Capítulo 11

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En clase de gimnasia, por lo que había pasado la semana anterior, la profesora no me dejó  participar en el partido, de modo que solo fuí a comprar una botella de agua en la máquina expendedora, para Nam, porque me la pidió.

—Oye —me hablaron justo cuando me levanté luego de tomar la botella que salió y brinqué del susto, lo que casi me hace soltar la botella, Volteé y ví a la Presidenta, quien se acercó, —¿Era en serio tu pregunta?

—Si.

—¿Lo quieres hacer?

—En lo absoluto, pero necesito el dinero.

—... ¿Pensaste en todo lo que implica? —preguntó con expresión angustiada. Creí que ella era la que estaba segura de esto.

—La verdad, no —confesé, dándole muy poca importancia.

—¿Lo vas a hacer si o no?

—... —rodeé los ojos y luego la miré,¿ Que más da?. —Si

—Excelente —sonrió— No podemos hablar de esto aquí, así que iré a verte a la librería, en la tarde, ¿estás de acuerdo?

Asentí.

Regresé a darle la botella a Nam, en El momento exacto en que terminaban el partido de baloncesto.

—Nos quedamos a diez —se quejó.

—¿Que esperabas sin mí? —ciestioné. La chica enserió e intentó abrazarme, a lo que me alejé porque está llena de sudor y ensuciarme era su intención.

Más tarde. En la librería, estaba acomodando los libros fuera de su sitio. Con eso suelo enfocarme mucho porque el orden que siguen es un código y el único patrón es la clasificación del contenido. Si fuera alfabéticamente, sería más sencillo.

Había dejado la chaqueta de piel sintética en la habitacion de descanso, llevaba una camisa blanca, holgada, además el aire acondicionado estaba encendido y, aún así, hace calor.

En el pasillo, estaba tratando de hacer espacio para meter un libro y escuché la campana de la puerta.

Debe ser un cliente, aunque la Presidenta dijo que vendría...

—¡Hola! —gritó de repente al asomarse al pasaje. Ahora sí solté lo que traía en las manos, además puse una mano en mi corazón.

Recogí el texto y me acerqué.

—No vuelvas a asustarme así —dije, señalandola con el libro en la man, después la pasé de largo.

—Eres muy sensible con eso, ¿cierto? —me siguió al mostrador.

—Creo que sí —dejé el libro y le señalé la sala para que tomara asiento, algo que hice yo también, enfrente de ella.

—Bien —se retiró la chaqueta blanca y comenzó — Como ya te expliqué, si tú y yo fingimos tener una relación así de cercana, va a tener el impacto necesario que nos va a beneficiar a las dos; yo me voy a ganar la obediencia de todo el alumnado por el miedo que te tienen a tí y tú vas a mejorar tu reputación por el respeto que a mí me tienen. Es muy sencillo —aseguró con confianza.

—¿Lo haremos de un día para otro?

—¿A qué te refieres?

—Apenas hemos hablado en el instituto, la mayoría no sabe ni que nos conocemos.

—Eso no importa.

—Importa si pretendes engañarlos.

—Pretendemos —corrigió— Vas a estar conmigo en esto. No sé te olvide.

En el vino y el café /FREENBECKY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora