La Cita que No lo Es

559 34 8
                                    

—¿Me dejarás pasar? - dijo, señalando hacia dentro de la habitación, con una sonrisa juguetona que sabía que me incomodaba.

Negué con la cabeza, cerrando un poco la puerta, dejando que mi rostro fuera visible solo a través del estrecho hueco. Si la situación fuera diferente, tal vez lo habría dejado pasar. Pero en ese momento, mi habitación estaba un desastre, y no quería que viera ese caos.

—¿Por qué debería? - respondí, intentando que mi tono sonara molesto, aunque sabía que era una mentira.

—Para estar más cómodos. - Su voz era tan calmada, tan segura de sí misma, como si lo que dijera fuera una verdad irrefutable.

—Yo estoy muy cómoda aquí. - La mentira me salió más fácil de lo que pensaba, aunque en realidad, me sentía agotada. Ni siquiera tenía fuerzas para sostener la puerta correctamente.

—¿Qué tienes? ¿Estás molesta? - Su pregunta era suave, pero tenía algo en el tono que me ponía nerviosa. Sabía que ya lo había adivinado, pero quería oírlo de mis labios. Y lo peor era que, aunque odiaba admitirlo, en el fondo sabía que tenía razón.

Su sonrisa seguía allí, un tanto burlona, como si disfrutara ver cómo me incomodaba.

—Una hora en el salón esperando, para que no llegaras. Y ahora, estás aquí, tocando mi puerta como si nada. ¿Eso no es un buen motivo para estar molesta? - Mi voz había subido de tono sin que me diera cuenta, y me di cuenta de lo fácil que me había dejado llevar por mi frustración.

Vi cómo sonrió aún más al escuchar mis palabras, confirmando lo que ya había previsto. No pude evitar sentirme vulnerable, como si hubiera caído en una trampa de la que no sabía cómo escapar.

—Me dieron una misión de imprevisto. El tiempo se me fue volando, pero aquí estoy. - La manera en que lo dijo, tan tranquilo, me hizo querer gritarle por la desconsideración, pero sus ojos seguían fijos en los míos, y no podía mirar hacia otro lado.

—Pero debías estar en la puerta de mi salón. - Exclamé, alzando la voz, pero no lo suficiente para gritar. Sin embargo, me di cuenta de lo tensa que se había vuelto la atmósfera entre nosotros, como si estuviera a punto de estallar.—Lo sé, lo siento. Juro que esa misión no estaba planeada. - Ahora su tono era más suave, casi arrepentido, pero algo en su mirada me decía que, en el fondo, no se sentía tan culpable.

—Pudiste avisarme, para que no estuviera esperando como una tonta. - Mis palabras se escaparon antes de que pudiera detenerlas, y cuando abrí un poco más la puerta para salir y cerrarla detrás de mí, me di cuenta de que mi intento de intimidarlo no había dado resultado. En lugar de eso, me sentía aún más vulnerable, como si él tuviera el control de la situación.

—Baby. - Su voz sonó tan baja y suave que me hizo estremecer. Sus manos se posaron en mi rostro con una delicadeza que me dejó sin aliento. ¿Cómo podía decirme eso con tanta naturalidad? ¿Cómo podía hacerme sentir tan expuesta y, al mismo tiempo, tan viva?

—¿Qué? - Pregunté, intentando mantenerme firme, aunque algo en mi pecho se encogió al escuchar esa palabra. Sabía que debía sentirme distante, pero la cercanía de su cuerpo, el roce de sus dedos sobre mi piel, me desarmaban.

—No tengo tu número. - Sus palabras fueron simples, pero la manera en que las dijo, tan honestamente, me hizo sentir aún más vulnerable.

—Pudiste haberlo buscado. No era tan difícil. - Respondí, pero mis ojos recorrían el pasillo en busca de algo, alguien, algo que me distrajera de la intensidad de su mirada. No me atrevía a mirarlo demasiado tiempo, no porque quisiera evitarlo, sino porque temía que si lo hacía, perdería todo control.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora