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• Alice •

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Alice

Desperté por la luz que daba en mi cara. Abrí los ojos poco a poco y pude ver que me encontraba en una habitación o algo parecido.

Me dolía el cuello, quise llevar una mano a este, pero al momento sentí como estaba atada de las manos. El pánico me hizo despertar por completo, vi que mis piernas también estaban atadas, además traía un trapo amarrado en la boca que me imposibilitaba gritar.

Quería moverme, pero era imposible.

Quise mantener la calma, comencé a respirar con dificultad, la mordaza en la boca me impedía mantener la respiración tranquila.

Dejé ir mi cabeza hacia adelante, cabizbaja. No sabía lo que estaba pasando, mucho menos podía huir.

No sé cuánto tiempo pasó, pero el ruido de una puerta me hizo alzar la cabeza.

A varios metros de mí, se veían unas escaleras, vi que alguien venía bajando de ellas, cuando terminó de bajarlas pude verle el rostro, era él: mi nuevo vecino.

Caminó hacia mí y se detuvo delante de mí.

—Veo que ya despertaste —sonrió descarado—. Estuviste más de 2 horas inconsciente, creí que se me había pasado la mano.

Me quitó la mordaza para dejarme hablar.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunté aterrorizada—. Yo no he hecho nada.

—¿No has hecho nada? —se puso de cuclillas frente a mí para quedar a mi altura—. No tengo ni 2 días aquí y tú andas de fisgona —me miró con desdén—, si espiarme y allanar mi casa no te parece nada, entonces lo que te voy a hacer tampoco será nada —se levantó quedando delante mío, el pánico volvió a apropiarse de mí.

—Por favor, no me hagas daño —supliqué. Vi que tomó una silla y la puso al frente, quedando cara a cara.

—Escucha, mocosa —tomó asiento en la silla y me miró—, tengo muchos problemas metidos hasta el culo, como para que una niñita como tú venga a darme más problemas.

—No voy a decirle nada a nadie de lo que vi, lo juro, por favor —comencé a llorar—, déjame ir —pedí de nuevo.

—Por lo visto eres demasiado estúpida —comenzó a reír—. Mira que meterte a la casa de un desconocido solo para jugar a la detective es lo más estúpido que he visto —dejó de reírse y me miró con odio—, no tenías por qué meterte aquí y lo sabes —se levantó del asiento echando la silla para atrás con fuerza—. Acepta las consecuencias de tu jodido acto porque no te voy a dejar ir.

Caminó hacia una mesa donde tenía herramientas y comencé a temblar.

¿Me iba a torturar?

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! —empecé a gritar con todas mis fuerzas. El hombre volteó a verme molesto.

In The Shadows | Choso [Adapt.] (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora