Capítulo #3

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En agosto el sol calienta la tierra tanto que puede agrietar la piel del hombre hasta hacerla sangrar. Con ojos cansados, pelo polvoriento y desgreñado, parada encima de una loma rocosa, aún con un cuerpo atlético, Asoria contempla el caserío de pescadores churrosos. Se sienta al filo de la pendiente y pregunta por qué no morir mejor allí? Sin tener que bajar.
Del inamovible mar y de manos del viento le llega una ráfaga de sal.
Es bueno volver al lugar donde nace la ansiedad, se dijo. 
Asoria no es cobarde, baja con paso firme rumbo al caserío, a mitad de camino se detiene para sentir como los cristales rajan sus rodillas en una arena cubierta de alacranes, no hay en ella ningún asomo de dolor. Asoria, no es Asoria. Sabe que volverá a pasar inadvertida, Asoria creé que es el destierro de los sueños lo que vino a esconder.
Pasado el delirio retoma el camino con más rapidez. El olor a pescado era tan fuerte que se diría desprendido de las entrañas de los hombres. Ella sabe dónde dejó cada recuerdo. Éste es un pueblo fantasma, donde la gente vive sin sueños, cansada, triste, con la mirada perdida. No es fácil ver reducido un pasado o contradecir memorias rotas. Es un alma sumida en el silencio de su propia pérdida.
Ahora sus manos se deslizan en la puerta, no toca para pedir el permiso de entrada, simplemente acaricia con los dedos como si este gesto le devolviera en susurro desde la madera todas las entradas y salidas, las historias de la casa en su ausencia. Al entrar puede ver como el mar ha ido robando espacio del patio. De espalda, sentada en una silla de madera con el agua a los tobillos está sentada su hermana Vália
_Nunca pudiste engañarme, tu olor siempre fue diferente. El día que te fuiste dejé de sentirlo lentamente. Desde esta madrugada volví a reconocerlo, al principio era imperceptible pero fue haciéndose cada vez más fuerte en la medida que avanzaba la mañana. Muchas veces en mi vida creí que moriría sin sentir de nuevo ese dulce recuerdo de cremas de leche, de polen de mariposas, de cera quemadas a fuego y a risas. Todo viene de ti, ahora se siente un poco rancio y gastado, pero sigues siendo tú y sigue viviendo en ti. Sé por qué estás aquí, por el mismo motivo que te marchaste, eres bienvenida, ya puedes ir al lugar que no te deja respirar en paz, está igual...igual no, sin ti todo fue distinto, pero ahora que vuelves es como si el pasado regresara.
-Cómo sabes que sigue así? Antes donde estabas sentada había arena y ahora el mar amenaza con invadir la casa, que sigas ciega no significa que perdieras el tacto porque el olfato se ha vuelto más agudo.
-No seas tonta hermana, el mar que está en mis pies vino hoy a darte un beso de sal por el regreso, el mar te ama tanto como yo.

  ELLAS A TRAVÉS DE MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora