Entre el Deseo y la Despedida

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Desde el momento en que Yuuta y yo regresamos de la cena, su comportamiento cambió de una manera que no podía ignorar. Apenas cruzamos el umbral de mi dormitorio, me envolvió en un abrazo apretado, su cuerpo encajando con el mío como si fuéramos piezas de un rompecabezas. Aún llevaba puesto el vestido que había elegido con tanto esmero esa noche, y ni siquiera tuve la oportunidad de cambiarme antes de que él me acorralara en la cama. Su peso descansaba sobre mí, sus brazos rodeándome con una intensidad que mezclaba ternura y posesión.

—¿Por qué te pusiste ese vestido? Te ves hermosa, pero no quiero que alguien más te vea así.— Su tono era una mezcla entre un reproche infantil y un ruego desesperado.

Sonreí suavemente, dejando que mis manos subieran y bajaran por su espalda en un intento de calmarlo.

—Lo compré para salir contigo, no para quedarme en casa. Además, ni siquiera es provocativo— respondí, intentando razonar con él.

Sin embargo, Yuuta no parecía convencido. Sus manos, que hasta ese momento habían permanecido quietas, comenzaron a recorrer la curva de mis caderas con un sigilo casi reverente. Luego levantó la vista para encontrarse con la mía, su ceño fruncido reflejando una mezcla de disgusto y deseo.

—¿No es provocativo? Tu cintura está exquisitamente pronunciada, como si intentara coquetear conmigo. ¿Qué quieres dar a entender?— Su voz era grave, casi un susurro, pero cargada de intención.

—Que eres un pervertido por pensar en eso, aun cuando llevo algo tan elegante.— Mi risa escapó en un tono victorioso, disfrutando del pequeño triunfo en nuestra batalla verbal.

Él puso los ojos en blanco y volvió a hundir su rostro en mi pecho, refugiándose en mí como un niño mimado buscando consuelo.

—Claro que no. Estoy seguro de que cualquiera lo habría pensado.— Sus palabras, a pesar de ser una excusa, estaban impregnadas de una dulzura que me desarmó.

El silencio llenó el espacio entre nosotros, pero no era incómodo. Podía sentir el peso de sus pensamientos, los cuales parecían orbitar en torno a algo que no se atrevía a decir. Yo, por mi parte, disfrutaba de esa versión de él tan vulnerable y demandante. Era un contraste encantador con su apariencia seria y majestuosa.

De pronto, su voz rompía el silencio, suave y cargada de melancolía.

—Te voy a extrañar. Extrañame mucho, ¿sí?— Sus palabras enviaron un escalofrío por mi cuerpo, y de inmediato un nudo se formó en mi garganta.

—Lo haré, te lo prometo.— Apenas pude murmurar, intentando contener la emoción que amenazaba con desbordarse. Pero mi esfuerzo fue en vano. Yuuta, siempre atento, alzó el rostro para mirarme y descubrió mis ojos cerrados con fuerza y mis labios temblando.

Sin decir nada, comenzó a dejar suaves besos por todo mi rostro: en la frente, las mejillas, la nariz, los párpados, y finalmente en los labios. Cada uno de ellos era como un antídoto contra la tristeza que me consumía, un recordatorio de que, aunque la distancia nos separaría, su amor seguía siendo mío.

—No llores, por favor. No quiero verte así— susurró con desesperación, mientras sus labios seguían buscando los míos en un intento por consolarme.

Abrí los ojos y, al hacerlo, las lágrimas que tanto había contenido comenzaron a caer sin control. Avergonzada, llevé una mano a mi boca para ahogar los sollozos y aparté la mirada, incapaz de enfrentar su preocupación.

—Entonces no te vayas, Yuuta. No me dejes.— Mi voz era apenas un murmullo, quebrada por la emoción.

Él suspiró, frustrado, y con cuidado cambió nuestra posición. Ahora era yo quien descansaba sobre su pecho, sintiendo el ritmo constante de su corazón bajo mi oreja. Sus manos encontraron su camino hacia mi cabello, peinándolo con una ternura infinita.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora