ELLAS A TRAVÉS DE MÍ

Capítulo #22

Amaro y Graciela crecieron en el mismo pueblo, asistieron a la misma escuelita, ella trabajaba en la salina y él como patrón de un barco camaronero, construyeron una casa a orillas del mar no muy distante del caserío y allí tuvieron dos hijas, la mayor ya tenía 14 años, era delgada, de pelo largo castaño y mirada penetrante, la otra tenía 13, casi el mismo retrato de su hermana, excepto la mirada; Vália nació ciega. Asoria era callada, Valía hablaba todo el tiempo, preguntaba mucho, lo tocaba todo, clasificando las cosas y personas por sonidos y olores.
Las hermanas siempre estaban juntas, solo se separaban cuando Asoria iba a la escuela, no existía en el pueblo escuela para ciegos, quedaba muy lejos, en la ciudad. Amaro y Graciela no querían que Valía se fuera lejos, por eso Asoria leía todas las noches para su hermana cuanto libro tenía y describía cada paisaje con colores intensos que evocaban olores o sensaciones al tacto: El azul, era fresco como el agua del mar, el amarillo era caliente como el sol y dulce como la miel, el carmelita era como la arena y tenía el olor de la madera recién cortada, el verde era la hierba húmeda de las mañanas, el negro era el silencio de la noche con el murmullo de las olas, el blanco es el agua que calma la sed, el violeta era la respiración agitada por amor y se sentía como mariposas en el pecho, el rosado era la seda de los vestidos de domingos para ir a la iglesia y la fe en Dios, el rojo, Asoria no sabía describirlo bien, era un color que sentía entre las piernas como la menstruación, desde los muslos hasta el final de las rodillas y tenía un olor único, el de ella misma olía a hongos y mercurio, pero el que más le gustaba era el naranja que era devastador como el fuego y similar al desenfreno y la locura.