Untitled XXXVII

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08.08 2015

No quería aceptarlo. No podía creer que aquella chica provocara en mi todas esas incómodas y resucitantes sensaciones.

No era guapa, era preciosa. Su aroma era el mejor perfume que se podrá inventar jamás. Sus negros cabellos caían sobre sus pequeños hombros, perfectamente despeinados.

Qué cara tan fina y ¡oh!, sus pecas...podría contarlas infinidad de veces hasta altas horas de la madrugada.

Esos ojos verdes no me devolvían la esperanza, sino que me la arrebataban cada vez que su mirada me calaba hasta los huesos. Podía escuchar a quilómetros el aleteo de sus pestañas, que eran extremadamente largas.

Qué voz la de aquella chica, hacía melodía cada vez que hablaba. No quería aceptarlo, pero cuando se acerca y me habla mis pupilas se dilatan y mi sonrisa... me delata.


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