Capítulo 18

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—¿Tu familia está bien? —preguntó Rebecca en cuanto entramos a su habitación.

Cerró la puerta y me dió una bebida.

—Igual que siempre —tomé asiento en la misma mecedora colgante.

Abajo estaba nada más su mamá, quien solo me saludó y la chica le dijo que estaríamos aquí arriba.

—Si eso significa que están bien, me alegro —subió a la cama y se sentó sobre las piernas cruzadas—. No creo que recuerdes todo lo de la hoja que te dí, y no te preocupes, solo léela de vez en cuando. ¿Tienes alguna pregunta para mi? Algo que quieras saber?.

—... En realidad no.

—... Es difícil no ofenderte por eso —dijo para sí misma.

Creí que todo lo de esa lista es lo único que necesito saber de ella y de por sí hay muchas cosas innecesarias.

—Bueno, solo es curiosidad —Recordé algo—. La última relación que tuviste, ¿en serio te afectó?

Tomó un sorbo de su bebida.

—Algo así. Yo estaba realmente enamorada y ella... solo estaba jugando conmigo. Lo más duro fue que todos en la escuela de entonces lo supieran. Por eso es que algunos ya tenían antecedentes de mis gustos y lo nuestro no hubiera tenido ese tipo de problema —se refiere a los señalamientos o inconformidades con una pareja de chica y chica en nuestra relación.

—¿Hace cuánto fué?

—Cuatro meses. Era una compañera que tenía en un curso de idiomas al que iba. Ella es Americana y estaba estudiando Tailandés. Yo fuí su tutora, así nos hicimos cercanas.

No fue tanto loq ue pregunté.

—Entiendo.

—Ya no importa —divagó, cambiando de tema. Se puso de pie, ha ka la caja del buró, sacó un sobre, se aproximó y me tendió la mano. Antes de que lo tomara, me lo arrebató, por lo que la miré. — No me metí porque dijiste que necesitas el dinero, pero no creas que no estuve al tanto de que te la pasaste toda la semana vendiendo artículos en el baño del ala de estudios, con Nam y Heng.

—No lo voy a volver a hacer —aseguré.

—¿En serio? —me dió el sobre.

—Si, ya no tengo nada que vender —mascullé, guardando el dinero. Levanté la cabeza y la ví sonriendo.

—¿Quieres quedarte a cenar?

—No, gracias.

—Entonces te acompaño a la puerta.

Bajamos y en la sala estaba el padre de Rebecca, abrazando por la espalda a la señora, quien intentaba seguir haciendo la cena.

—¡Freen! —expresó al verme y soltó a la señora—. Que gusto verte hija.

—Igual —señalé mi cabeza —. Se cortó el cabello.

—Ella si se dió cuenta! —se dirigió a su esposa e hija. Me reí por lo dramático que eso se escuchó.

Para recordar a las personas, me ayuda tener en cuenta si cabello. El del señor era un poco más largo la semana pasada.

—¿Te quedas a cenar? —me ofreció la señora y, de no tener a Rebecca a la derecha, habría jurado que la que preguntó fue ella, porque dijo casi lo mismo u con la misma voz.

—Tengo que volver temprano —me disculpé.

Salí con la chica hasta la puerta.

No hizo falta que dijera nada, me dí cuenta; le avergüenzan sus padres. La verdad es que a mí me parecen agradables.

En el vino y el café /FREENBECKY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora