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Una semana después la rutina era la misma; KyungSoo iba a la iglesia, JongIn se quedó en casa esperando a que Irene lo curará con toda la paciencia del mundo.

Cada mañana y tarde el Alfa ahora que ya andaba con muletas, no pudiéndose mantener sentado en la silla de ruedas por más tiempo, ahora practicaba caminando por la casa, excepto en la habitación del Omega, ahí prefería no meterse por respeto a este.

La casa del Sacerdote le gustaba, era colorida y llena de vida, el exterior era color amarillo con blanco, muy al contrario de lo que pasaba alrededor del mundo.

Y justo ese día era la boda de Irene con su prometida SeulGi; Iba a ser en la tarde así que esa mañana KyungSoo vestía un camisón blanco que le llegaba a media pantorrilla con encaje en el borde, de manga larga, encima un bata color crema para cubrirlo.

Empezó a hacer el desayuno, nada laborioso, tenía flojera ese día. El Teniente estaba sentado en el comedor observando los movimientos del otro con curiosidad, en la mesa tiene una hoja y una pluma, debía hacer una carta para su mamá y su abuela, pero no sabía por dónde empezar y tampoco quería alarmarlas de que estaba herido.

Sintió que dejaban su plato en la mesa y sentía el aroma a Manzana y Canela que desprendía el clérigo, tomo una respiración lenta queriendo seguir oliendo aquel delicado y refrescante olor invadía su nariz.

Y luego sintió la firme y esbelta figura del Sacerdote cerca de él, con las manos del Omega sobre su pecho, se había tropezado con la pantufla del soldado, de una manera no intencional, así como un parpadeo el hombre ya no estaba, logro ver su rostro colorearse de carmín avergonzado por el accidente.

—Lo siento Teniente, me tropecé—Exclamó avergonzado el Omega y el apenas podía parpadear al oler por fracción de segundos el tenue aroma que desprendió el cabello castaño del Predicador, ese suave aroma a rosas.

—No se preocupe—Solo logra decir cuando el olor al desayuno lo distrae y el dulce olor a café inunda sus fosas nasales.

Le recordó a su hogar.

En la mesa puede ver dos platos con huevos revueltos y una pequeña charola con pan tostado, a su lado, un recipiente para ponerle mermelada de fresa, todo se ve tan apetitoso que le gruñe el estómago...

Empiezan a desayunar y él puede saborear lo que hay en su plato, simplemente no había comido así desde que partió de su casa.

—¿A quién planeaba escribir? —KyungSoo suelta la pregunta interesada por el papel completamente blanco que yace a su lado.

—A mi mamá y mi abuela, solo que no sé cómo empezar—Confesó viendo al hombre a su lado dar una suave sonrisa y pensar.

—Puede empezar saludándolas y diciéndole que les quiere—Sugirió mientras daba un sorbo a su café mientras continúa desayunando.

—Tiene razón—Solo dice y piensa en las palabras que les dirá a su madre y abuela comiendo en silencio.

—¿Va a ir a la boda de Irene? —KyungSoo pregunta mirando al Teniente comer tranquilo.

—Sí, me gustaría ver cómo realizar una boda, pronto seré padrino de unos amigos si Dios quiere—Exclamó recordando a sus amigos tan enamorados.

—Esa es una noticia maravillosa—Sus miradas se encontraron, el Omega sintió esa felicidad repentina que solo había sentido unas cuantas ocasiones en su vida, no sabía que una mirada podía provocar esas emociones.

—Sí, mi amigo ChanYeol que es Sub-teniente con el Doctor Byun son los que se van a casar tan pronto terminar la guerra o cuando se dé la ocasión—Aquello sorprendió a KyungSoo.

Que tonto había sido por pensar que el doctor y JongIn podían ser algo más...

JongIn observaba al Clérigo desayunar y la sensación de querer pasar su mano por el cabello castaño del hombre se hacía cada vez más intenso, la oportunidad se dio cuando un mechón marrón caía sobre el rostro del Omega y él sostenía con una de sus manos un pan tostado; Entonces lo hizo...

Pasó su mano por ese mechón de cabello café y después de encontrar con los profundos ojos miel y cuando se miraron se sintió como cuando visitaba el bosque como en su infancia en su natal Corea del Sur.

El momento pasó y ambos se arreglaron para la boda, JongIn observaba los movimientos del Sacerdote a la hora de hacerle un nudo en la corbata.

La boda de Irene fue perfecta, en pocas palabras, toda la iglesia bellamente decorada con rosas blancas con amarillas, pétalos de rosa cayendo sobre la alfombra roja del lugar. La pareja lucía radiante y tan enamorada que todos podían sentirlo en el ambiente.

Pero él solo podía ver al Clérigo, por alguna razón no quería apartar la vista del hombre.

𝔼𝕗𝕚́𝕞𝕖𝕣𝕠 || KᴀɪSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora