capitulo 1

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Por Dios, no recordaba lo tranquilizante que era que la vida no tuviera rumbo alguno, sin preocupaciones y sin estar alerta de quienes están detrás de uno.

La soledad es lo único que me importa.

Me puedo acostumbrar a esto.

Llevaba casi una hora sentada en la banca detrás del mostrador, con los pies en este y descansando. Por la ventana a un lado atraviesa la luz solar ligera de la tarde, por ellos no es molesta.

Pienso buscarme una vida, solo necesito un poco de ayuda, como este trabajo.

Es una librería a la que llego justo cuando en el reloj en la pared marca las 2:00 pm. Dejo mis cosas en el cuarto de descanso, en un casillero que me pertenece, y me quedo de cinco a seis horas en el lugar.

Mi jefa y dueña de este sitio, se va en cuanto llego y siempre dice: «Asegúrate de revisar la lista de devoluciones». No parece querer darse cuenta de que, por mucho, pasan una o dos personas por aquí.

Miré hacia el resto del establecimiento; vacío como siempre.

Llevaba puesta una camiseta gris holgada, por lo que la corriente de aire se sentía helada sin importar que encendí el aire acondicionado. Eso no sale de mi paga ni en el recibo de luz, de modo que puedo anivelarlo a mi gusto.

No iba a dormirme, así que tome un manga de una pequeña pila en el mostrador, los cuales debería acomodar en su sitio, y comencé a leerlo.

Al pasar tres minutos en la primera página, acepté que no iba a ser capaz de terminarlo. Solo comencé a pasar las páginas una tras otra juzgando los dibujos.

Usualmente me encuentro situada dándole la espalda a la puerta de cristal, pero arriba hay una campana que anuncia a quien entra y sale. Aquí viene tan poca gente que ni siquiera recuerdo cómo suena.

Eché la cabeza atrás y me cubrí los ojos con un brazo, para que la luz no me diera directo en los ojos.

Estar aquí, hace que la vida pase más lenta de lo de por si.

Llevo trabajando en esta especie de librería-biblioteca un total de 20 días. Mintió me recomendó este sitio porque era tranquilo, solo que no pensé que tanto, además, la dueña, una mujer de 40 años, divorciada y sin hijos, si no mal recuerdo, es conocida suya y aceptó darme el empleo.

El lugar donde laboraba antes era más entretenido. Era un bar, yo fungía como mesera, pero la música en vivo era agradable y el ambiente solía ser pasajero, el problema era que el horario era de 8:00pm a 4:00am. La paga era buena, en cambio, no valía las escasas horas que dormitaba en mis tiempos libres porque, tanto como dormir, no dormía.

En fin, no dejé ese lugar porque yo quisiera...

Bajé los pies y me puse de pie en cuanto escuché la campanilla.

Encendí la computadora por si era necesaria o se trataba de mi jefa. Tengo que hacer algo que me dijo, es que no recuerdo qué.

—Buenas tardes —saludó una voz femenina.

—¿En qué le puedo ayudar? —pasé de largo el saludo. A veces está de más.

—Vengo a devolver este libro —de su bolso sacó un libro y lo puso en el mostrador.

—¿Cuando se lo llevó? —pregunte abriendo el texto en la última página para ver el código.

—... No lo recuerdo.

La miré

—¿Hace una semana, menos? —sugeri buscando en el pequeño estante donde guardamos las tarjetas de préstamos correspondiente a cada libro y que se queda aquí cuando es prestado.

En el vino y el café /FREENBECKY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora