1 El Hombre Desconocido

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En una marquesina está sentada una mujer, esperando el autobús. De repente, un encapuchado le tira del bolso y empieza a correr. La mujer grita:
—¡Me roban, al ladrón, al ladrón!

De la nada aparece un hombre, alarga el brazo y le da una bofetada al ladrón. Este se va hacia atrás y cae al suelo aturdido. Intenta levantarse sin éxito, el hombre lo coge del cuello y lo levanta como si fuera mantequilla. Lo empuja contra la columna sin dejarlo caer. El ladrón, con los pies colgando, piensa: "¿Qué hago aquí?" Levanta la cabeza, mira al hombre que lo sujeta y dice:

—¿Y tú quién eres? ¡Suéltame! Si no me sueltas, te voy a dar una paliza.

El hombre sonríe y le responde:

—Eres un gusano. Como abras otra vez la boca, te daré una hostia que te sacaré todos los dientes de una sola vez.

El ladrón, asustado, se pone nervioso. El hombre mira hacia los pies del ladrón y comenta:

—Te has meado, jajajajajaja, eres un cobarde.

Lo tira hacia un lado como si fuera un pañuelo, coge el bolso de la chica y se acerca a ella.

—A la próxima, ten más cuidado.

La chica lo mira como si fuera idiota. El hombre la observa y le dice:

—Con esa actitud, no te va a ir bien en la vida.

El hombre saca del bolsillo una nota, la lee y se va. Cada paso que da es más rápido. Llega a un edificio de oficinas con una fachada de cristal rectangular. La entrada tiene una puerta giratoria muy grande. Antes del ascensor, hay un torno para fichar. Pasa la tarjeta, pero no le abre. Habla con el recepcionista:

—La tarjeta no me pasa.

El recepcionista, sorprendido, responde:

—¿Luis está de vacaciones?

El hombre, extrañado, pregunta:

—¿Qué Luis?

Mira en el ordenador, pasa la tarjeta y no hay confirmación de trabajador.

El recepcionista se asombra:

—¿Usted trabaja aquí? ¿O trabajó?

El hombre no comprende y dice:

—Claro que trabajo aquí, llevo años.

El recepcionista revisa el pase y le dice:

—Este pase es antiguo, ya no se usa. Cambiaron el sistema hace dos años.

El hombre no entiende y se justifica:

—Cogí a correr la cartera y tarjetas y me debí de confundir.

El recepcionista le da el paso y le advierte:

—A la próxima, no se vuelve a confundir.

El hombre dice extrañado:

—Vale.

Coge el ascensor, saca una llave, la usa y sube al piso 16. Sale con cuidado, mira a ambos lados y busca la puerta. No la encuentra, recuerda el consejo de un compañero y va al cuarto de limpieza. Abre al fondo y encuentra la puerta.

—¡La encontré!

Gira el pomo, entra y ve una luz cegadora. Escucha:

—Hola, Jonás.

Jonás mira sorprendido. Estaba en el vestíbulo de la recepción.

—Pero tú no estabas de vacaciones. ¿Y el chico que estaba antes?

—¿Qué chico? ¿Es una de tus bromas, verdad? - responde Luis.

Jonás se ríe nervioso, coge el ascensor, sube y busca la puerta en la planta 16. Ahora hay menos puertas. Piensa que avisar más se dice a sí mismo. Encuentra la puerta, entra y se sienta. Mira un espejo y nota una cicatriz en la mejilla. No recuerda haberse hecho esa cicatriz. No le da mucha importancia y piensa que se la hizo al ayudar a la chica.

Jonás, genio de laboratorio con tres doctorados, practicaba boxeo desde que lo atracaron en su juventud. No comprende por qué hay menos puertas. Se lleva las manos a la cabeza.

—Claro, trabajo aquí. Voy al despacho.

Entra, ve fórmulas en la pizarra, pero solo sabe que está cansado. Se sienta en el sofá.

Puertas Traseras  #CheyllsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora