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Narrador Omnisciente

Choso condujo más lejos de lo que pensó, se vio en la necesidad de salir de Nebraska e ir a la ciudad de Iowa.

Una hora de trayecto bastó para llegar a la colonia indicada. Anduvo por el barrio mirando las casas, sin necesidad de bajarse del auto, avanzaba lo mínimo, puesto que iba viendo con atención.

Algunas personas se detenían en la acera ¿Y cómo no hacerlo? Aquel Mustang GT500 de color negro era algo digno de ver, además, no era común ver un auto así en una colonia tan peligrosa, pero eso lo tenía sin cuidado, le gustaba llamar la atención en ese aspecto.

Su fascinación excesiva por los automóviles de lujo y de carreras no le permitían ver más allá de sus verdaderas necesidades, para Choso un automóvil costoso entraba en su necesidad básica, podía pasar días alimentándose mal y aún así apreciaría más un carro que la comida.

No lo hacía porque quisiese, simplemente fue un mal hábito que adquirió desde pequeño. Tantos meses vagando por las calles, comiendo lo mínimo o incluso soportando días sin comer, fue lo que le hicieron darse cuenta que los alimentos no eran esenciales en su vida, siempre y cuando comiera lo necesario para sobrevivir.

Lo que él desconocía, es que pronto esa mala costumbre iba a desaparecer.

Las especificaciones de Satoru fueron muy claras, tenía que hallar la dichosa casa blanca de 2 pisos con una barda de ladrillos y el número #6.

Después de dar una vuelta por el barrio, por fin pudo localizar la vivienda. Estacionó el auto a una cuadra por precaución, si la persona que buscaba salía huyendo probablemente intentaría dañar su preciado auto.

Al bajar del auto se dirigió a la maletera, la gente de Gojo había cargado la cajuela con ciertas herramientas que le serían de ayuda. Metió algunas cosas en una mochila y la colgó en su hombro, cerró con cuidado la maletera.

Caminó a paso tranquilo en dirección a la casa blanca con el fin de evitar sospechas, no quería demorarse mucho en este trabajo, pues había alguien que lo estaba "esperando" en casa de su amigo y con quién quería pasar el resto de su día.

Al llegar a la casa se fue a la parte trasera y tardó unos segundos forzando la cerradura. Sacó su arma una vez que esta se abrió, entrando de forma sigilosa, lo que menos necesitaba ahora era causar ruido.

Dejó la mochila en un rincón donde no se viera y empezó a revisar la casa. La planta baja se encontraba despejada por lo cual buscó las escaleras y avanzó con cuidado al piso de arriba. El sonido de un televisor lo mantuvo alerta, evidentemente había alguien en la habitación, antes de aproximarse revisó los otros dos cuartos. Una vez confirmado que no había nadie, decidió avanzar a la recámara de donde provenía el ruido.

Contó hasta tres y dio una patada en la madera, abriendo la puerta con facilidad.

—Pero qué... —habló un hombre, se encontraba echado en la cama viendo la televisión. No tuvo tiempo de defenderse porque Choso disparó en su pierna izquierda—. ¡Mierda! —exclamó con dolor llevando su mano a la herida, intentó levantarse de la cama pero Kamo no se lo permitió, dando un fuerte cachazo en su cabeza y dejándolo inconsciente.

Le quitó el silenciador al arma para guardarla en su pantalón y así poder tomar las piernas del hombre, arrastrándolo un par de metros. Sin tener cuidado lo aventó por las escaleras, con el objetivo de bajarlo al otro piso.

Odiaba cargar los cuerpos, como aquella vez que mató al extraño que se metió a su casa, tuvo que pedirle a Satoru que se hiciera cargo del cadáver de su sótano.
Satoru tenía contactos en este país, quiénes se encargaban de limpiar la mierda de toda esa bola de basuras.

Bajó las escaleras, pasando por encima del hombre. Se agachó para tomar su pulso y verificar que aún siguiese con vida. Todavía no iba matarlo puesto que tenía un par de preguntas que hacerle.

Fue en busca de su mochila, los métodos de Satoru no eran de lo mejor si se trataba de sacar información, ya que él se enfocaba más en alargar la tortura, no por horas, sino por días.

A Choso no le sorprendió ver que la mayoría de herramientas servían para eso, pero no estaba en posición de quejarse. Las cosas de Kamo se encontraban en su casa, esta vez le tocaría adaptarse a los procedimientos de su amigo.

Le llevó casi 15 minutos sentar al hombre en una silla con el propósito de amarrarle manos y pies. Tuvo que hacer una mordaza improvisada.

Revisó los nudos más de dos veces, asegurándose de que cuando el hombre despertara no pudiese liberarse.

Aprovechó ese tiempo para explorar la casa por completo, en la habitación principal encontró algo que captó su atención, un par de jeringas y cierta droga que podría reconocer en cualquier lado.

Heroína.

Kamo tenía conocimientos sobre narcóticos debido al ambiente en el que creció, en dicho entorno era común ver como se metían cualquier droga, incluso las experimentales. Fue en la edad de 18 años cuando se le presentó la oportunidad de inhalar Cocaina, quería probarla desde tiempo atrás y así quitarse la curiosidad, el gusto no le duró mucho, ya que su superior se lo prohibió en cuanto se enteró que se metía esa mierda al cuerpo. Y no, no lo hacían porque se preocuparan de Choso, sino porque no podían dejar que su mejor hombre se desperdiciara quedando metido en un jodido vicio.

Aquellas personas malinterpretaron su situación porque en realidad solo había consumido drogas tres veces, no se trataba de algo que llevara haciendo con frecuencia. Intentaba apaciguar su curiosidad, nunca buscó el volverse un adicto.

Y es que, otra de las mil cosas que aborrecía Choso... eran las adicciones.

Cada cosa, cada acción que él odiaba, tenían un motivo muy bien justificado, todo era gracias a la porquería de vida que llevaba.

Cada cosa, cada acción que él odiaba, tenían un motivo muy bien justificado, todo era gracias a la porquería de vida que llevaba

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In The Shadows | Choso [Adapt.] (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora