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Habían pasado 8 días desde mi recuperación.

Choso estuvo cuidando de mí, día con día, a pesar de que no podía estar todo el tiempo. Me animé a salir de casa desde hace tres días, para ese entonces la herida de mi frente había cerrado, por lo cuál no era necesario traer la gasa y venda puesta.

Sobre mi herida del brazo... estaba tardando más en sanar que las demás, no me sorprendía, ya que la herida abarcaba medio brazo. Por esa razón, decidí llamar a la Universidad, pidiendo una semana más de descanso. Lo mejor era enfocarme en curarme por completo, así no tendría problemas en que la sutura se abriera y estar pidiendo más permisos de los debidos.

En la mañana fui a comprar las cosas que me faltaban para una actividad que tenía atrasada.

Me encontraba acostada en la cama, era más cómodo sentarme aquí, porque lo único que estaba ocupando era la libreta, un lápiz y el borrador. Seguí elaborando varios bocetos de flores en mi cuaderno de dibujo, tomé la goma para borrar una parte que no me gustó de mi boceto. No me di cuenta de que el lápiz se había resbalado del cuaderno, haciendo que este cayera al piso.

—¡Diablos! —exclamé de mala gana, pues se había ido debajo de la cama y ahora tendría que levantarme.

Dejé mis cosas en el mueble de al lado, antes de levantarme del colchón. Tomé mi celular con la intención de encender el flash, me agaché e iluminé debajo de la cama, encontrando mi lápiz, pero hubo algo que llamó mi atención.

Una caja de metal.

He dejado mis zapatos bajo la cama durante semanas y no recuerdo haberla visto antes, así que debe de tener pocos días aquí.

La tomé de una esquina, logrando sacarla con cuidado: era una caja metálica, se veía algo antigua y despintada.

Decidí subirla a la cama, me quedé hincada con el propósito de abrirla.

—¿Qué es esto? —murmuré para mí misma. Al destaparla pude ver que traía varias cosas que lucían viejas, incluso un pequeño peluche. Seguí rebuscando y encontré un gran sobre de papel.

Lo abrí despacio para no tirar lo que traía adentro. Al sacar el contenido ví algo que me causó confusión.

Un paquete de fotografías.

Las empecé a revisar con total atención, en ellas se veía a una mujer madura con un niño y un... ¿Hombre?. Se me hizo raro que la mayoría de fotos estuvieran recortadas y rotas, como tratando de quitar a la figura masculina que se apreciaba con dificultad. Podía distinguir que era un señor por el tipo de cuerpo, solo eso.

¿Por qué quitarían al hombre que salía en todas las fotografías? Parecían ser una familia de tres personas. Seguí revisando hasta que encontré una que no estaba recortada. La diferencia es que le habían tachado la cara al hombre con marcador.

Se me ocurrió una idea en cuanto lo ví, me levanté del piso, yendo rápidamente por algo de alcohol y algodón. Al regresar me senté en la cama, vacié un poquito de alcohol en el algodón, frotando un par de veces en la fotografia.

Tardé casi un minuto en lograr despintarla por completo, en cuánto ví con claridad la cara del hombre... solté la foto, sintiéndome sorprendida.

El sujeto era idéntico a...

—¿Qué mierda estás haciendo? —preguntó Choso, estaba parado en la entrada de la habitación. Su mirada fue desde las cosas que había en la cama hasta mi rostro.

—Yo... yo... —de cierta forma me sentía descubierta, pues solo en un par de segundos até cabos y supe quiénes eran las tres personas de la fotografía.

—Alice ¡Qué mierda estás haciendo!—entró al cuarto, acercándose a la cama con paso apresurado.

—Yo... no quería —me arrebató la foto de la mano. La miró por un instante antes de romperla en pedazos y echarlos dentro de la caja.

—¡Por supuesto que querías! —comenzó a recoger las cosas con prisa, metiendo todo dentro de la vieja caja—. ¡Es lo único que sabes hacer! ¡Husmear en pertenencias ajenas!

—No es así, lo... lo siento... —su grito me hizo callar.

—¡Cierra la puta boca, Alice Carter! —terminó de guardar las cosas, cerrando la caja de golpe—. ¡Todo lo que sale de ti son mentiras! —exclamó tan furioso que daba miedo—. ¡No lamentaste meterte a mi casa! ¡No lamentaste seguirme al club! ¡No lamentaste revisar mis cosas! —llevó la caja a su pecho, apretándola con fuerza—. Tú no lamentas nada de eso ¡Porque no soportas quedarte con la duda!

—¡Jamás lo hice a propósito! —respondí de inmediato. Era algo que no podía evitar de mi misma, estaba consciente de que hacía mal con estar de curiosa en todo lo que no tenía que ver conmigo. ¡Pero no podía evitarlo!

—¡Me importa una mierda cuáles sean tus motivos! ¡No vuelvas a tocar mis putas cosas! —volvió a gritarme. Levanté mi mirada un par de segundos, con la intención de verlo. Jamás lo habia visto así de molesto, parecía colérico, incluso las venas de su rostro comenzaban a sobresalir a causa del coraje.

—Lo siento, Choso —intenté disculparme, sé que no debí revisar sus cosas personales, pero no entendía porque se molestaba de esta manera—. No tenía que husmear en tus pertenencias y...

—¡Una jodida disculpa no resuelve nada! —exclamó de la misma forma que hace rato—. Lo hecho, hecho está —cubrí el rostro con mis manos, no tenía idea de qué decirle. Mis disculpas parecían no servir en esta ocasión.

Suspiré profundamente, antes de levantar la vista y volverlo a mirar. A pesar de verse sumamente molesto, noté que sus ojos estaban cristalizados, como si tuviese ganas de llorar y se estuviese aguantando.

—Choso... —le susurré muy bajo, mi semblante cambió a uno de preocupación por esa cuestión.

—Solo... no vuelvas a revisar mis cosas —contestó con voz quebrada. Dio la vuelta con el objetivo de salir de la habitación y azotó la puerta en cuanto se marchó del lugar.

En el fondo de mi interior, la culpa comenzaba a llegarme, creo que esta vez... había agarrado algo que no debía.

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In The Shadows | Choso [Adapt.] (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora