capítulo 3

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Quien me recibió, me permitió dejar mi equipaje dónde siempre, debajo de su escritorio, y me pidió esperar al juez.

Tomé asiento en un sofá, entretenida en revisar si había más ofertas de empleo y nada.

—Señorita Chankimha —me habló la secretaria. Apagué mi teléfono por completo —. Ya puede entrar.

—Gracias.

Entré a la pequeña sala, dónde se encuentra el juez, con el redactor y el abogado que lleva mi caso.

—Bienvenida, por favor, tome asiento — indicó el juez.

Me situé dónde siempre y mi abogado nada más hizo un gesto como saludo.

—Su señoría —comenzó el hombre —, esta mañana le fué enviada la recopilación de actividades semanales de la señorita Chankimha. Cómo puede ver, se ha mantenido en regla y con labores en favor de la sociedad.

—La pelea en el bar Los Soles, ¿Enfrentó la demanda? —preguntó el juez.

Esa pelea realmente no fue un problema mayor, en cambio, considerando los verdaderos motivos por los que estoy aquí, se lo tomaron muy en serio.

—No, como le expliqué en su momento, fue un malentendido que quedó aclarado. El dueño del establecimiento no presentó cargos porque no había tales.

El juez revisó la documentación de dicha recopilación de actividades, en silencio, luego de un momento, se volvió a dirigir a mí.

—Señorita Chankimha, ¿Como describe su sitio en la sociedad?

¿Qué?

—Estoy... buscándolo —respondí —. Cometí los errores que cometería un adulto y ahora tengo que vivir la vida de uno. Si no estoy trabajando, estoy en el instituto o aquí y eso me mantiene ocupada. Todavía estoy buscando mis aspiraciones...porque quiero un futuro que pueda opacar todo esto.

Posterior a un par de minutos deliberando, el juez solicitó atención para dar la resolución de esta sesión.

—La sanción no va a reducirse ni el lapso para finiquitarla —dijo de antemano. —El caso 717 va a entrar en proceso de cierre definitivo —al escuchar eso, sentía que podía volver a respirar—. La próxima seción la haremos saber los resultados.

—Gracias, su señoría. —habló el abogado.

El juez concluyó y pude salir de la sala.

Salí con la secretaria a firmar mi asistencia en el informe de hoy. Uno de los motivos por los que alivia que marche bien es que no me llamen entre semana, de por sí es agotador venir hasta aquí cada sábado.

—Aquí tiene —le devolví la hoja ya rubricada.

—Gracias —La recibió y me entregó mis cosas—. Que tengas un buen día —me deseó.

Caminé a la salida encendiendo mi teléfono. Papá sabe que estoy aquí, así que no tarda en llamarme...

—Freen —escuché que me hablaron. Volteé y ví a mi abogado detrás de mí. Me quedé de pie hasta que se terminó de acercar —. ¿Vas a tu casa?

—Si.

—... ¿Ya desayunaste?

No hizo falta que preguntara dos veces, de hecho, casi todos los sábados me invita a desayunar en un restaurante que está cerca y solemos hablar de mi situación. Me da muchas recomendaciones sobre lo que puedo o no hacer. De hecho, de él fue la idea de cambiar mi apariencia, para que se creyeran la de «quiero ser como cualquier otra persona».

En el vino y el café /FREENBECKY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora