Décima Parte.

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Yoongi intentaba no demostrar lo nervioso que estaba mientras esperaba en la habitación de Jimin a que él llegara.

Hyuna lo había llevado a la habitación del fondo del pasillo donde se había quedado, diciéndole que sus cosas ya habían sido dejadas ahí mientras habían estado en la ceremonia. Lo dejó solo después de reavivar el fuego de la chimenea y le deseó una buena noche de bodas.

Yoongi casi se volvió tomate en cuanto escuchó eso, casi queriendo esconderse en la chimenea prendida.

¿Iba a tener que tener sexo con Jimin hoy? ¿Su matrimonio sería un matrimonio..., bueno, de verdad?

—Ay, Diosa —susurró solo un poquito en pánico.

Desde el primer momento que su tío le dijo que se casaría con la princesa Rose, le había recordado una y otra vez que necesitaba consumar el matrimonio en la primera noche. Yoongi pensó que estaba bromeando, pero conforme fueron pasando los días y la vehemencia que su tío tenía en el tema, terminó por exigirle que se callara o no se iba a casar.

—Tienes que entender algo, Yoongi —le había dicho su tío con enojo—, necesitamos que ese matrimonio sea lo más real posible. No importa que seas Omega, ella es mujer entonces no importa, sigues siendo un poco hombre para tener sexo con otra Omega. Si logras tener un bebé en menos de-

— ¡¿Te estás escuchando?! —había gritado Yoongi otra vez—. ¡¿No me di a entender?! ¡Ya no quiero hablar de ese tema, por la Diosa!

— ¡Tienes que hacer de ese matrimonio algo real, Min Yoongi, lo tienes que hacer y lo harás! ¡Y es mi última palabra!

Yoongi se estremeció al recordar ese día, había sido absurdo, invasivo y algo humillante. Su tío lo había insultado directamente, incluso casi haciéndolo sentir inferior porque era un Omega. Por un momento, fue como escuchar a su papá decirle otra vez que aunque no fuera Alfa, tenía que aprender a ser un hombre de verdad en el sexo.

Su vida sexual era... como el mar muerto desde hace cerca de cinco años, que es cuando volvió a Corea para ocupar un lugar en cardiología infantil que se abrió unos meses después que terminó su especialidad. Se había dedicado a terminar la segunda especialidad, que era trauma, y también a reconstruir una relación amigable con su mamá y hermano, su papá muerto desde hace un tiempo.

Había dejado de tener citas en apps porque la última vez, terminó atrapado en las escaleras de emergencia de un quinto piso mientras huía a mitad de la noche porque resultó que tenía novio el Beta con el que había salido durante dos semanas. Perdió su dignidad, una uña y su ropa en esa huida, aunque al menos salvó sus zapatos nuevos y unos bóxers del estúpido ese, aunque no estaba tan seguro de si estaban limpios o no.

Conforme fue aumentando su nivel de trabajo, fue olvidándose de citas y gente de solo una noche, solo sintiéndose algo solo cuando llegaba su Celo, pero como era algo irregular, no era tan seguido como para plantarle el querer una pareja.

Pero ahora... se había ido haciendo a la idea de tener sexo con la princesa Rose; después de ese primer beso, tanto su Omega como él se habían sentido muy diferentes a otros besos con otras personas. Por primera vez se había sentido... cómodo. Emocionado, incluso. Pensó que sería algo normal, como cualquier relación sexual entre hombres y mujeres, aunque la idea de tener sexo con la princesa se sentía un poco mal, como que no le terminaba de caer a su lobo.

¿Los besos? Maravilloso. ¿Estar hablando con Jimin cara a cara y sentir ese cosquilleo cuando se tocaban accidentalmente? También maravilloso y único. ¿Pero la idea en sí? Su lobo no lo aceptaba.

Y pues ahora lo entendía. Su lobo sabía que no era un ella, si no un él. Claro que su lobo sabía mejor.

Recordaba perfectamente el beso de hace rato, de antes de ir al altar. Todavía sentía sus manos y su vientre temblar por los besos que Jimin le había dado y lo fácil que se dejó manejar ante él.

Royals II. A Tale of two princes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora