꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu

"Bonita, ¿Verdad?"

"Por la acera", murmuró Yuta, y con ese simple gesto, me hizo moverme instintivamente. Su mano, cálida y firme, se posó sobre mi cintura, empujándome suavemente hacia su lado, alejándome del borde de la acera. Mis pasos seguían los suyos, aunque mi mente se mantenía inquieta, oscilando entre la curiosidad y la incomodidad. Caminábamos por calles familiares, pero hacia un destino que no podía prever. Solo lo seguía, sin preguntas, como si en ese preciso momento, su dirección fuera la mía.

—¿Y está muy lejos? —No pude evitar preguntar, el ansia de saber me mordía la lengua. No era que no reconociera las calles, era la incertidumbre sobre a dónde nos dirigíamos lo que me mantenía alerta, sin poder soltarme de esa sensación de desconocimiento.

—No recordaba lo ansiosa que te ponías en el camino. Tomaremos un taxi. —Yuta giró la cabeza por un instante, su sonrisa burlona brilló por un segundo. La percepción de que se divertía con mi ansiedad hizo que el cosquilleo de nervios se intensificara en mi estómago.

—Solo decía... Si tengo buena resistencia. —Respondí, medio bromeando, aunque mis tacones me decían lo contrario. Era inevitable que la incomodidad de esos zapatos se hiciera presente después de un rato.

—Que yo recuerde, no. —Yuta no dejó espacio para discutirlo, y su tono juguetón, cargado de confianza, me hizo sonreír involuntariamente.

—¿Por qué no compras un auto? —La pregunta salió sin pensarlo, un simple comentario al aire, pero me sorprendió su respuesta.

—Porque me da miedo. —Dijo con una calma que me desconcertó, como si lo estuviera revelando por primera vez, con una sinceridad inesperada.

¿Miedo? ¿Un hechicero de clase especial, poderoso, temeroso de algo tan cotidiano como manejar un auto?

—¿Miedo? —Lo repetí, mi voz temblorosa entre la incredulidad y la curiosidad. No lograba entender cómo alguien como él podría temerle a algo tan mundano.

—¿Eres un hechicero de clase especial y te da miedo manejar? —Pregunté, casi con tono juguetón, pero al ver la mirada en su rostro, esa mirada que se tornó melancólica, algo se encendió en mi interior, y la sonrisa que había comenzado a formarse se desvaneció.

—Me da miedo atropellar a alguien. —La respuesta fue sencilla, pero en la simplicidad de esas palabras había algo que me golpeó con más fuerza de lo que esperaba. Su vulnerabilidad se filtraba entre sus palabras, una frágil rendición a una verdad que no había compartido con nadie.

El recuerdo de lo que Megumi me había contado sobre el anillo de Yuta, el peso de ese objeto, el vínculo con Rika, llenó mi mente con un susurro sombrío. En ese momento entendí, aunque no lo quisiera, por qué esas palabras me dolían tanto.

—No creo que lo llegues a hacer. —Tomé su mano cuando me la ofreció para cruzar la calle. Era un gesto sencillo, pero con una carga emocional que se sintió más intensa de lo que pensaba. Era su manera de asegurarme que, a pesar de sus miedos, no me pondría en peligro. No como él creía.

Me sorprendió el hecho de que, a pesar de todo lo que le rodeaba, Yuta aún tuviera esa necesidad de proteger, de tomar control de esas pequeñas acciones, como si, de alguna forma, yo fuera frágil, y él el único capaz de mantenerme a salvo. Algo en mí se resistió, pero por alguna razón, confiaba en él más de lo que debería.

—No es algo de creer. —Me apretó la mano, su voz cargada de incertidumbre. Pero algo en su mirada, algo en el gesto de su mano sobre la mía, me hacía sentir que, en ese momento, las dudas se disipaban.

—Entonces no lo harás. Yo lo sé. —Respondí sin titubear, mi voz suave pero segura. Fue como si de algún modo, hubiera decidido que confiaba en él, incluso si no lo conocía tanto como quería.