La ausencia de Yuuta se volvió un peso insoportable en mis días. Sus leves coqueteos, sus abrazos cálidos, sus risas contagiosas, sus besos y caricias... cada uno era un eco persistente en mi mente, un fantasma que visitaba cada vez que respiraba profundamente.
Mensajes, llamadas, videos y fotos... nada, absolutamente nada, lograba llenar el vacío. Quería poder viajar en ese instante, cruzar cualquier distancia y arrojarme en sus brazos para no soltarlo nunca. Yuuta era mi refugio, el que envolvía mi corazón en una manta de amor, ternura y una calidez que solo él sabía ofrecer.
Estaba tumbada en la cama, los brazos extendidos a ambos lados, el rostro hundido en la almohada. Mientras tanto, su voz llenaba el espacio a través del teléfono. Estaba explicándome cómo resolver los problemas matemáticos de la tarea, pero su voz era un bálsamo y una tortura a la vez.
—Y por último, solo divides y pones el resultado en la gráfica —dijo con paciencia, pero al no recibir respuesta soltó un suspiro cansado. —Bonita, ¿estás anotando lo que te digo?
Por supuesto que no. Ni siquiera había sacado el lápiz. Era solo una excusa para hablar con él desde temprano, aunque, en el fondo, sí necesitaba su ayuda.
—¿Esto llevaba gráfica? —murmuré, mi voz apagada.
Yuuta guardó silencio un instante, pero no preguntó. Ya sabía la respuesta. Habíamos hablado de esto antes, durante esos dos meses interminables. Sabía cómo me afectaban mis inseguridades, mis crisis, y esos terribles días de menstruación que parecían amplificarlo todo. Mi mente, siempre jugando en mi contra, insistía en imaginar que Yuuta estaba mintiéndome o que había encontrado a alguien más. Era absurdo, lo sabía, pero el golpe en mi pecho era tan real como el aire que respiraba.
—Bonita, no quiero que bajes tus calificaciones, ¿sí? —dijo con ese tono lleno de consuelo que usaba solo para mí, como si estuviera ahí, acariciando mis cabellos alborotados que tanto le gustaban.
Pero no estaba aquí. Y su ausencia era un hueco que se hacía más grande con cada día que pasaba. Ya no había nadie para regañarme en la comida, ni para reírse de mis intentos fallidos por combinar ropa. Las noches eran eternas, los entrenamientos, insoportables. Me estaba apagando, pero no quería verlo.
—Yuuta... —lo llamé en un hilo de voz.
—¿Ujum? —respondió, atento como siempre.
—¿Podría ir yo a visitarte?
El silencio que siguió me heló los huesos. Apenas podía oír el canto lejano de unos pájaros tras la ventana.
—Suyen, sabes que...
—¿Y bonita? ¿Dónde quedó "bonita"? —lo interrumpí, mi voz temblaba de rabia y tristeza—. ¿Ya no soy tu bonita? ¿Ahora alguien más es tu bonita?
Un respingo frustrado escapó de su lado de la línea, y yo enterré el rostro más profundamente en la almohada, tratando de ahogar mi propia voz.
—Bonita, no puedes venir a verme. No paso mucho tiempo en estos dormitorios... —su voz se suavizó, casi como una caricia. Pero yo sabía que no estaba diciendo todo.
La verdad era evidente. Apenas dormía. Había mencionado, entre risas, que tenía ocho horas para descansar, pero usaba cuatro de ellas para hablar conmigo. Si me lo confesaba, me culparía. No quería ser una carga más en su vida.
—No tiene sentido que solo los mandaran a ustedes dos —susurré, frustrada.
—Ustedes necesitan proteger Japón. Nosotros solo fuimos prestados por un tiempo —dijo con esa empatía tan suya, esa que me hacía amarlo y odiarlo a partes iguales.
ESTÁS LEYENDO
꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu
Fanfiction"¿Posesivo? Solo estoy cuidando de ti para que sigas a mi lado"
