La Línea Entre el Deseo y la Inocencia

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Le mostré la pantalla de mi celular a Yuta, emocionada por una foto que acababa de encontrar. Era un vestido rojo que me pareció precioso, y no pude evitar preguntarle:

—Mira, ¿está bonito, ¿no?—

Yuta apartó la vista de su propio teléfono, donde estaba escribiendo algo, y dirigió su atención hacia mi pantalla. Asintió suavemente mientras una de sus manos seguía enredándose en mi cabello.

—Es lindo. ¿Lo quieres?— Su voz era baja, cargada de cansancio. Había llegado de una misión hace apenas un rato, y aún así estaba aquí, en mi dormitorio, como si no hubiera otro lugar en el mundo donde quisiera estar.

Sacudí la cabeza, dejando escapar una pequeña risa.

—Estoy ahorrando para otra cosa. No puedo darme el lujo de un vestido de marca por ahora. Bueno, sí podría, pero prefiero que me sobre dinero a que me falte ese día.—

Él apagó su teléfono y lo dejó en la mesita de noche a su lado. Luego se acomodó con tranquilidad, hundiendo su rostro contra mi pecho. El simple acto me arrancó una sonrisa, aunque también me hizo notar lo exhausto que estaba. Podía sentirlo en su respiración pausada, en la forma en que su cuerpo buscaba descanso sin terminar de ceder.

—¿Y para qué ahorras, si puedo saber?— preguntó, su voz amortiguada contra mi piel. Su pregunta era sincera, aunque también cargada de curiosidad. Sentí sus ojos levantarse hacia mí por un instante antes de cerrarlos de nuevo.

—Es para un día especial. Tengo varios gastos en marzo.— Traté de sonar despreocupada, esquivando cualquier detalle que pudiera delatar mis verdaderas intenciones.

—¿Día especial?— Alzó la vista con un leve brillo en los ojos, a pesar del evidente cansancio. —¿Es para mi cumpleaños?— preguntó, dejando entrever un atisbo de ilusión.

Reí y decidí jugar un poco con él.

—No, para el mío.— Respondí con una sonrisa traviesa.

Yuta soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza.

—Tan detallista como siempre...— murmuró antes de hundir nuevamente su rostro en mi pecho. Una de sus manos se deslizó hasta pellizcarme suavemente el costado, arrancándome un pequeño respingo.

—¡Ahora menos te voy a dar algo!— protesté, fingiendo indignación.

Pero mis manos seguían acariciando su cabello, deslizándose con cuidado entre los mechones oscuros mientras él suspiraba profundamente. Era como si con cada exhalación dejara ir el peso de los días que había pasado fuera.

—Mi bonita es tan cruel conmigo...— musitó, su voz apenas audible mientras una sonrisa se formaba en sus labios. Podía sentirla contra mi pecho, esa calidez que solo él podía traer.

El apelativo hizo que mi corazón se detuviera por un segundo. "Mi bonita" resonó en mi mente como un eco que no quería que desapareciera.

—Ya duérmete antes de que te corra de mi dormitorio.— Intenté sonar severa, aunque no pude ocultar la sonrisa en mis labios.

—Ya estoy dormido...— murmuró, dejando escapar un bostezo que, esta vez, sonó genuino. Sus palabras, aunque simples, cargaban una calidez que llenaba todo el espacio.

Seguí acariciándolo, perdiéndome en el ritmo de su respiración, en la tranquilidad que emanaba de su presencia. Ese momento, tan simple y cotidiano, era un refugio que habría querido conservar para siempre.

Tenía planeado algo diferente para ese día, tal vez salir juntos o pasear por la ciudad en su auto. Quería llevarlo a un lugar que coincidiera con su estilo: algo elegante, cómodo, donde pudiera relajarse después de todo lo que había pasado. Pero verlo así, tan vulnerable y cansado, me hizo cambiar de opinión. Tal vez no necesitábamos nada más que esto: el calor de su cuerpo sobre el mío, su respiración acompasada y la certeza de que, por unas horas, no habría misiones ni preocupaciones que interrumpieran nuestra calma.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora