𝔗𝔞𝔪𝔭𝔬

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Los Lee eran una familia extremadamente prestigiosa, muy bien posicionada y con muy buena fama. El padre de familia Lee Seok era un muy respetado empresario y su esposa, Lee Minji, era llamada la mujer más bella del país. Una gran y honorable familia. Pero luego del nacimiento de su primer hijo, las cosas cambiaron drásticamente.

El Sr Lee se la pasaba de viaje de negocios, su familia siempre pasando a segundo plano, la vida se había vuelto aburrida para Minji y la soledad comenzaba a hacerse presente. Ella era una mujer irreal, era bella e inteligente ¿Como podían despreciarla de esa forma? Mas no tardó en encontrar alguien que supiera hacerla sentir mujer.

Se trataba de un hombre igual de proclamado que su esposo, obviamente no iba a bajar la vara, además ella era prestigiosa, no iba a estar con cualquiera. Seo Yonchang era el hombre soltero más codiciado del país, debía de aceptar que era mucho más guapo que Seok. Además de que era todo un galán, encantador y atrapante. Pero si había una palabra con la que Minji describía a ese hombre era: Fogoso.

Sus encuentros eran de las mejores cosas que le habían pasado a la pelinegra, nunca la habían hecho sentir tan bien en el sexo y Yonchang era tan versatíl que le permitía experimentar un millón de cosas. Era sublime, algo perfectamente erróneo.

Pero la felicidad y la lujuria llegó a su fin cuando ese test de embarazo dió positivo. Su mundo se derrumbó en un instante, obviamente las fechas no iban a coincidir y su esposo iba a darse cuenta que le fue infiel. Cuando se lo comunicó a Seo el estaba dispuesto a hacerse cargo y se veía hasta emocionado por la noticia.

¡¿Qué le ves de feliz a esto imbécil?!

—Es un niño Min— respondió el menor.

—¡Es un niño que no debe existir ¿Como le voy a explicar esto a mi marido? ¿Sabes lo que puede significar para una familia como nosotros?!— habló la mujer alterada.

—Eso debiste pensarlo antes de encamarte conmigo.

—Estúpido, imbécil.

—No te va a quedar más opción que decirle la verdad— comentó Yonchang— Yo puedo hacerme cargo del niño cuando nazca.

—Ni lo sueñes, no voy a dejar que el mundo sepa que este hijo no es de Lee Seok, no voy a dejar que hablen de mí a mis espaldas— se negó la mujer.

—Lee Minji, ese niño es mío— sentenció, haciendo hincapié en la última palabra.

Finalmente el embarazo se hizo notar, Lee Seok estuvo a punto de despedirla por completo y borrarla de su vida y la de su hijo. Pero Minji era astuta, el hombre había confiado muchos secretos a la pelinegra y ésta amenazaba con revelarlos a todos si la echaba.

Después de todo el niño se apellidó Seo, ya que Seok se negó rotundamente a ponerle su apellido. Pero aún así Yonchang no pudo ver ni una sola vez a su hijo, ya que ninguno de los dos le permitió volver a acercarse a su familia.

Unos meses más tarde nació Changbin, un bello niño de cabellos y ojos tan negros como las noches nubladas y tez tan blanca como la nieve. Era muy bello e increíblemente parecido a su padre, cosa que los Lee no tardaron en repudiar. Seo Changbin había sido odiado incluso antes de nacer.

Los maltratos iniciaron con su nacimiento, su madre casi no lo sostenía ni lo alimentaba, en su lugar había empleadas que lo amamantaban de vez en cuando. Siempre estaba solo, sus padres no le prestaban atención y no permitían que nadie lo hiciera. simplemente lo sentaban en alguna habitación de la enorme casa a jugar con los juguetes viejos de su hermanastro mayor.

Más adelante cuando aprendió a caminar, intentaba seguir a sus padres para que le dieran algo de atención, pero cada que lograba tocarlos o rozarlos levemente recibía golpes, tirones de orejas e incluso patadas como respuesta. Algo similar pasaba cuando lloraba, su madre lo agarraba fuertemente de su pequeño bracito y lo metía debajo del agua helada de la canilla hasta casi ahogarlo.

Su educación fue en un instituto diferente al de su hermanastro, era uno de menor nivel y público, lo llevaban y lo iban a buscar empleadas al principio, pero poco tiempo más tarde comenzó a viajar solo en colectivo. Y, como ya era costumbre, siempre solo.

En su casa era tratado peor que los empleados, su dormitorio era el más alejado de las zonas principales de la casa, a las cuales no se le permitía ir. Recordaba muy bien que las pocas veces que había infligido esa norma, los resultados habían dejado enormes cicatrices en su pequeño cuerpo. Los latigazos hacían que su espalda brillara en carmesí, los golpes le apagaban los músculos al punto de no dejarlo moverse, el sabor a hierro ya era algo cotidiano.

Y por eso, a sus cortos 10 años, Changbin sabía que la humanidad era un asco. Cada que veía una persona llorar le daban ganas de vomitar, porque a pesar de todo el dolor que le causaran los golpes él no podía soltar una sola lágrima, si lo hacía lo ahogarían en la primera canilla que encontraran.  Con esa corta edad, sus emociones se apagaron por completo y se volvió incapaz de llorar aunque quisiera, dejaron de importarle los gritos y aunque lo golpearan hasta dejarlo inconsciente, podía levantarse del suelo horas más tarde e ir a limpiar sus heridas como si nada hubiera pasado.

Aún así había una cosa que creía en su pecho todos los putos días, la ira y la sed de venganza se apoderaban de su cuerpo. Había días en los que deseaba no despertar del desmayo, había otros en los que quería armarse de valor y simplemente terminar con todo el sufrimiento de una vez, pero nunca lo lograba.

Había aprendido a dejar de amar a golpes, había aprendido que las personas que más debían cuidarlo eran las que menos iban a dudar en matarlo, que no servía de nada intentar que lo amaran porque cada cosa hacía que lo odiaran más. Entonces Seo Changbin supo que no podía amar ni esperar ser amado por sus padres y había retirado toda clase de sentimientos asociados al cariño cuando se trataba de ellos.

—¿Quién eres tú?

Un niño de facciones delicadas y grandes ojos lo observaba desde la escalera que llevaba al sótano, donde estaban las habitaciones del personal y la suya. El niño lo miraba con curiosidad, deteniéndose en cada herida y cicatriz.

—No soy nadie… ¿Y tú?

Changbin miraba con atención las ropas del pelinegro. Se veía muy elegante, muy limpio y sano, su cabello estaba perfectamente peinado y sus ropas de un rojo brillante le recordaban a los charcos de sangre en los que le había tocado despertar. Se preguntaba cuántos trajes sería capaz de pintar con toda la sangre que había perdido.

—Soy Lee Minho.

Tampo: Cuando una persona retira su afecto o alegría hacía alguien que lo ha lastimado.

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Buenas mi gente bella!!! acá vuelvo con otro capítulo semanal!

Tengo q decirles q este es uno de los caps más tristes y de los más importantes 😋😋

Espero q les haya gustado tanto este cap como a mi escribirlo, no olviden dejar su linda estrellita si así fue. Lxs tkm 💖🫶🏻

𓏲ָ 𝔗𝔯𝔲𝔢𝔳𝔢𝔩𝔩𝔦𝔢🌒//ᶜʰᵃⁿᵍˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora