Onceava Parte.

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Yoongi pensó que se había preparado para todo.

En serio que sí.

Pero después de cuatro días de citas por el reino, era él el que empezaba a no sentirse tan seguro de sí mismo. Y no solo porque estaba cansado de estar moviéndose del norte al sur en cuestión de horas, era un poco divertido pero agotador.

Las citas eran sencillas, no tan elaboradas como pensó o imaginó, eran como simples salidas con Jimin alrededor de los reinos y las diferentes atracciones navideñas que habían. Algunas eran con los reyes del sur, otras con Nam y Jin, pero en general siempre iniciaban y acababan con Jimin cerca de él, rozándolo, estando a su alrededor y haciéndolo temblar con más y más facilidad.

La gente que los veía les sonreían y algunas veces se acercaban a hablarles y desearles un feliz matrimonio; otras, bueno, eran más escépticas y preguntaban más directamente si era verdad que estaban enamorados o solo era una fachada. Ese tipo de gente era rápidamente alejada de ellos gracias a sus guardaespaldas pero Yoongi llegaba a sentir un poco de coraje y vergüenza al mismo tiempo.

—Pero qué groseros, qué clase de personas son —había explotado cuando una pareja les preguntó eso directamente, como por el tercer día de citas. Lo había dicho en voz alta y fuerte, asegurándose de que la pareja lo escucharan y se vieran ligeramente avergonzados.

Obviamente entendía por qué preguntaban, y si él no fuera el implicado en el matrimonio, también habría preguntado aunque no al príncipe heredero y su esposo de frente, claro está.

—Así es la gente, cariño —había murmurado Jimin mientras le pasaba un brazo por la cintura, jalándolo hacia él y seguían caminando entre los pinos.

Habían estado tonteando en una granja de árboles de navidad, buscando los últimos árboles que faltaban para el palacio y aprovechando para mostrarse lo más acaramelados posibles sin rayar en lo teatreros. La gente los miraba abiertamente, algunos cuchicheaban entre sí y otros se acercaban a saludarlos, pero ninguno había sido grosero hasta esa pareja.

Yoongi lo había dejado pasar, más enfocado en no dejar que sus mejillas se sonrojaran por la forma en que Jimin lo abrazaba ni cómo las adolescentes se acercaban riéndose cómplices y gritando cuando ellos dos hacían la mínima cosa entre sí, como por ejemplo hablar sobre el árbol frente a ellos.

En parte era divertido. La gente parecía emocionarse por lo más mínimo que hacían y le daba risa como todo lo romantizaban. En redes sociales era curioso ver el comportamiento de la gente y cómo podían ser demasiado dulces o demasiado crueles gracias al anonimato que otorgaba el internet, pero había vivido casi 20 años con su padre, estaba acostumbrado a la crueldad de las personas, y no eran peor que su papá.

O como algunos de sus colegas médicos.

Para el cuarto día de citas, como había sido miércoles, solo fueron a cenar a un restaurante en el centro de la capital. Jimin había vuelto a sus labores reales por una junta que el Concejo convocó y él todavía tenía dos o tres días más de permiso laboral, pero una de sus residentes le llamó desesperada por ayuda y se fue casi toda la tarde al hospital para ayudar con un niño que necesitaba un transplante de corazón urgente y la doctora encargada mientras Yoongi estaba de permiso le había llegado su Celo de repente, entonces tuvo que hacer él la operación.

Cuando terminó, estaba exhausto y tenía como dos llamadas perdidas de Jimin y veinte de su tío. Ignoró a su tío y habló con Jimin, explicándole qué había pasado y ambos quedando en ir a cenar, el Alfa diciéndole que pasaría por él en media hora y Yoongi se apresuró a bañarse y vestirse decentemente, casi corriendo hacia la salida del hospital cuando iba cinco minutos tarde.

Royals II. A Tale of two princes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora