ℑ𝔫𝔢𝔣𝔞𝔟𝔩𝔢

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Era el caso más triste que le había tocado, tanto así que le parecía increíble que el menor continuara con vida, era algo difícil de creer. Se trataba de un pobre adolescente al que la vida había decidido torturar, no podía ser otra cosa.

Como siempre su historial comenzaba desde su hogar, con una familia hiper disfuncional, siendo hijo de una infidelidad, sin madre y con un padre que no lo quería, su madrastra lo trataba como si él tuviera la culpa de todo, las palabras de repudio, los insultos y los golpes nunca, jamás estaban ausentes.

Como si el rechazo de su propia familia fuera poco, en la escuela sufría acoso de todo tipo, era lo mismo que estar en su casa, pero se le sumaba un factor, el acoso y el abuso sexual. Las veces que había sufrido de esas dos atrocidades no podía contarlas con los dedos de las manos.

No tenía amigos, cuando los tuvo dió todo por ellos, entregaba su cuerpo para salvarlos. Poco a poco ellos fueron encontrando su propio camino y él sintió que lo dejaron atrás, se sintió traicionado y abandonado a su suerte, sin saber ni quien era.

No le quedaba vida suficiente en el cuerpo, su corazón latía lento, pidiendo a gritos por dejar de trabajar. Sus pulmones ya estaban cansados de inflarse, la sangre en sus venas recorría lento su camino. Todo su cuerpo expresaba su sufrimiento.

Él se preguntaba porque aún no lo había hecho ¿Qué era lo que lo mantenía tan aferrado a la vida como para no haberse suicidado ya? No podía comprenderlo. Su rostro estaba lleno de golpes, sus brazos y piernas también, no había parte de su cuerpo que tuviera un color sano. Era enfermizo.

—Sé que estás ahí— habló.

—¿Desde cuándo?

—Desde hace dos cuadras— respondió— ¿Crees que vendría a un callejón oscuro, sucio y alejado de la gente por gusto?

—¿Y por qué lo harías?

—Anda un asesino suelto en Corea y de la nada un hombre comienza a seguirme, supuse que eras tú— admitió.

—¿Qué pasa si soy un hijo de puta como los de tu escuela? Acabas de traerme al lugar perfecto.

—¿Tú? ¿Un violador? No me hagas reír— contestó entre risillas— Si lo fueras no esperarías a atacar o por lo menos se te hubiera parado mientras me perseguías imaginándote todas las cosas que harías... De todos modos, si eso es lo que buscas me da igual, uno mas uno menos, no hay diferencia.

—¿En serio lo crees?— cuestionó.

—Por alguna razón siento que tu sabes a la perfección todas las personas que hicieron lo que quisieron con mi cuerpo— respondió— Tómalo si lo quieres, de todos modos ya no es mío.

El pelinegro se acercó a paso lento, esperando una mínima reacción, una respiración profunda, un poco de nerviosismo, algo de sorpresa o aunque sea un deje de miedo. Pero no fue así, el rubio no se inmutó, no le importó la cercanía, no le dió miedo sentir calor de su cuerpo.

—Ya te lo dije, solo soy un saco de carne y huesos— insistió el menor— Aquí no hay nada que puedas romper, todo está hecho polvo.

Su rostro le resultaba incómodamente parecido al de otra persona, tenía una fisonomía similar, casi su misma altura y hasta su color de pelo. Era perturbador, ese chico era perturbador, no quería verlo más.

—Vine a liberarte de tu sufrimiento— reveló finalmente.

—¿Vas a matarme? Porque esa es la única forma— respondió con una sonrisa de medio lado. Pero no le daba gracia.

El movimiento fue veloz, antes de que tuviera tiempo a pensar algo más, antes de tener tiempo a respirar por última vez. Cayó sin vida en sus brazos, sin derramar ni una gota de sangre más, sin dolor ni sufrimiento. Finalmente se alejó rápido, ya no quería estar cerca del menor, su rostro era tan asquerosamente igual que le causaba náuseas.

𓏲ָ 𝔗𝔯𝔲𝔢𝔳𝔢𝔩𝔩𝔦𝔢🌒//ᶜʰᵃⁿᵍˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora