Untitled XXXVI

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26.06.2015

Nunca le había dado tanto sentido a la expresión "todos los caminos llevan a Roma" como lo hago ahora mismo. Y con Roma, me refiero a ti. Ya no sé qué hacer para no volver a enredarme en tus palabras. Todo me lleva de vuelta contigo, aunque haya cambiado mi dirección, aunque haya borrado el camino que me conduce hasta tu cintura y haya puesto en él muros de diez metros de altura. Que aunque no camine y me quede estancada como si mis pies estuviesen pegados en el duro cemento, sigo dirigiéndome hacia ti. 

No soy más que una espectadora que observa el paso de la gente a su alrededor, viéndola cada vez más pequeñita, y escasa de oportunidades a poder dar ni un solo paso, pero no por no poder. He sido yo quien ha decidido quedarse quieta, ya que caminar significa acercarme más a ti, y ya son trescientas veces las que he tropezado con tu ausencia, con el sonido de tu risa, con el eco de tus besos a media noche, con mis ganas y tus manos frías en mi espalda.

Que este verano trae un regusto a nostalgia y un frío de enero, donde el mar ha sido sustituido por miles de lágrimas.

Me siento en el suelo mientras la gente continúa pasando a mi alrededor, y recuerdo la voz de una mujer anciana que me acariciaba el pelo mientras me decía que todo en la vida es la suma de intentos, que hay días que avanzaré volando, otros andando u otros incluso iré arrastrándome, pero que nunca tengo que dejar de seguir adelante, que no me pare si no es realmente necesario. 

¿Y qué hay que hacer cuando te caes y tus piernas quedan destrozadas de tanto levantarte? ¿Qué hacer cuando los  zapatos ya están rotos de tanto camino que has dejado atrás? ¿Cómo decirle a la brisa de junio que deje de impregnar mi piel con tu olor?

Que Roma tiene muchos significados, pero el que más me identifica es el de "ruinas".


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