𝔖𝔥𝔬𝔤𝔞𝔫𝔞𝔦

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Hacía muchos años que no andaba por esos lugares, lugares que le encantaban a su antiguo amor. Si Minho decía que no lo extrañaba estaría mintiendo descaradamente, pero tampoco podía hacer mucho para volverlo a ver. Por eso prefería mantener los recuerdos felices siempre vivos.

Cuando estaba con Jisung y aún vivían en Corea, les encantaba ir a pasar la tarde en aquella plaza. Ahora estaba bastante olvidada, consumida por la vegetación, ya que se trataba de un barrio bastante alejado del centro en las llamadas zonas bajas. Pero para Minho aún tenía esa belleza que les había atraído a él y al menor en un inicio. 

Sabía que no le hacía muy bien estar en esos lugares tan cargados de recuerdos y momentos que pasaron juntos, pero las piernas siempre terminaban llevándolo hacia esos lugares. Al estar en Corea era como memoria muscular, iba inconscientemente a los lugares que visitaba con Han.

Unas calles más arriba le pareció ver a una persona conocida, una cabellera rubia, una sonrisa brillante y mejillas manchadas con rayitos de sol corrían a toda velocidad. Parecía que estaba llegando tarde, hasta que se dió cuenta de que perseguía a un niño con una cartera en su mano. La casualidad más graciosa es que el dichoso niño se dirigía hacia él, así que no dudo en arrebatarle la cartera de la mano en un movimiento veloz que el pequeño no pudo prever.

—¡Hola!— exclamó Yongbok al notar quien era— Muchisimas gracias por recuperar mi cartera, tengo todos mis documentos y el dinero ahí.

—No es nada. Siempre nos encontramos en situaciones extrañas— comentó el pelinaranja.

—Eso es muy cierto— respondió el menor— Soy Lee Yongbok, un gusto.

—Lee Minho.

—De nuevo muchas gracias Minho— insistió Yongbok— ¿Gustas un café en agradecimiento?

—Oh no hace falta, no te preocupes.

—Vamos~ De todos modos tengo que ir a trabajar, prefiero servile café a una persona que me cae bien que a los clientes mal hablados de siempre— comentó.

—En ese caso está bien— aceptó Minho.

El mayor se dejó guiar por el rubio hasta la cafetería que estaba unas cuadras más adelante, se trataba de un lugar bastante bonito, muy cálido y acogedor. Por alguna razón Minho estaba seguro de que toda la decoración era obra de Yongbok y es que todo el lugar daba la vibra del menor. Estaba bastante sorprendido.

Las paredes manchadas de ese oscuro carmesí eran una belleza para sus ojos, el desastre de la habitación le daba tanta satisfacción y ni hablar de esos cuerpos inertes tendidos en el suelo

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Las paredes manchadas de ese oscuro carmesí eran una belleza para sus ojos, el desastre de la habitación le daba tanta satisfacción y ni hablar de esos cuerpos inertes tendidos en el suelo. Era digno de admirar.

Aún respiraban, aún estaban vivos, rogaban por morir. Para él escuchar sus súplicas era una poesía oscura y retorcida que hacía cosquillas en su cerebro, una sinfonía ahogada en un oscuro carmín que baña cada instrumento. Era tan bello.

𓏲ָ 𝔗𝔯𝔲𝔢𝔳𝔢𝔩𝔩𝔦𝔢🌒//ᶜʰᵃⁿᵍˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora