Capitulo 6

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Nam se colgó de mí hombro, ella conoce a Anon, lo ha visto, solo que nunca se lo he presentado y ellos no la conocen a ella, ni a Heng.

-Dios, te pareces tanto a tú mamá -musitó Anon, mirándome.

Tensé la mandíbula y desvíe la vista.

-Anon -murmuró Ariana, quien lo tomó del brazo y este se dió cuenta de lo que acaba de hacer.

-Perdón, no quise...

-Si se van a quedar, pueden tomar asiento ahí -señalé una mesa. -Los atenderé en persona.

Sin poder más con la incomodidad, los tres fueron a la mesa.

-¿Que pasó? -me preguntó Nam.

-... Nada -dije y me dispuse a trabajar.

No quería que vinieran, no los quería aquí, esperaba que se fueran, de la escuela si era posible, sin embargo, solo fuí amable y los atendí como al resto de los clientes.

-¿Que tienes? -Heng fue el segundo en querer saber.

-Nada -tomé el pedido en la bandeja.

Fuí a dejarles tres bebidas a Anon y a su familia.

-¿Por qué no nos dijiste? Pudimos venir antes -aseguró el sujeto.

Linette lleva un disfraz de Alicia en el país de las maravillas, lo que me hace suponer que hizo una obra, entonces no, no podían venir antes.

-Fue de último momento -rspondí -¿Necesitan algo más?

-Estamos bien -contestó Ariana.

Volví con Heng a dejar la bandeja.
Recargué las manos en la barra y suspiré. De verdad me gustaría que se fueran ya.

-Freen -se me acercó la Presidenta, -si no te sientes bien, puedes...

-Estoy bien -dije y fuí a la segunda mesa a recoger el pago, al igual que los vasos.

Anon me llamó.

-¿Cuánto debemos? -solicitó.

-Corre por mi cuenta -aseguré.

-Pero...

-No puedo cobrarles nada.

-... Bueno -accedió poco convencido.

Anon y Ariana se pusieron de pie y eśtaba esperando para recoger la mesa, en cambio, en cuanto Linette se incorporó, por reflejo puse una mano en su hombro, obligándola a volver a sentarse.

-¡Oye! -su queja en voz alta hizo a todos en el aula prestar atención.

Retiré mi mano solo para quitarme el chaleco y no pregunté, nada más hice que se lo pusiera, después la tomé de la muñeca y salí con ella, llevándola a la fuerza hasta el sanitario más cercano. En todo el camino, fue quejándose del tirón.

Entramos y cerré la puerta.

-¡¿Que te pasa?!

-Te manchaste -indiqué sacando un par de servilletas del dispensador, mismas que humedecí.

La chica se quitó el chaleco, se puso de espaldas en el espejo y vio la marca rojiza en su falda.

-Dios -se angustió.

-Date la vuelta -me recargué sobre la rodilla izquierda, a lo que Linette frunció el ceño.

-¡No!

-Lo que sale de aquí cada mes es exactamente lo mismo -señalé mi entrepierna. -Date la vuelta.

En el vino y el café /FREENBECKY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora