George miraba la interacción con mis abuelos sin decir ni una palabra, se mantenía con una sonrisa intentando descifrarnos.
-Abue, mamita... Les presento a George, no entiende mucho pero dice algunas palabras desordenadas y sin sentido alguno- Me reí mientras él entrecerraba los ojos- Pero ha sido mi soporte en todo esto y es un ser humano increíble.
-Mucho gusto, George- Mi abuelo estrechó su mano mientras él sonreía.
-El placer es mío, señor y que agradable que pueda entenderme, prometo que la próxima vez seré casi un nativo en su idioma- Ambos asintieron, se llevarían bien de seguro.
-Aquí eres Jorgito- Mi abuela lo abrazó por primera vez- Es un placer conocerte por fin, no sabes lo agradecidos que estamos contigo por el apoyo a mi morenita.
-Lo hago con todo el placer del mundo- Sonrió viéndome malicioso, sin duda iba a tener una larga lista de apodos que aprender estos días.
-Supe que habías llegado cuando Rosa tenía esto preparado y listo para tu ataque- Levantó la bandeja que había puesto en la mesa y salté de alegría.
-¡Cocadas de Rosa!- Tomé la bandeja y me llevé una a la boca sintiendo el sabor que tanto le fascinaba a mi paladar.
-Yo quiero- Dijo George tratando de acercarse.
-Atrás hombre, consigue las tuyas- Escondí la bandeja detrás de mi.
-¡Hazzie!- Golpeó el suelo con su pie de una forma tan tierna que no pude evitar darle una.
-No te acostumbres ¿Ok? Solo será una y trata de no volverte adicto.
Demasiado tarde, bastó un bocado para que el chico se la terminara y quisiera más, obviamente no se lo permití a lo que mi abuela tuvo que intervenir.
-Jorgito, acompáñame- Mi abuela le dijo al piloto que la siguió sin protestar sonriendo por su nuevo apodo- Te daré tus propias cocadas.
-¡Que no se te ocurra terminártelas!- Dije con la boca llena mientras mi abuelo negaba.
-Entonces Hazel- Mi abuelo lo sabía, sabía que había estado pasando las peores semanas de mi vida o no estaría aquí antes de navidad- ¿Quieres contarme un poco de tu semana, mes, año?
Dejé la bandeja a un lado y me subí al viejo columpio que guindaba en la madera del techo.
-¿Se nota tanto?- Pregunté empezando a columpiarme.
-No, más bien ¿Te conozco lo suficiente?- Asentí mientras él se sentaba junto a mi.
-Me enamoré- Solté sin más- No salió bien.
-Entiendo.
-Solo quería escapar un rato, siempre es bueno volver aquí- Mis dedos trazaban la madera del columpio, tantos recuerdos en este mismo lugar.
-Puedes escapar las veces que quieras mientras recuerdes el camino de regreso ¿Lo recuerdas, Hazel?
-Yo...- Dudé un momento antes de responder, no sabía que decir exactamente porque no era consciente de la magnitud de esto hasta ahora- Soy bióloga e ingeniera, tengo un doctorado en ciencias de investigación, dirijo una fundación con personas que me adoran por todo lo que hemos construido. Tengo la vida que soñé y un hombre llega en un año, decide que tiene poder sobre mi y yo se lo permito... No soy esta persona, abue.
Me prometí a misma no ser esta persona cuando era una adolescente y me lo he recordado durante años... No quiero ser esta persona, no de nuevo.
-Mijita...- El hombre me abrazó mientras algunas lágrimas se me escapaban- Te he cuidado durante toda tu vida de los peligros del exterior, desconociendo que lo peor siempre estuvo fuera de mi alcance.
Sequé mis lágrimas mientras George aparecía con mi abuela por la puerta- Esto es lo mejor que he probado- George se tragó sus palabras cuando vio mis ojos húmedos- ¿Hazzie? ¿Qué tienes?
Mis abuelos se dieron una mirada cómplice mientras el piloto se hincaba a mi altura- Estoy bien, solo me puse emocional... ¿Me das una?
El británico miró sus dulces dudando y luego los extendió para mi- Está bien, los mereces.
Sonreí antes de llevarme uno directo a la boca, mis abuelos miraban la escena expectantes y George me miraba con sus brillantes ojos verdes.
Acomodamos nuestras cosas en la casa y nos cambiamos para almorzar, le había prometido al piloto un paseo por los alrededores.
Antes tomé mi teléfono y revisé mis redes sociales, había pasado un mes completamente inactiva, era hora de volver.
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