Capítulo #4

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El lento carrusel, la estrella gigante y todos los cachivaches de la feria se abarrotan en las pupilas de Bertha Pinoquia, la pequeña nieta del señor Radamés, una niña misteriosa, que era como un juguete traído de otro planeta. 
Bertha tenía 5 años ahora, un cuerpo torneado y menudo, piel blanca, nariz larga y afilada, de allí sacaron el apodo de pinoquia, pudo ser llamada también blanca nieves por los labios rojos y el pelo negro, desentonando éste que a diferencia de un lacio cabello, tenía crespos semejantes a alambres de púas y en la cara se le amontonaban muchas pecas. Toda ésta extravagancia la hacía una belleza rara.
Su abuelo prometió llevarla a la feria el día de su cumpleaños, y cumplió. Radamés era anciano, tenía 70 años y un negocio de relojería, vivían cerca del río y el mercado, a las afueras de la ciudad. Su única hija se marchó del pueblo siendo adolescente con su madre, nunca volvieron, ni se tuvieron noticias de ellas. El hombre se hizo viejo en la soledad de su tienda, hasta tres años atrás que apareció con Berhta sentada en la carretilla de hacer las compras y desde entonces la niña corretea entre los clientes siendo la admiración de todos. Bertha parece una muñeca hecha vida y esta fantasía parece gustarles a todos los pobladores porque nadie se detuvo nunca a preguntar de dónde había llegado aquella chiquita.

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