Lo que queda en silencio

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Jamás pensé que acercarme a Yuta a esa hora sería una idea tan... peligrosa. No peligrosa de verdad, claro, pero peligrosa para mi estabilidad emocional.

Cuando abrió la puerta, sus ojos todavía tenían ese brillo somnoliento, y su cabello estaba desordenado de una forma casi insultantemente perfecta. Ahí estaba yo, cargando mis libros como si fueran una excusa sólida para justificar mi presencia, mientras él me examinaba de arriba abajo.

—¿Te desperté? —pregunté, tratando de sonar casual, aunque mi voz salió más como un susurro culpable.

Él arqueó una ceja, y una sonrisa que no auguraba nada bueno se formó en sus labios.
—No, para nada. Estaba practicando cómo dormir de pie.

Ese sarcasmo, junto con su mirada directa, me hizo mirar al suelo. Ya estaba perdiendo la batalla, y apenas habíamos empezado.

—Disculpa... quería pedirte ayuda para estudiar. Tengo un examen mañana y... bueno, se me fue la hora —balbuceé, sintiendo cómo mi cara empezaba a arder.

Yuta soltó un pequeño resoplido, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo. Dio un paso hacia adelante, apoyándose en el marco de la puerta, lo suficientemente cerca como para que sintiera el calor que emanaba de él.

—¿Estudiar? ¿A esta hora? —repitió, inclinando la cabeza, y esa sonrisa suya se volvió aún más pronunciada—. Estás loca.

El tono burlón me hizo querer retroceder, pero mi cuerpo parecía anclado en el lugar.

—Ya te expliqué las razones, perdón... —intenté justificarme, aunque mi voz no sonaba muy convincente.

Antes de que pudiera decir algo más, Yuta levantó una mano y desordenó mi cabello con una confianza que me dejó sin palabras.

—Eres imposible, Suyen. —Sus dedos se deslizaron de mi cabello a mi mejilla, deteniéndose justo lo suficiente como para que mi corazón comenzara a latir más rápido—. Deberías estar durmiendo.

Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, el silencio se llenó de algo más. Algo que no estaba segura de cómo manejar.

—Pero el examen... —comencé, intentando romper la tensión, aunque apenas podía pronunciar las palabras.

—Voy por ti a primera hora —interrumpió, su voz más baja ahora, casi como si estuviera hablándome al oído—. Repasamos antes de clase. ¿Contenta?

Intenté asentir, pero ni siquiera estaba segura de si había movido la cabeza. Entonces, como si quisiera asegurarse de que no escaparía, Yuta dio otro paso hacia adelante, cerrando aún más la distancia entre nosotros. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba sin camisa. Su piel brillaba bajo la luz tenue del pasillo, y yo, como una tonta, no podía apartar la mirada.

—¿Sabes? —dijo de repente, inclinándose un poco más cerca—. Siempre me pregunto por qué te sonrojas tanto cuando estás conmigo.

—No... no es cierto —respondí automáticamente, aunque sabía que mis mejillas estaban más rojas que nunca.

—¿Ah, no? —preguntó con una sonrisa traviesa. Su mano se deslizó hasta mi barbilla, obligándome a mirarlo directamente. El calor de su piel contra la mía era abrumador—. Entonces, ¿por qué estás así ahora?

Estaba a punto de responder algo, cualquier cosa, pero las palabras simplemente no salían. Su mirada, tan intensa y directa, hacía que cada parte de mí se sintiera expuesta.

—Debería irme... —murmuré al fin, aunque no estaba segura de si realmente quería moverme.

—¿Irte? —Su tono era bajo, casi un susurro, pero había algo en él que me dejó clavada en el lugar—. ¿Por qué te pones tan nerviosa, Suyen?

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora