que yo te dije? – Pablo asintió:

- Me hiciste dar cuenta que tenía la misma cantidad de miedo a ser padre que deseos de serlo, que lo único que lo impedía era yo mismo. Como el miedo a amarte, y mira, nos arriesgamos los dos y acá estamos, amándonos. Si eso sucedió puedo ser padre ¿o no? – Lionel no entraba en su cuerpo de la felicidad que tenía, así que lo único que le salió hacer fue darle un beso apretado y apurado, como aquel primero que le había dado hacía unos meses, y cuando se separaron lo miró a los ojos:

- Te amo- y lo dijo de una manera tan llena de orgullo tan enamorado, como nunca se había sentido, saber que Pablo había dado ese paso tan importante, asumir que tenía miedo y superarlo para por fin cumplir su sueño de ser padre, le recordaba a él que supero el miedo y asumió quien era para poder amarlo con libertad.

Curitas para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora