cadenas invisibles.

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—Te lo advertí, Suyen... —La voz de Yuuta resonó como un eco frío en la habitación, cada palabra cargada de una mezcla de reproche y desolación—. Te dije que esto pasaría, pero no te importó. Claro, ¿por qué habría de hacerlo? Ya no soy tan importante para ti, aunque lo digas.

El aire en mis pulmones se tornó pesado, cada respiración se convertía en un tormento al escuchar sus palabras. El remordimiento se apoderó de mí. ¿Por qué había salido con Inumaki? Yo sabía que esto no terminaría bien.

—Por favor, Yuuta, no digas eso —susurré, mi voz temblorosa—. Fue solo una salida. Comimos un helado, nada más. Tú sabes cuánto te amo, pero… así como tú tienes misiones y dejas que esas chicas coqueteen contigo… yo puedo salir con un amigo, ¿o no?

Sus ojos oscuros se clavaron en los míos, su mirada cargada de una furia contenida que me desarmó. Sin previo aviso, llevó una mano al puente de su nariz, exhalando con dureza antes de avanzar hacia mí. Su presencia me acorraló contra la fría pared blanca de mi cuarto, sus manos firmemente posadas en mis hombros.

—Lo mío es trabajo. —Su voz era baja, casi un gruñido, y cada palabra era un golpe directo a mi pecho—. No tiene nada que ver con salir a seducir a alguien que sabes perfectamente está enamorado de ti, Evangely.

La confusión me golpeó como un balde de agua fría. Mis cejas se fruncieron al procesar sus palabras. Entonces lo escuché. Ese nombre.

—¿Evangely? —Mi voz apenas contenía el enojo creciente que empezaba a burbujear en mi interior—. ¿Quién demonios es Evangely, Yuuta?

Lo vi tensarse. Su error fue evidente en la manera en que sus ojos se ensancharon antes de suavizar su expresión con un suspiro forzado.

—Suyen, mi amor…

—¡No me llames así! —espeté, liberándome de su agarre con un movimiento brusco. Sin pensarlo, levanté la mano y mi palma chocó con su mejilla en un golpe que resonó en la habitación.

El sonido del impacto fue seguido por un silencio sepulcral. Me quedé inmóvil, mi respiración agitada mientras mi mano aún temblaba. Yuuta llevó los dedos a su mejilla, sus ojos oscuros ahora llenos de una emoción que no podía descifrar: rabia, incredulidad, y algo más profundo, algo más oscuro.

—Evangely es la chica que salvé en mi misión esta madrugada. —Su voz era fría, cortante como el filo de un cuchillo—. ¿Por qué me has golpeado? ¿Te estás volviendo loca?

Di un paso atrás, mis piernas flaqueaban bajo su mirada implacable, pero él no me dio espacio. Avanzó con una decisión inquietante, su sombra cerniéndose sobre mí como un presagio. Cuando mi espalda chocó con la estufa, sentí el borde metálico contra mis caderas. Antes de que pudiera reaccionar, sus manos me sujetaron con fuerza por la cintura y me giraron bruscamente, haciéndome chocar contra la isla de la cocina.

El impacto me dejó sin aliento, un dolor punzante recorriendo mi espalda. Todo en su mirada y en su fuerza decía que estaba fuera de control, como si algo en él hubiera finalmente quebrado.

—¿Qué estás haciendo, Yuuta? —logré murmurar, mi voz apenas audible.

—¿Qué crees tú que estoy haciendo? —espetó, su aliento cálido rozando mi rostro mientras su agarre se hacía más firme—. Estoy tratando de entender por qué siempre eliges herirme. ¿Qué más necesitas que te demuestre para que confíes en mí?

Sus palabras estaban llenas de dolor y frustración, pero detrás de ellas había algo más: un amor desesperado que lo consumía. Un amor que, en ese instante, se sentía más como una cadena que como un refugio.

Era un amor que dolía tanto como amaba.

Confiar en él… Claro, yo era la insegura, la tonta, la loca. Él solo cumplía con su deber, mientras yo me entretenía en salidas insignificantes con amigos. Yo era el problema, ¿verdad?

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora