10 El Poder de las Puertas

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Jonás se despierta en su habitación, se levanta aturdido, va al baño y se mira la cara en el espejo. Se moja la cara, coge la toalla y se seca. Sale de casa, va al trabajo, aún no es consciente de lo que tiene que hacer en realidad. Sigue el mismo camino para ir a trabajar todos los días. Llega a la oficina, entra por la puerta corrediza, se dirige al torno para ir a su despacho, pero la tarjeta no pasa. Vuelve a intentarlo, nada. Va a recepción y le dice al recepcionista:

—El pase no me funciona.

El recepcionista toma el pase, lo mira cuatro veces. Este pase lleva caducado 10 años. Jonás lo ve extrañado,

—¿10 años?

Se queda pensativo y se va a casa de Juan. Llega, lo llama, nadie contesta. Va a la cafetería donde solían ir a comer, y la cafetería ya no existe. Se dirige a casa de Sonia, llama al telefonillo y contestan,

—¿Quién?

—Soy Jonás.

—¿Cómo que Jonás? Esto es una broma.

—No, no, no, soy yo, ábrete por favor.

Llega a la puerta de casa, antes de llamar, Sonia la abre y le da un abrazo. Sonia empieza a llorar,

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Fuimos todos los días a la misma hora que desapareciste a la planta 16, al cuarto de la limpieza, hasta que ya no nos dejaron subir más.

—¿Y Juan?

—Juan intentó buscarte por todos lados y su corazón un día no pudo más y se fue, nos dejó.

Jonás empieza a llorar, abraza a Sonia y le dice al oído,

—Voy a dejar todo como estaba antes.

Se queda hasta que Sonia se duerme, luego va al parque al lugar donde le gustaba ir para pensar. Se sienta en el banco hasta que amanece, recordando buenos momentos con Juan. Se levanta y camina por el parque. De repente, escucha un gran estruendo que proviene de la estación, a 5 minutos del parque. Jonás echa a correr, entra y ve a un tipo de al menos 2 metros, lleva una indumentaria de monje shaolin, tiene un ojo de cada color y en la cabeza lleva una cinta roja. El hombre señala a Jonás.

—¿Dónde está la espada de la roca?" Va directo hacia él, Jonás esquiva el primer golpe, le devuelve un crochet en la mandíbula, hace caer a su oponente. Se levanta, se pone en guardia e intenta darle un directo. Jonás lo esquiva y, al ver la guardia baja, le da un puñetazo en las costillas, haciéndolo caer y escupir sangre. Jonás, atónito, le dice:

—¡Para! ¡Te voy a matar!
El gigante lo mira con desesperación.

—Aún no sé cómo esquivaste los golpes, y lo que se me escapa de mi mente es cómo me has pegado esos golpes tan fuertes.

—Yo tampoco lo sé, ¿quién te manda?

—Nadie.

Jonás se ríe.

El gigante, desesperado, intenta darle un puñetazo en toda la mandíbula, pero Jonás lo esquiva. Le coge el brazo y se lo retuerce, diciéndole:

—¿Quién te manda? Si no me dices nada, te parto el brazo.
El gigante se ríe a carcajadas.

—Y a ti, ¿qué te importa?
Se escucha un crujido; Jonás le partió el brazo. Lo coge del cuello.

— ¡¿Quién te manda?!
Casi sin aire, el gigante susurra el nombre.

—Ingeniero.

Deja de hacer presión en el cuello y lo deja caer.

—Te voy a dar un mensaje para que se lo des a ese gilipollas. Déjate de ocultar en la habitación esa en la que estás metido, ya sabes dónde estoy.
En una de las columnas de la estación aparece una puerta y el gigante marcha por ella. Jonás se queda pensando.

—Interesante.

Lo que no deja de darle vueltas es que ese tipo puede manipular las puertas a su antojo o fue suerte. También se da cuenta de que, cuando el gigante le gritó lo de la espada de piedra, Jonás cada vez que le daba vueltas al asunto no lo entendía.
Pasan los días y no tiene noticias del ingeniero. Vuelve al parque para pensar, se pone a caminar por la alameda, y de repente, frente a él, aparecen tres puertas y salen tres mujeres idénticas con el pelo recogido y vestidas como si vinieran de una clase de yoga. Jonás las mira.

—Vuestro jefe no aprende.

—Cállate -dicen las tres chicas a la vez.

La chica de la puerta izquierda saca una espada, la del medio una lanza, y la de la derecha un látigo. La cara de Jonás no da crédito.

—Eso es trampa.

La chica del látigo ataca primero. Jonás, sorprendido, recibe el látigo en el brazo, tirando hacia ella con fuerza. La chica le da una patada en el estómago. Jonás se cae al suelo y dolorido se levanta.

—Ese golpe no me lo esperaba.
La chica del látigo le sonríe. La chica de la lanza ataca con la lanza. Jonás la esquiva, le rompe un trozo y recibe una daga en el hombro.

—Mierda, en mi brazo bueno.
La chica de la lanza lo mira con rabia.

—Jonás, con sarcasmo -Ahora no me digas que vienes tú, ¿no?

La chica de la espada lo mira y sonríe. De repente, mira de reojo hacia arriba, y la chica del látigo le tira un ataque al brazo herido. Lo engancha mal, tira de él, y la chica de la espada va a atacar. Jonás, en cámara superlenta, se aparta, hace la zancadilla a la chica del látigo, tropieza, se levanta, y ataca a la chica del látigo clavándole la espada. Solo queda la chica de la lanza.

—Espera, ¿que no tengas más dagas por ahí?

La chica de la lanza lo mira con ira.

—Vas a pagar por lo que le hiciste a mis hermanas.

Puertas Traseras  #CheyllsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora