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Por la mañana, algo más tarde de lo que hubiera planeado, salí de la residencia para ir a pasear a Blue, y esta vez, Shoto vino conmigo.

Nadie hizo preguntas al vernos salir, y tampoco nos dirigimos la palabra en el camino de ida, aunque se mantuvo a mi lado todo el tiempo y no me resultó incómodo en absoluto. Paseamos a Blue en silencio, observando la calle, a la gente, todo bastante ajetreado incluso para ser fin de semana.

Cuando subimos al apartamento a dejar a Blue, me giré para mirarle.

—¿Te parece bien si comemos aquí?

Me miró ligeramente sorprendido. Lo disimulaba bien, claro. Disimular se le daba bien.

—Bueno... es algo tarde. Además, necesito un respiro de la residencia después de lo de esta noche.

Tensó un poco las comisuras de los labios y cerró la puerta a su espalda.

Traté de concentrarme lo más posible en los utensilios de cocina, en no mirarle mientras dejaba la chaqueta sobre el sofá, mientras ojeaba el salón a su alrededor. Empezaba a picar la cebolla cuando se acercó y observó lo que había sobre la encimera.

—Ya lo hago yo, ponte algo en la tele si quieres —dije con la voz débil.

—Llevaría bastante mal que me invites a comer en tu casa y no me dejes ayudarte.

No era un ofrecimiento ambiguo. Estaba afirmando que no iba a quedarse de brazos cruzados, lo entendí perfectamente. Pero, sin embargo, no pude evitar sentirme incómoda, tanto que no se me ocurrió rebate, nada que decir al respecto, de pensar que tenía que trabajar en la cocina con él cerca.

Comenzó a especiar la carne. Me fijé de reojo en el movimiento de sus brazos, la contracción de sus músculos bajo la piel, y tuve que tragar saliva con fuerza. Me estaba volviendo loca.

Advertí que sus movimientos aminoraban. Lo miré alerta, más de la cuenta.

—Mi padre no es... no es lo que parece.

Carraspeé. Relajé mi cuerpo tenso para lo que venía.

—Soy un experimento, Sage.

Dejé caer el cuchillo sobre la tabla de cortar y lo miré. Todo mi rostro estaba tenso, no sabía qué hacer, qué decir.

—¿Qué? —ahogué.

—Mi padre concertó matrimonio con mi madre porque estaba obsesionado con llegar a ser el número uno y pensó en hacerlo a través de sus hijos. Le llevo cuatro intentos hasta tenerme a mí. Lleva entrenándome desde que aprendí a andar, nunca he podido jugar con otros niños ni tener una vida normal.

Mi respiración empezó a hacer mucho ruido. Él me miraba casi impasible, picoteando un trozo de tomate.

—Aprovecharé que ya estás lo suficiente en shock para mencionar que mi hermano mayor murió y mi madre está en el psiquiátrico.

Quise tragar saliva, lo intenté. Pero me atraganté con ella. Comencé a toser, me apoyé en la encimera con una mano y me cubrí la boca con la otra. Cuando logré estabilizar mi garganta no retomé contacto visual con él de inmediato, sino que me invadió la culpa. La culpa por saber que le había llamado niño mimado y estaba lejos de haber tenido una vida justa.

Me perdí en la nada que entretuvo mi mirada demasiado tiempo frente a mí, en algún punto de los azulejos sobre la encimera.

—No te lo he contado para que te sientas culpable.

Lo miré, al fin. Me irritó en sobremanera lo mucho que me calmaba mirarlo, para variar.

—¿Y cómo quieres que me sienta?

FIRELIGHT {shoto todoroki}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora